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Dos cotopaxenses brillan en la prueba final de bachillerato

María Fernanda Altamirano (izq) y Katherine Bautista proyectan su carrera universitaria en el área de ciencias
María Fernanda Altamirano (izq) y Katherine Bautista proyectan su carrera universitaria en el área de ciencias
17 de diciembre de 2016 - 00:00 - Redacción Sociedad

103 estudiantes del ciclo Costa alcanzaron 1.000/1.000 en la evaluación desarrollada por el Ineval en el período lectivo 2014-2015.

María Fernanda Altamirano forma  parte de un linaje de abanderados

María Fernanda Altamirano, de 18 años, rindió la prueba Ser Bachiller durante dos días. El Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineval) realizó la prueba a los estudiantes del último año de bachillerato en cuatro áreas.

La buena noticia llegó el primer día, cuando Altamirano terminó las pruebas de literatura y matemática. En ambas logró 1.000/1.000. Su primera reacción fue contarle de inmediato a la compañera más cercana: su hermana gemela María Belén, con quien también comparte otros logros académicos desde que ingresaron a la Unidad Educativa Jean Piget, ubicada en Latacunga, capital de Cotopaxi.

Tras obtener el mejor puntaje, Altamirano -señala- se esforzó para repetir el logro al día siguiente.

Al finalizar la evaluación de ciencias naturales y estudios sociales concretó nuevamente su objetivo. “Mi profesor me felicitó y le dijo a la directora que había sacado 1.000 en todo. Me sentí bien, porque era el puntaje de fin de año”.

Su gemela también obtuvo la nota máxima en tres asignaturas y 990 en otra.

Junto a ella María Fernanda se preparó para la prueba. La joven relata que siempre estudiaban juntas y en los tiempos libres les gustaba adelantar los deberes para descansar en la tarde.

Ese lapso lo ocupaba para escuchar música y asistir al gimnasio, pero nunca descuidaron los estudios.

Lo que más añora de la institución que la acogió, desde educación inicial, son los concursos de innovación.

Uno de sus primeros logros fue cuando tenía 13 años y con su compañera de fórmula participaron en una feria con el proyecto de recuperación de la planta ancestral sangorache, utilizada antiguamente, entre otras cosas, como ingrediente para elaborar la colada morada. “Hicimos galletas y una bebida carbonatada y obtuvimos el primer lugar a nivel cantonal”.

Luego de difundir la planta, la vendían en Ambato y en forma de harina en Latacunga.

Al final, María Fernanda se graduó con 9,94 puntos y su hermana con 9,93. En el último año fue abanderada del cantón y su gemela portó la bandera de la institución. Ambas continuaron con el legado que dejó su hermano mayor, Diego (20), quien llevó el Pabellón Nacional.

Para la joven, sus padres han sido los forjadores principales de sus éxitos académicos. “Siempre han estado pendientes y nos han educado con amor”, asegura evocando sus nombres, Héctor Altamirano y Ana Lucía Sánchez.

Ella recuerda a su madre sentada junto a ellos ayudándolos en las tareas.

Actualmente María Fernanda no está en la universidad porque se tomó un tiempo para decidir la carrera que seguirá. El próximo año estudiará biotecnología en la Universidad de las Fuerzas Armadas (ESPE) en Sangolquí (Pichincha).

Su hermana lo hará en la misma institución, pero seguirá administración de empresas. “Su fuerte es la matemática; por mi parte, la biología y química”.

Le gustaría dedicarse a la agricultura y mejorar el sistema de alimentación. También espera hacer una maestría en el exterior para conocer las industrias extranjeras y tener una visión para elaborar productos agrícolas y farmacéuticos. (I)

Katherine Bautista se planteó como objetivo lograr el puntaje perfecto

Antes de ingresar a clases de tercer año de bachillerato, Katherine Bautista tomó sus apuntes de los cursos anteriores e inició la preparación de la prueba final.

Desde entonces su objetivo fue obtener un puntaje perfecto en la evaluación Ser Bachiller.

A medida que transcurrieron los meses el esfuerzo se intensificó. La joven, de 18 años, cuenta que mantenía una rutina diaria. Cuando llegaba a casa almorzaba de inmediato para hacer los deberes, leer y estudiar. Esta práctica le tomaba alrededor de cinco horas.

Para ella ha sido fácil obtener buenas notas en todas las asignaturas.

Sus compañeros se sorprendieron cuando trascendió que obtuvo 1.000/1.000, pues conocieron su capacidad. “Los demás estudiantes lo pueden lograr solos, se requiere interés y dedicarse; no es difícil, hay que tener claros los objetivos”.

El principal logro académico que recuerda es la designación de abanderada del Pabellón Nacional en la escuela fiscal Vicente Rocafuerte, de Pujilí.

En el colegio fiscal Provincia de Cotopaxi, donde cursó la secundaria, fue elegida presidenta de curso, miembro del consejo estudiantil y escolta de la bandera del cantón.

De los años de colegio recuerda con alegría al profesor de historia y de investigación Luis Garzón. “Era muy paciente y tenía una metodología muy clara y precisa para darnos los temas y gracias a eso captábamos rápido”.

Este año, luego de graduarse en el área de bachillerato general unificado, realizó el Examen Nacional de Educación Superior (ENES) para estudiar medicina en la Universidad Nacional de Chimborazo. Alcanzó 914/1.000.

Ahora, como universitaria, Bautista considera que el bachillerato general en ciencias debería ser reformado en el sistema educativo. Pone su ejemplo al considerar que si hubiera seguido una especialización en químico-biólogo hubiese tenido más ventajas para estudiar esta carrera.

Actualmente, de lunes a viernes se hospeda en Riobamba y los fines de semana regresa a Latacunga para visitar a su familia. “Espero que la universidad me brinde la posibilidad de formarme de una manera correcta y desarrollarme como médico”.

La joven cuenta que sería la primera doctora en la familia, aunque todavía no tiene claro qué especialidad seguirá.

El anhelo de ser una profesional en medicina nació en su niñez cuando por una afección cardíaca, ya curada, debía acudir constantemente a los hospitales. “Los veía trabajar a los doctores y me dio curiosidad”.

El primer pensamiento de agradecimiento y admiración en su vida está dirigido a sus padres, Víctor Bautista y Magdalena Suárez, por la forma como la educaron.

A ella y a su hermano mayor les inculcaron valores, como la honradez y la responsabilidad. “Siempre me basé en eso para continuar mis estudios y cumplir con todas las situaciones que se me  presentan”.

Ella considera que todas las personas deben continuar los estudios universitarios, porque actualmente un bachiller no tiene las mismas facilidades y ventajas para trabajar.

“Si deseamos cambiar nuestro estilo de vida, es necesaria la educación superior”. (I)

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