La primera prueba de fuego para el FC Barcelona destapó de nuevo las carencias de un equipo que no había perdido ningún encuentro en lo que llevábamos de temporada y que, además, no había encajado goles pese a las rotaciones en la portería. La Champions League, sin embargo, es la competición que más ayuda a transparentar la situación real de un equipo, sobre todo si es uno de los candidatos a alzarse con el título a final de curso.

El París Saint-Germain se convirtió este martes en la primera piedra en cruzarse en el camino del Barcelona y demostró que al equipo de Luis Enrique todavía le falta muchísimo rodaje y muchos aspectos a corregir, algunos derivados de una temporada anterior que continúa dejando secuelas.

El Barça no estuvo bien ni a la hora de construir, ni en la fase destructiva, dónde la velocidad y la intensidad del equipo parisino pasó muy por encima del nivel mostrado por los catalanes prácticamente durante los 90 minutos.

Inicio fulgurante y toque de atención

El PSG empezó mejor. Liderado por la clarividencia de Javier Pastore y ejecutado por la velocidad y el despliegue de Lucas Moura y Cavani, los hombres de Blanc salieron con un ritmo elevadísimo que el FC Barcelona no pudo contrarrestar.

Varias llegadas y alguna ocasión clara de gol en los primeros 5 minutos hicieron que Luis Enrique pidiera enseguida calma a sus futbolistas. Hasta que el conjunto local no marcó el primero, en un error a balón parado, el Barça no calmó el encuentro. Messi empató rápido y logró que el Barcelona se estabilizara, cogiera aire y dominara el juego como mejor sabe hacer.

El argentino fue, de largo, el mejor futbolista blaugrana. Lideró al equipo, se multiplicó en todas las posiciones de ataque y volvió a brillar como hacía muchos meses. Messi volvió a ser el Messi de los cuatro Balones de Oro.

Dominio estéril, peligro en los espacios

El Barça con balón es el equipo más reconocible de Europa. Lo sabe mover, domina los pequeños espacios y crea oportunidades en pocos centímetros de terreno. Pero ayer nada de eso sucedió. El equipo de Luis Enrique movió el balón de forma muy lenta y eso no fue por otro motivo que la disposición táctica de los futbolistas, demasiado estáticos.

Además, jugadores como Iniesta o Rakitic, poco acostumbrados a cometer errores, perdieron muchísimos balones, hecho que provocó las contras rápidas y fulgurantes del equipo francés. Pastore, Lucas y Cavani se convirtieron en imparables y durante los 90 minutos llevaron de cabeza a los defensores blaugrana. Si a todo eso le sumamos a un Messi y a un Neymar fantásticos, concluiremos en un resultado no muy abultado para lo que realmente pudo ser.

La intensidad fue clave
Llegar primero a todos los balones divididos y conseguir que los rebotes sean favorables a tu equipo no se puede definir con la palabra ‘suerte’. Como todos saben, la suerte llega si la buscas, y el PSG la buscó intensamente durante todo el encuentro. Le puso más ganas, fue un equipo más físico, no cesó en la presión y estuvo en todo momento pendiente de los movimientos de su rival. En una palabra: intensidad.

Eso no ocurrió en el FC Barcelona. Hombres como Dani Alves y Jordi Alba, los más señalados, realizaron un partido poco digno para un futbolista profesional; a los que se tienen que sumar un Sergio Busquets muy superado, un Rakitic y un Iniesta erráticos y un Pedro al que todavía se le pide la aparición esta temporada sobre el terreno de juego, absolutamente desaparecido.

Al FC Barcelona, Neymar y Messi le bastan para ganar la mayoría de partidos en la Liga Española, pero los 2 cracks no son suficientes para hacer un buen papel en la Liga de Campeones. No hay dudas de que el equipo catalán estará en los octavos, pero a partir de ahí, si no mejora en todas esas facetas, puede despedirse de volver a conquistar la ‘Orejuda’ esta temporada.