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El Telégrafo
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Teresa es esmeraldeña, soldadora y soñadora

Teresa Yépez utiliza sus habilidades como soldadora en su trabajo en la refinería y en sus proyectos de ayuda.
Teresa Yépez utiliza sus habilidades como soldadora en su trabajo en la refinería y en sus proyectos de ayuda.
Fotos: Cortesía Teresa Yépez
18 de agosto de 2018 - 00:00 - Juan Carlos Castillo

“Hola, soy Teresa Yépez y me llaman la ‘soldadora’”. Así se presentó esta esmeraldeña, de 33 años, madre de tres hijos, divorciada, que vestía jeans de trabajo y botas de punta de acero, indumentaria característica de los trabajadores petroleros.

Su fuerte y firme voz inundó las cuatro paredes de una cevichería en el centro de Esmeraldas. Me llamó inmediatamente la atención su facilidad de palabra y su sonrisa, siempre a flor de labios.

La conversación empezó sin tapujos: “A Esmeraldas le falta de todo, ñaño; esta provincia ha sido olvidada. Tenemos la industria más importante del país, pero carecemos de servicios básicos y a eso hay que ponerle fin”.

Relató cómo empezó ese activismo social en el que está inmersa ahora. “Mi historia empieza hace dos años cuando la empresa para la que trabajaba cerró sus puertas y me quedé sin empleo”. Dijo que en ese momento su vida dio un giro y se propuso que nunca más se vería afectada por decisiones políticas.

Se unió con algunos compañeros que estaban en situación similar a la suya y crearon la Asociación de Defensa Laboral de Esmeraldas (ADLE). A los pocos meses se  convirtió en una activista permanente.

Como parte del trabajo, consiguió que el Concejo Municipal de Esmeraldas aprobara una ordenanza que establece que el 80% de la mano de obra que se contrate en el cantón debe ser local. Actualmente la ordenanza espera su promulgación.

Teresa encuentra en su familia, conformada por sus tres hijos, su mamá y su abuelita, el apoyo necesario para trabajar y ayudar a los demás.Teresa encuentra en su familia, conformada por sus tres hijos, su mamá y su abuelita, el apoyo necesario para trabajar y ayudar a los demás.

En diciembre de 2016, a puertas del inicio de clases, varios miembros de la ADLE no pudieron comprar la lista de útiles escolares para sus hijos y la “soldadora” dijo: “... ¿y si hacemos una campaña de recolección de libros usados y ropa?”. Así nació la campaña “Esmeraldas comparte con amor”.

En redes sociales pidió a los esmeraldeños de buen corazón que ayudaran con uniformes, zapatos, libros y cuadernos. En un principio se planeaba apoyar a 26 niños, pero tuvo éxito que las donaciones llegaron a 150 pequeños.

Asimismo, la Asociación de Transportistas Motorizados, de la isla Vargas Torres, mantuvo contacto con la ADLE, en septiembre del año pasado, para enviar oficios al Municipio del cantón, al Ejército y al Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP) para que reconstruyan el puente portátil que une la isla con el centro de la ciudad. La estructura estaba a punto de colapsar.

Entonces, la “soldadora” se presentó, con oficios en mano, en las instituciones y la única respuesta que obtuvo fue del Ejército.

En la entidad le indicaron que el puente sería retirado en los siguientes días, pues había cumplido su vida útil. Ante esta situación, los moradores de la isla, liderados por esta mujer, impidieron que se ejecutara la orden y consiguieron que el puente permanezca en su lugar.

Posteriormente, insistieron en la reparación del mismo, pero nadie se hizo cargo. Recién en mayo de este año hubo una nueva cruzada en las redes sociales, donde se convocó a voluntarios, estudiantes y empresarios esmeraldeños para que ayudaran en el arreglo del puente.

Su iniciativa tuvo eco y en los primeros días de junio se presentaron voluntarios y empresarios que aportaron con maquinaria y materiales para reconstruir el puente.

La “soldadora” organizó a los habitantes de la isla Vargas Torres para que cada día una familia distinta preparara comida para los voluntarios que trabajaron en el puente.

En los patios del taller JVseimec, Teresa y seis miembros de la asociación sueldan desde las 08:00 las planchas nuevas, donadas por un empresario guayaquileño, que formarán parte de la superficie de rodamiento del puente.

Al mediodía se dirige a las instalaciones de Andamios Anderson para supervisar el trabajo. De ahí va al puente para almorzar con sus compañeros.

Dos días a la semana, a las 17:00, cuando termina la jornada en la refinería, supervisores y fiscalizadores chequean el avance de los trabajos del puente.

Teresa explicó que esta obra es de vital importancia para la ciudad, pues es la única vía de escape para los moradores de la isla en caso de que ocurra un desastre natural. En la actualidad, el puente está reconstruido en el 80%.

Al preguntarle qué la motiva para ayudar a sus paisanos, manifestó con su característica sonrisa: “Lo tengo todo (casa, hijos, familia), aunque algunos días pida prestado para comer. A mis hermanos esmeraldeños, en cambio, sí les hace falta todo”. (I)

Un nuevo reto
El objetivo son casas dignas
A finales de junio Teresa fue a la isla Piedad, donde halló en un colegio abandonado a 18 familias damnificadas por la crecida del río Teaone en 2016. Entonces emprendió la cruzada para obtener 50 casas para estas personas.

2 años pasaron desde la inundación y los terrenos donados para reubicar a los afectados aún no están en condiciones.  

Una luz en el camino
Hace tres semanas acordó con Caemba, empresa que construye casas emergentes, que se haga cargo de la obra. Ha golpeado puertas y logró la donación de tres viviendas. (I)

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