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Al fundarse Cuenca, la calle ya era un referente de la distribución de solares

La calle Santa Ana, un espacio que pronto quedará al descubierto

Esta es la calle Santa Ana, entre la Catedral y el viejo Seminario San Luis, que será abierta al público. Foto: Fernando Machado / El Telégrafo
Esta es la calle Santa Ana, entre la Catedral y el viejo Seminario San Luis, que será abierta al público. Foto: Fernando Machado / El Telégrafo
02 de agosto de 2015 - 00:00

La calle Santa Ana es una de las pequeñas arterias que se encuentran en el centro histórico de Cuenca, pero que por muchos años ha permanecido cerrada. Actualmente se realizan todas las adecuaciones para que en 2 o 3 meses se reabra.

Esta calle está situada entre la Catedral de la Inmaculada y el edificio donde antes se levantaba el viejo seminario San Luis que se incendió hace más de 2 años y que también lleva más del 90% restaurado.

Para el alcalde de Cuenca, Marcelo Cabrera, esta calle pasará a convertirse en un espacio peatonal: “Ahora hacemos una entusiasta propuesta para recuperar el espacio más valioso de nuestra ciudad”, dijo, y agregó que Cuenca debe ser una ciudad para niños, para adultos y para mayores y que los espacios públicos deben servir para la cohesión social.

Muchos de los ciudadanos que transitan por el parque Calderón ni siquiera saben que allí hay una calle denominada Santa Ana y que esta pronto servirá de conexión entre la calle Benigno Malo hasta la Padre Aguirre.

Esta pequeña vía se convertirá en un espacio peatonal con cafeterías, y estará bajo el cuidado y protección de la Guardia Ciudadana, a fin de que los visitantes también encuentren la confianza y puedan disfrutar de este entorno.

“Sería muy bueno conocer esta calle de la que tanto han hablado durante estos años”, comentó Marlene Sotomayor, una ciudadana que transitaba por el Parque Calderón de Cuenca.

La historia tras la calle Santa Ana

Según las investigaciones de Rolando Tello para la revista Avance, antes de que Gil Ramírez Dávalos le impusiera a Cuenca este nombre, el 12 de abril de 1557, Rodrigo Núñez de Bonilla ya se había instalado en ella como Encomendero de los cañaris, bautizándola como Santa Ana de los Ríos.

El nombre, según Tello, obedecía a la tradición religiosa de los españoles de dar un patrono del santoral católico a los pueblos que fundaban en América y que a la vez aludiese a una notable característica de los sitios escogidos: en este caso, la abundancia de aguas en el paisaje regado por varios ríos.

“Al fundarse la ciudad española el 12 de abril, la Calle Santa Ana fue un referente en la distribución de los solares. Ramírez Dávalos se adjudicó para sí dos cuadras: “la una a la parte, en la plaza pública de la dicha ciudad que la atraviesa una calle por medio que se dice la calle de Santa Ana y queda dividida la dicha cuadra, los dos solares de ella a una parte y dos a la otra…”, consta en el acta fundacional”, señala en uno de sus artículos publicados.

Todos los cronistas e historiadores que han aludido a los tiempos previos a la fundación y los que vinieron luego, hablan de la calle Santa Ana como una realidad anterior al 12 de abril de 1557. De aquí su valor histórico.

Junto con la calle, estaba también la acequia que aprovisionaba de agua a los vecinos y que fuera motivo de frecuentes inundaciones y problemas. “Juan Chacón en el estudio ‘Vigencia de la Calle Santa Ana’, da cuenta de un proceso judicial instaurado por las monjas carmelitas y de las conceptas, cuando se desvió el curso afectando a sus propiedades.

También, de que el 6 de junio de 1580 el cabildo ordenó que se vendan las calles questán a espaldas de la Iglesia Mayor” (sic), según se cuenta en el artículo. (I)

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