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El Telégrafo

Con manos de cirujano, Luis Verdugo afina los pianos (Galería)

El taller de la familia Verdugo está en Sangolquí, en el cantón Rumiñahui. Fotos: Marco Salgado
El taller de la familia Verdugo está en Sangolquí, en el cantón Rumiñahui. Fotos: Marco Salgado
21 de septiembre de 2014 - 00:00 - Daniela Moina

Don Luis camina pausado, pero sin titubear. Bromea con su edad (83 años) y con el vertiginoso paso del tiempo. Su taller, ubicado en Sangolquí, no es muy grande. “Es que esto no es una fábrica, solo un taller”, aclara mientras acaricia los instrumentos musicales viejos y roídos que llegan a sus manos para encontrar una nueva oportunidad después de permanecer tiempo en desuso.

En el taller también está su hijo Daniel, vestido con jeans, camisa clara y delantal de cuero, la ropa diaria de trabajo que a veces comparte con su hija Daniela de 25 años. Ambos caminan por los pasillos y deliberan sobre el origen de este o aquel piano o pianola arrumado -por ahora- en algún rincón. Ninguno de estos instrumentos los fabricaron ellos. Su obra maestra es un piano de concierto, fabricado en 1994. Pesaba una tonelada y fue trasladado a Alemania en 2006 en una gira cultural en la que la música, la danza y la pintura acompañaron a la selección nacional en su segunda clasificación al Mundial de Fútbol.

“Tuvimos que hacer conciertos con el mismo piano para costear su traslado”, cuenta don Luis, como la mayoría lo suele llamar. Nacido en Cuenca, en noviembre de 1931, aprendió el oficio de la mano de su padre, quien restauraba los Harmoniums, instrumentos musicales utilizados en las iglesias. Corrían los años de la Segunda Guerra Mundial, la crisis y la inestabilidad política y económica que afectaron a varios países, también repercutieron en la importación de estos aparatos musicales. Daniel Verdugo, hijo de don Luis tomó una sabia decisión: comenzó a fabricarlos y más adelante se dedicó a repararlos, puesto que la mecánica de estos 2 instrumentos es similar.

Don Luis creció envuelto en un universo plagado de melodías. Esto le permitió aproximarse a la música y a su interpretación.

Don Luis creció envuelto en un universo plagado de melodías, lo que le permitió aproximarse a la música y a su interpretación. “Claro que toco el piano, sería ilógico que no haya aprendido”, dice en broma y en serio. Sus cabellos blancos son cubiertos con una gorra de tela, manteniendo el estilo de gentleman no se retira el chaleco oscuro. Los años han corrido por su rostro, sin embargo, la sonrisa se mantiene la mayoría del tiempo.

Llegó a Quito con un sueño bajo el brazo: ser un gran concertista de piano y para esto quería estudiar en el Conservatorio Nacional de Música. En la audición recibió negativas, pero justamente ese infortunado suceso acabó trazando el camino de don Luis.

“Estoy orgulloso de haber aportado con el país y entregar las herramientas para la música de alta calidad”, comenta. Amigo personal del músico riobambeño Paco Godoy, critica de vez en cuando la música de los últimos tiempos. “Cómo va a comparar un buen pasillo tocado con sentimiento, con los ritmos modernos”, manifiesta enérgico. Es que por su casa, ubicada en el barrio Las Casas han pasado varios artistas de la talla de Carlota Jaramillo, quienes acudían a él a la hora de grabar sus discos de acetato. “No duró mucho el tiempo de la música casi diaria en casa, pero teníamos un estudio de grabación que no le envidiaba a ningún otro”, cuenta mientras mira la foto de su padre colgada en la sala que por cierto está llena de adornos, tapetes y flores.

De vuelta en el taller, empieza a relatar que el proceso de fabricación de un piano de cola toma alrededor de 2 años, en los que padre e hijo acompañados de un equipo de obreros logran dar forma a lo que alguna vez fue solo un sueño, pero este se materializó en 1978, cuando viajó a Europa en busca de material académico para descifrar los misterios del piano. Luego de pasar por España y de sufrir una decepción por no hallar textos en español viajó a Alemania, donde visitó la fábrica alemana Steinway & Son, situada en Hamburgo.

Don Luis, como suelen llamarlo, nació en Cuenca. Tiene 83 años.

El proceso de fabricación del piano

Todo inicia con un bastidor de madera fibrosa como el eucalipto, porque permite curvar y dar la forma al instrumento, madera que garantiza la retención del sonido óptimamente. Este efecto se logra manualmente con la ayuda de prensas que ayudan a preformar la madera humedeciéndola. Esto se realiza en 10 láminas de 3 milímetros de espesor que se pegan para formar el casco del piano.

Sobre esta base viene una madera importada de Canadá llamada sitka espruse que funciona como un diafragma que garantiza la calidad del sonido. En este punto se incorpora un chasis de hierro fundido que, con un peso de 700 libras, tiene como objetivo aguantar las tensiones de las frecuencias de las cuerdas que le dan el sonido característico al instrumento. Más adelante, se colocan el mecanismo del piano y un conjunto de martinetes o palancas que golpean las cuerdas a la orden del músico que desliza sus manos sobre las teclas.

Finalmente queda recubrir la parte exterior con laca poliéster, acabado que le otorga un brillo característico semejante al de un espejo. El proceso con un piano de media cola es diferente. Tarda cerca de 8 meses en fabricarse, menos de la mitad del tiempo que toma uno grande.

Daniela Verdugo también está involucrada en la pequeña empresa y se siente atraída por el oficio, al punto de dejar su carrera de Psicología de lado. Ella está decidida a tomar las riendas del taller, un trabajo que no es fácil, ya que ahora han surgido nuevos competidores. La fabricación de estos instrumentos en China representa una competencia preocupante porque los materiales son más baratos y esto se refleja en el producto final.

Los pianos ‘made in Ecuador’ son de producción limitada. Hasta ahora se han fabricado 3 pianos de cola y 8 de media cola. Uno de ellos se encuentra en la casa de don Luis, y en él casi todos los días recuerda y ejecuta su sueño de ser un gran concertista.

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