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La explotación de la cascarilla superó el corte y envío al exterior

La explotación de cascarillas o quinas tuvo su auge en los siglos XIX y XX

La cascarilla fue parte de una investigación, al menos dos cientificos de las llamadas provincias de Azuay y Cañar se dedicaron al estudio de sus variedades. Tomada de Internet
La cascarilla fue parte de una investigación, al menos dos cientificos de las llamadas provincias de Azuay y Cañar se dedicaron al estudio de sus variedades. Tomada de Internet
11 de enero de 2015 - 00:00 - Manuel Carrasco Vintimilla, cátedra de Historia Universidad de Cuenca

Es un acercamiento inicial al tema de explotación y exportación de las cascarrillas en los siglos XIX y XX en y desde Cuenca —puesto que la mayoría de tratadistas han analizado los siglos XVII y XVIII— preferimos denominarlas cascarillas pues, al parecer, existen diversas especies de este valioso vegetal.

Las cascarillas o quinas, especialmente el género Cinchona, y otros vegetales medicinales e industriales fueron productos que dinamizaron la economía del Austro del país en buena parte de los siglos XVII al XIX y tuvo cierta relevancia en el XX, especialmente en los años de la Primera y Segunda Guerras Mundiales, toda vez que desde el legendario descubrimiento de Pedro Leiva y la divulgación de sus virtudes medicinales por los jesuitas en la Colonia, las cascarillas se habían convertido en el remedio para combatir el paludismo y prácticamente en el componente de las principales drogas de la medicina moderna.

A partir de 1850 en Cuenca se inicia un nuevo e interesante ciclo exportador fundamentado en el comercio de las cascarillas que se prolongó hasta 1900. Consorcios comerciales como el conformado por Miguel Heredia y Luis Cordero C., las familias Ordóñez Lazo, Malo, Toral y Montesinos, figuran, entre otras, en función de gestoras de la gran acumulación de capitales y de las consecuentes transformaciones económicas que vive la región en este lapso.

Según Silvia Palomeque “El mejor indicador de la acumulación que permite la cascarilla la brinda la historia de la familia Ordóñez, cuyo enriquecimiento, prestigio social y político fue adquirido en cortos años, basándose en esta actividad”. En lo que respecta al Azuay los principales centros de explotación estaban ubicados en las estribaciones y zonas tropicales de las Cordilleras Oriental y Occidental en sitios como Gualaquiza y otros lugares del Oriente, en Pechichal, Sanahuín y Norcay en la Cordillera Occidental, en la que, según Cordero Crespo, se producía la Cinchona succirubra, quina roja, “la más notable de todas las quinas, por su abundancia de quinina y demás alcaloides”.

La explotación de las cascarillas en el siglo XIX presenta ciertas especificidades: hubo por lo menos 2 científicos de las llamadas provincias azuayas —Cañar y Azuay— que se dedicaron al estudio de las diversas variedades, nos referimos a Fray Vicente Solano y al Dr. Luis Cordero Crespo, quienes en ‘Primer Viaje a Loja’ y en ‘Excursión a Gualaquiza’, respectivamente, dan cuenta de sus observaciones botánicas; se realizaron también ensayos de cultivo de la variedad cinchona por parte de Carlos Ordoñez Lazo, Miguel Toral y José María Montesinos, en uno de los flancos de la Cordillera Occidental.

Mas en ese mismo siglo el Asia y otras regiones del Viejo Mundo comenzaron a producir abundante quina, aun de mejor calidad que la silvestre de nuestras repúblicas; se inundaron de este nuevo producto los mercados de Londres, Hamburgo y otros, llegando a ser ruinosa la inesperada competencia, cayó el antiguo negocio causando enormes pérdidas a muchos exportadores del artículo, según testifica Cordero Crespo, como resultado de que científicos y aventureros europeos, a partir de 1839, comenzaron a llevar plantas y semillas a fin de aclimatarlas y cultivarlas en otras regiones del orbe.

En lo que respecta a nuestro país, se anota que un tal mister Spruce encontraba en Guaranda e introducía en Europa y en las Indias Orientales la verdadera quina roja o Cinchona succirubra que era una de las especies más preciosas, constituyéndose en la base de las grandes plantaciones de la India. Los estudios y referencias en torno a la explotación y exportación de las cascarillas en el siglo XX son escasos y, de lo que conocemos, no se ha realizado un estudio sistemático en los archivos locales, en consecuencia, es un tema prácticamente inédito. Por su parte, Freile manifiesta que: “En los Andes del Sur del país se concentra la mayor diversidad de especies, y es allí donde vive Cinchona officinalis, la más célebre de las quinas por ser el origen de las portentosas cortezas amargas contra el paludismo”.

En el siglo XX las 2 guerras mundiales dieron oportunidad para que nuevamente despertara el interés por exportar cascarilla y esa es la razón de por qué hubo un nuevo hormigueo de gente por las selvas subtropicales en busca de este oro vegetal, cuanto más que en la Segunda Guerra, en la década del cuarenta, los japoneses estaban, luego de Pearl-Harbor, apoderados de Java, Sumatra y más islas orientales de donde ni europeos ni norteamericanos podían sacar la cascarilla.

La explotación de las cascarillas superó el corte y envío al exterior de las cortezas; en efecto, en 1937, el Director de la Escuela Superior de Minas de la Universidad de Cuenca, manifiesta que: “el Sr. Ingeniero Onitchenko, Profesor de Química General e Industrial, ha levantado ya en esta ciudad de Cuenca una fábrica de quinina con capacidad para fabricar diariamente unos 2 kilos de este específico tan necesario para la salubridad de nuestras zonas tropicales”.

Una segunda fábrica de quinina existente en esa época en la ciudad fue la denominada Montana, de propiedad de la sociedad Kranner-Eisenberger. Judíos alemanes que habían ingresado al país hacia 1941 huyendo de la persecución nazi. Esta fábrica sufrió 2 incendios, el primero en su sede situada en el Batán y luego en la calle Tomás Vega —hoy Pío Bravo a pocos metros del Convento de los Salesianos—, el 3 de octubre de 1942, según información proporcionada por Ágata Rodríguez B.  Ahora bien, al parecer, a partir de 1944, los entusiasmo del padre Semanate y las esperanzas de los fabricantes de quinina en el Austro, se fueron al traste, por obra y gracia del esfuerzo de los químicos norteamericanos Wood Ward y Derogan, quienes iniciaron el proceso científico a fin de obtener la quinina a partir de procedimientos sintéticos. Uno de los primeros recuerdos de mi niñez constituyen los amplios tendales levantados en la hacienda el Paso.

SE CONSERVAN LOS RECUERDOS DE LA CASCARILLA O QUINA

Aún se recuerda cómo se traía la cascarilla desde las montañas de Tutupali y el Ortega, a lomo de mula, todo esto desde la provincia de Zamora Chinchipe y los frecuentes viajes de nuestro padre a esos sitios en busca del preciado vegetal, en los años de la Segunda Guerra Mundial.

También queda en la memoria de mi hermano Adrián y de algunos primos el recuerdo de grandes montículos de una especie de aserrín, el mismo que estaba acumulado en una de las dependencias de la quinta Miguel Moreno, de propiedad de nuestro abuelo, en el barrio del Corazón de Jesús, esto en Cuenca; en la quinta se beneficiaba la cascarilla, posiblemente en una pequeña fábrica, de la que no ha quedado evidencia documental; solo en “la hijuela de partición de los bienes pertenecientes a la mortuoria del señor Francisco Carrasco Serrano” consta un rubro por la venta de la cascarilla de alrededor de 7.000 sucres, única prueba documental del negocio de la familia.

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