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El Telégrafo
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El amorfino, el legado poético que vive en el montuvio

El pasar de los años es uno de los motivos para que Luis García recuerde pocos amorfinos. Ahora es cristiano, una actividad religiosa que la combina con la pesca artesanal.
El pasar de los años es uno de los motivos para que Luis García recuerde pocos amorfinos. Ahora es cristiano, una actividad religiosa que la combina con la pesca artesanal.
Foto: José Morán / EL TELÉGRAFO
14 de mayo de 2018 - 00:00 - Redacción Intercultural

Junto a su inseparable bicicleta roja y su pequeño sombrero blanco, Juan García, de 72 años, recorre cada día las calles del cantón Samborondón (Guayas) en busca de amigos para charlar sobre el diario vivir o de algún recuerdo lejano.

García, que se dedica a la pesca artesanal en el río Daule, es una de las pocas personas que en Samborondón mantiene viva la tradición poética y popular del montuvio de los amorfinos.

Cuenta que a los 15 años aprendió esta costumbre mientras escuchaba a otras personas. Uno de los pocos amorfinos que recuerda es ‘Del cielo cayó un pintor, a pintar tu hermosura, de verte fea y flaca, se le cuajó la pintura’.

“A mis 72 años ya ni me acuerdo de más amorfinos. Recuerdo que lo usábamos en los bailes, cuando nos invitaban a una casa o con los amigos cuando nos reuníamos en las esquinas a beber y a charlar”, indica García.

En aquella tarde que recorría el malecón samborondeño montado en su bicicleta, don Juan comenta con pesar que ahora esta costumbre montuvia se pierde.

Recuerda que antes había hasta “buenos concursos de amorfinos”, cuyos participantes venían de Yaguachi, Babahoyo, Salitre y de otros sectores, en donde el premio era económico.

“De joven conquisté mujeres gracias a los amorfinos. A ellas les gustaban, porque lo decía con mucho cariño y respeto. Era una linda época. Los jóvenes de estos años ni saben qué son los amorfinos, ojalá y se recupere esta linda costumbre”, enfatizó García.

Pero ¿qué son los amorfinos? El blog Cultura en la Costa ecuatoriana menciona que este género de la costumbre montuvia son composiciones cortas poéticas o canciones de origen popular; pertenecen a la tradición oral de los pueblos, en la que se mezcla lo romántico con sentimientos impuestos por alguna vivencia del corazón.

El amorfino es originario de Manabí, y por ello, en marzo pasado, la Prefectura  lo declaró como ‘Manifestación de la Identidad Cultural del Pueblo Montuvio de Manabí’.

La propuesta fue presentada por el director de Turismo de la Prefectura, Leonardo Hidalgo, y fue sustentada y argumentada por la activista cultural Libertad  Regalado, quien expuso la historia de esta expresión en el pueblo manabita, sus origines y su permanencia.

La iniciativa tuvo el respaldo de la Casa de la Cultura de Manabí, y por los gestores culturales Raymundo Zambrano y Grace Macías.

Dicha declaratoria es el primer paso para elevar el pedido ante el Ministerio de Patrimonio Cultural, para que se incluya al amorfino como Patrimonio Inmaterial del Ecuador, sostuvo Regalado.

Una escuela de Tarifa enseña a sus alumnos esta tradición
En la parroquia Tarifa, de Samborondón, los alumnos de segundo hasta séptimo de básica de la Escuela Diez de Agosto, aprenden la cultura popular de los amorfinos.

Paola Delgado, directora de la entidad educativa, menciona que esta costumbre montuvia se enseña con énfasis dentro de la materia de Lengua y Literatura.

“El objetivo es que los niños no pierdan sus costumbres, ni tradiciones, la idea es que esto siga vivo, ya que con la tecnología y el modernismo muchos valores se están perdiendo”, señaló.

Por ello, Delgado aconsejó inculcar a los chicos la importancia de esta cultura montuvia, que pese a todo, aún se conserva.

“Hay que saber llegar al estudiante, con juegos, con cantos, ya que así se refleja mejor la enseñanza al estudiante, es decir, hay que hacerla más práctica que teórica”, indicó la directora, tras acotar que, para plasmar la enseñanza de los niños, en el programa de estudio de la Escuela está ‘la Fiesta de la Lectura’, que se hace dos veces en el año escolar, además, realizan eventos por las fiestas parroquiales.

Daniel Dustin, de 10 años, es uno de los alumnos de la Escuela Diez de Agosto, quien  aprendió a declamar amorfinos, una actividad que le gusta.

Entre sus preferidos está: ‘Señorita soy un pobre, pobre pero generoso, como hueso de espinazo, pelado pero sabroso’, y el ‘Negrita me gusta el vino, negrita me gusta el té, negrita me gusta todo, pero más me gusta usted’.

“Es bonito y me gusta mucho aprender a declamar amorfinos, para que así no se pierda esta tradición de nuestro pueblo montuvio”, comentó Daniel. (I) 

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