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El catedrático tuvo antes a su cargo la edición de la carta de jamaica

Raúl Vallejo reflexiona sobre el giro del pensamiento de Bolívar

Para el catedrático Raúl Vallejo, Manuelita Sáenz fue más que la ‘amante’ del Libertador Bolívar. Mario Egas / El Telégrafo
Para el catedrático Raúl Vallejo, Manuelita Sáenz fue más que la ‘amante’ del Libertador Bolívar. Mario Egas / El Telégrafo
16 de octubre de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

Una pintura del Renacimiento explica la perspectiva que Simón Bolívar tenía sobre América, la forma en que esta varió con el pasar de los años y la marca de las batallas en que se involucró. Esa idea de mirar al Libertador en una de las obras del pintor alemán Caspar David Friedrich (1774-1840), la tuvo el escritor y diplomático Raúl Vallejo (Manta, Ecuador, 1959), quien basó sus argumentos en 3 documentos históricos relacionados con Bolívar.

La pintura es El Caminante ante un mar de nubes (1818) y muestra —a decir de Vallejo— al “sujeto frente a la naturaleza, individuo que la contempla y que permite al espectador ubicarse en su perspectiva, como protagonista del cuadro en el cual está representada la relación que tenían los románticos del siglo XIX con la naturaleza”. Esta es una concepción que se ha difuminado y remplazado, dejando atrás lo que el filósofo prusiano Immanuel Kant (1724-1804) definió como un sentido extasiante de lo sublime.

“¿Cuál es la oración que emerge de ese manto que difumina las fronteras entre lo imaginado y lo real?”, le preguntó Vallejo al público que fue a escuchar su conferencia en la sala Manuela Sáenz —de la Universidad Andina Simón Bolívar en Quito— la lluviosa noche del pasado martes, minutos después de que el fútbol pusiera en contienda deportiva a Ecuador y Bolivia.

“La naturaleza aún es retrato de lo indómito y el ser humano se extasía frente a ella”, dijo el catedrático y escritor, para quien El Juramento de Roma (1805) marca un despegue en la carrera política de Bolívar, uno que va “del voluntarismo alucinante a la lucha por la libertad”.

“Los románticos —como Friedrich o Bolívar— eran voluntaristas y consideraban que los elementos creativos del individuo son suficientes para transformar la realidad”, dijo Vallejo antes de preguntarse qué siente ese sujeto, de rostro desconocido, visible para el paisaje, en el momento de la contemplación.

“¿Estuvo de esa manera Simón Bolívar cuando, desde la cima de una de las colinas de Roma, juró consagrar su vida a la causa de la independencia hispanoamericana?” fue la siguiente pregunta del docente del Área de Letras y Estudios Culturales de la Andina, para dejar en el aire la reflexión: ¿será cierto que la libertad existe únicamente en el sueño de los hombres?.

El destino es otra de las revelaciones de la pintura: “Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna”, leyó Vallejo de Bolívar, cuyo “arrebato espiritual, tormenta y pasión, que lo llevaron a plantearse su épica tarea, que responda a la necesidad de sumar las voluntades de todo un pueblo, lo tuvo —se dice que sobre el Monte Sacro— como el viudo de 22 años que era, ese 15 de agosto de 1805, sin ser guerrero aún” y en pleno disfrute de su vida cortesana.

El precursor y docente Simón Rodríguez (1769-1854) escuchó —y finalmente escribió en 1850— lo que la pintura no puede develar de Bolívar y que la historia registra: su encomienda, su juramento de liberar a las naciones del yugo español.

“Víctor Hugo, hablando de Shakespeare, dijo que lo propio de los genios es que cada uno produce un ejemplar de hombre”, citó Vallejo.

Como el caminante de Friedrich sobre el Monte Coronado, “Bolívar domina el paisaje y parecería andar sobre el mar de niebla para conseguir en lontananza una visualización de su genio libertario que lo convierta en el genio del siglo”.

Vallejo también recordó a Amílcar Varela —responsable de haber hallado el original de la Carta de Jamaica (1815)— quien dice que Manuela Sáenz, además de albacea del archivo del ejército libertador, combatió en la Batalla de Ayacucho, el 9 diciembre de 1924, según describe el parte de guerra que escribió el Mariscal Antonio José de Sucre (1795-1830).

Manuelita fue más que “amante del Libertador”, retoma la historia Vallejo y pone como referencia la relación que tuvieron los 2 personajes históricos desde el 16 de junio de 1822 hasta el 8 de mayo de 1830.

La “carta profética” de Bolívar lo devela, según Vallejo, como alguien que no ha incorporado la tradición americana luego de partir de la tradición europea, “sabía que no representaba a los indígenas al mismo tiempo que había roto los vínculos que lo unían a España”. El voluntarismo de un romántico e ilustrado Bolívar se trastoca en Mi Delirio sobre el Chimborazo (1822) que ratificaría lo que falta por construir de la Gran Colombia con que él soñó. (I)

Datos

Raúl Vallejo asiste, esta semana, al Encuentro internacional sobre Diplomacia para el posconflicto, en Cali (Colombia), y presentará el libro Mística del tabernario, el 22 de octubre, a las 18:30, en la Universidad Andina Simón Bolívar, en Quito.

Vallejo se postuló para rector de la Andina. Su contendiente es César Montaño. El Consejo Superior de la institución receptará el 30 de octubre las consideraciones de la comunidad universitaria. El nombramiento final lo hace el Consejo.

El Juramento de Roma (1805) fue transcrito por el maestro Simón Rodríguez en 1850.

La Carta de Jamaica (1815) es conocida como profética por el destino que anticipó para América Latina. Mientras que Mi Delirio sobre el Chimborazo (1823) es la obra poética escrita en prosa por Bolívar.

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