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El Telégrafo

Patricia Mothes tiene un vínculo energético con el Cotopaxi

Patricia Mothes tiene un vínculo energético con el Cotopaxi
04 de octubre de 2015 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

Mothes, su apellido, es de origen alemán y aunque pocos lo pronuncian como se debe, a Patricia eso la tiene sin cuidado.

Esta vulcanóloga, nacida en Washington, nunca perdió el acento estadounidense, pero, después de vivir tantos años rodeada de ecuatorianos, ha adquirido algunos modismos como los típicos ‘¡púchicas’! y ‘¡qué vainas’!, que repite con más frecuencia desde que el Cotopaxi se reactivó. Paty, como la llaman sus colegas del Instituto Geofísico, es quizá una de las científicas que más conoce a esta elevación, considerada una de las más peligrosas del mundo.

Es coautora de varias publicaciones científicas sobre este y otros volcanes de nuestro país. No le asusta permanecer en las proximidades de este coloso; es su trabajo.

En lugar de sentir temor ha creado un vínculo particular con el Cotopaxi. “Me concentro tanto en los datos que generan nuestras redes de monitoreo y de todas las visiones que tengo del volcán que siento que me he apoderado de él. Siento como un flujo de energía; es como un tipo de fuerza que me acompaña todo el tiempo”. Confiesa que está energía está encapsulada en su organismo y advierte que resulta difícil desvincularse de ella. “No puedo irme a una fiesta o disfrutar de una reunión, porque mi mente está con el volcán. De algún modo, también me encuentro a merced de él”.

Patricia vive en la parroquia de Tumbaco, al este de Quito, en una casa rodeada de árboles frutales y con amplios espacios verdes, donde ha habilitado un lugar solo para las orquídeas, a las cuales prodiga una serie de cuidados.

También ha sembrado naranjillas; trajo las semillas del Coca, tras un reciente viaje que realizó a esta región amazónica. Vive en compañía de su esposo Minard Hall, uno de los fundadores del Instituto Geofísico. Lo conoció cuando él era profesor de la Escuela Politécnica Nacional. Recuerda que el día en que lo vio por primera vez, ambos participaban en un trabajo de campo en uno de los volcanes del Ecuador.

“Allí nació el amor, en el mismo volcán”, confiesa. Cuando están en casa, ambos hablan en inglés, quizá esta sea la razón por la que ninguno de los 2 ha perdido el acento. En su casa también hay espacio para 9 perros que han criado desde que eran cachorros. A la mayoría de ellos los encontró en la calle y se los llevó a Tumbaco. Esta científica llegó al país cuando apenas tenía 26 años. “Cuando me gradué en la Universidad de Texas, donde cursé la carrera de Geología y Geografía, vine a Ecuador. Me encantaron sus paisajes”. En un principio, se vinculó con el estudio de los lahares, (un flujo de sedimento y agua que se moviliza desde las laderas de los volcanes). Durante varios años, participó en diversos proyectos emprendidos por el Instituto Geográfico Militar y al finalizarlos se integró al Geofísico.

Su padre nació en Illinois, un estado conocido por su equilibrio entre áreas rurales, pequeñas ciudades industriales, extensos suburbios y una gran área metropolitana. Mothes es el apellido de su abuelo. Casi toda su familia estuvo dedicada a la minería. Quizás fue por ello que ella heredó el gusto por la Geología.

Desde que esta especialista comenzó a formar parte del equipo de investigadores del Geofísico, sintió un interés especial por el Cotopaxi.

Ella y su esposo, Minard Hall, son los autores de un documento que hoy resulta esencial para el conocimiento de este volcán. Se trata del mapeo de los depósitos volcánicos del Cotopaxi.

A través de este documento es posible determinar que hace 4 mil años un flujo de lava descendió por el sector de Tambo, en Tumbaco. Para el vulcanólogo Hugo Yepes, ex director del Instituto Geofísico, Patricia no solo conoce bien al Cotopaxi, sino a muchas otras elevaciones.

“Las numerosas publicaciones científicas de Paty hablan por sí mismas. Ella conoce de volcanes, de suelos, de arqueología, por mencionar solo algunos temas. Es una investigadora muy prolífica, pero, además, es una persona dinámica y solidaria. Su interés por la ciencia no viene dada por la ciencia per se, sino por una preocupación social”. Silvia Vallejo, vulcanóloga, dice que Mothes es muy proactiva, porque, en lugar de esperar, se anticipa a los hechos y busca posibles soluciones. Su trabajo en el Geofísico no se ha limitado al estudio volcánico, sino también a la búsqueda de nuevos volcanes.

En 2009, ambos investigadores (Mothes y Hall) anunciaron el descubrimiento de 5 nuevos volcanes en el Oriente ecuatoriano, ubicados entre las localidades de Cosanga y Baeza, a unos 75 kilómetros en línea recta al sureste de Quito.

A estos, los vulcanólogos los denominaron con los nombres de Lavas de Bermejo, El Dorado, Domos de Huevo de Chivo, Centro Cosanga y Centro Pumayacu.

Mothes no descarta la posibilidad de encontrar más volcanes en esta zona, situada en la parte oriental de la Cordillera Real. Aunque esta y otras investigaciones mantienen a la vulcanóloga ocupada, hoy ha centrado su atención en el Cotopaxi, un volcán que visita una o 2 veces por semana. “Quiero estar cerca; me gusta medirle el pulso. Ahorita está medio bravo y creo que no va a contenerse por más tiempo”.

Mothes no oculta su preocupación por las familias que viven en las proximidades del volcán, porque, según comenta, no será fácil que, después de una eventual erupción, la gente retome su vida normal.

“Hay muchas personas que piensan que el Cotopaxi erupcionará y todo seguirá igual. Eso no necesariamente es así, porque este volcán registró una actividad importante entre 1742 y 1768. Son más de 20 años de actividad. Así que nuestra vida está condicionada por esta actividad”. La especialista recalca, además, que a pesar de tener la mejor tecnología, las personas están a merced del volcán.

Esta científica también fue coautora de un estudio sobre las potenciales zonas de inundación por lahares en el volcán. Uno de los objetivos de esta investigación fue dar a conocer al público los resultados obtenidos de las modelizaciones matemáticas de lahares efectuadas en el volcán Cotopaxi. En el estudio, se utilizaron 4 posibles escenarios eruptivos que fueron planteados con base en el conocimiento geológico que se tiene del volcán.

Según la vulcanóloga, en los últimos 4 mil años, el volcán experimentó varios ciclos eruptivos que estuvieron caracterizados por erupciones recurrentes de tamaños moderados a grandes.

Desde la llegada de los conquistadores españoles en 1534 d.C., el Cotopaxi experimentó al menos un ciclo eruptivo en cada siglo, incluidos varios episodios explosivos muy violentos.

En cada uno de estos períodos de actividad fueron frecuentes los flujos piroclásticos, las caídas de ceniza a nivel regional, pequeños flujos de lava y grandes lahares muy destructivos.

Patricia Mothes ha estado involucrada en numerosos estudios sobre volcanes, en particular, con el Tungurahua.

Desde que este volcán se reactivó en 1999, el Observatorio de Guadalupe, desde donde se monitorea al Tungurahua, se convirtió en el segundo hogar de esta científica. Este observatorio es un lugar privilegiado por su ubicación, pues que permite hacer observaciones directas.

En la época más crítica que vivió el Tungurahua, Patricia y sus colegas vivieron momentos de tensión. Ahora el Cotopaxi es uno de los volcanes que más le preocupa.

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