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El Telégrafo
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Las personas más retratadas provienen de los campos

El parque Calderón conserva a sus más fieles ocupantes

Con la llegada de nuevas cámaras, la fotografía cambió al mismo tiempo  que la  clientela se  reducía poco a poco.  Hace años  las  personas hacían fila para retratarse, pero ahora el número bajó de diez a cinco usuarios diarios. Foto: José Luis LLivisaca
Con la llegada de nuevas cámaras, la fotografía cambió al mismo tiempo que la clientela se reducía poco a poco. Hace años las personas hacían fila para retratarse, pero ahora el número bajó de diez a cinco usuarios diarios. Foto: José Luis LLivisaca
06 de abril de 2014 - 00:00 - Redacción Regional Sur

Si Marco Benenaula no hubiese perdido el primer año del colegio, el parque Calderón no conservaría a uno de sus más fieles ocupantes.  

Tiene 40 años dedicado a capturar imágenes en el parque central de Cuenca, en donde una sombrilla le protege de los rayos solares, a él y a sus ocasionales compañías, su  hija y su perro.

A sus 13 años tenía pensado ser joyero, pero  como se ‘comió’ un año de estudio, su padre, de quien aprendió el oficio, lo obligó a trabajar y ser un fotógrafo más del Calderón. Hoy su hija le ayuda a fotografiar cuando él descansa.

A pocos metros se encuentra Alejandro López, quien levanta de su cajón fotográfico un pequeño espejo y lo  ofrece a sus dos jóvenes clientas, además de una peinilla y agua. Ellas se miran y arreglan, mientras él alista su cámara y las espera en el sitio donde las piensa fotografiar. “Pónganse de ladito”, “sonrían”, “coloque la manito en la cintura”, son algunas de las recomendaciones que López da a sus clientes, pues asegura que, a más de fotografiar por varias décadas, dentro del oficio también ha tenido que aprender ‘tips’ para posar. Y es que si los clientes quieren que la foto salga bien, según López, deben hacer caso a sus sugerencias.

Tomás es el nombre de la mascota de Marco Benenaula, muchos buscan al perro para tomarse una foto y guardar un recuerdo.

A pesar de los años transcurridos, López es de las personas que mantienen frescos los recuerdos en su memoria. En 1962 empezó a fotografiar en el parque Calderón, en donde para ese entonces ya se encontraba Joaquín Melo, a quien considera uno de los primeros fotógrafos del Calderón y cuyo nombre consta en el libro Viaje a la memoria. Cuenca y su historia fotográfica, de Felipe Díaz Heredia. Además de ser la persona que le retrató por primera vez, a los 9 años, el día  que realizó su primera comunión.

Por las manos de Benenaula y López, quienes hablan de su labor de manera fluida y sin temores, pues indicaron estar acostumbrados a las preguntas, han pasado más de dos cajones fotográficos y más de 20 cámaras, de las cuales dijeron que aún conservan unas pocas.

Sus fieles usuarios durante todos los años de su labor han sido las personas provenientes del campo. Las largas filas en el Calderón para fotografiarse se han reducido con el pasar de los años, así como los momentos en que no había tiempo para que posen. Hoy, en sus mentes los recuerdos se conservan como en un archivo fotográfico, en donde ni el tiempo ni los años los han podido borrar.   

“La fotografía cambió en un 100%. Antes no había cámaras, usábamos un cajón para hacer y revelar las fotos.
Alejandro López
Fotógrafo del parque Calderón
Las fotografías en blanco y negro, los jueves de feria, la cámara Polaroid con la que hicieron los primeros retratos a color, esperar el revelado a color durante un mes, el temor de algunas personas al fotografiarse, son algunos de los abundantes recuerdos que guardan con cariño.

Cuando López inició esta labor había unos seis fotógrafos en el Calderón, el número aumentó  a diez cuando Benenaula empezó a fotografiar, debido a que los hijos de los retratistas también aprendieron el oficio, en la mayoría de los casos, forzados por sus padres. En la actualidad, el número se redujo a cuatro y entre ellos se encuentra Susana Merchán, a quien sus compañeros consideran la ‘nueva’.

Desde hace siete años ocupa el puesto que le dejó su esposo, Celso Benenaula, y aunque al inicio no estaba cómoda, hoy se siente parte de los fotógrafos del Calderón. Cuando la necesidad supera la vergüenza, según Merchán, todo se aprende.

Hoy cada uno ocupa las esquinas en el interior del parque, el cual se ha convertido en un enorme álbum que guarda en sus espacios los momentos vividos de los fotógrafos y de la ciudadanía, desde que la fotografía era una novedad hasta que se convirtió en un oficio habitual que puede ser realizado y disfrutado, tanto por un niño como por un adulto.

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