'Viejos Malditos', un film que duele, conmueve y obliga a mirar lo que evitamos
La primera vez que vi a un gato convulsionar por veneno no fue en una pantalla, fue en la sala de mi casa.
Ella estaba sobre el piso con las patas rígidas, los ojos enormes y su saliva invadia su cara. Alguien en el barrio dejó raticida en el patio. No sé si por descuido o con mala intención. Para mi gata, la diferencia no importó.
Esa escena, tan doméstica y tan cruel, regresa a mí en pleno cine, mientras veo la película nacional 'Viejos Malditos'. Miro que una vecina coloca veneno como anzuelos para acabar con la vida de Simón, el gato cooprotagonista del film. Esa acción genera un nudo en mi garganta. Me imagino el desenlace y prefiero cerrar los ojos. Simón no corre con la misma suerte que mi gata. Respiro, me acomodo sobre la butaca y la película continúa.
El gato que sostiene una película

'Viejos Malditos', dirigida por Xavier Chávez, se anuncia como una comedia dramática. En realidad es un espejo incómodo. El protagonista es Elías, un viejo viudo, duro, cansado, que pelea contra el silencio de la casa, contra un hijo que quiere venderlo todo, contra un barrio que apenas encaja. Y en medio de ese derrumbe emocional aparece Simón, un gato callejero que maúlla, exige, rompe la calma artificial y le recuerda que aún late algo dentro de él.
El cine ecuatoriano rara vez pone a un animal en el centro de la historia. Aquí sí.
Simón -interpretado por Rebeca, una gata rescatada- funciona como un detonante, un espejo y un salvavidas emocional, nada lejos de la realidad. La película trata al felino con dignidad: no es un accesorio tierno, es el motor narrativo.
Los viejos de la vida real
Elías, el viejo malhumorado de la película, no vive solo en la ficción. En Ecuador, el último censo de población registró 1.520.590 personas de 65 años o más, es decir, el 9% de la población total. Más de la mitad son mujeres.
La vejez deja de ser anécdota. Se convierte en tendencia: las proyecciones del INEC señalan que para 2050 la población adulta mayor se triplicará y habrá 125 personas mayores de 60 años por cada 100 menores de 15.
Mientras en el cine veo a Elías enfrentarse a la soledad y al desinterés de su propio hijo, recuerdo otra cifra que pesa: un estudio sobre la situación de los adultos mayores en el país indica que 14,6% de los hogares en Ecuador tienen a un adulto mayor viviendo solo y que cerca del 15% de personas de 60 años o más sufren negligencia, maltrato o abandono.
Es decir: uno de cada seis abuelos y abuelas vive con algún tipo de violencia, muchas veces dentro de su propia casa. La soledad de Elías no es metáfora, es estadística.
La película muestra un adulto mayor que la sociedad reduce a un 'Viejo maldito'. La frase funciona como título de film, pero en la vida real también se convierte en sentencia. Cada vez que la sociedad infantiliza, ridiculiza o ignora a sus viejos, un Elías cualquiera pierde un poco más de ganas de seguir.
Desde la butaca, mientras el actor Jaime Bonelli sostiene la pantalla en una de sus últimas apariciones antes de su muerte, pienso en los adultos mayores que venden caramelos cerca de los semáforos, en los que se equivocan de bus y reciben insultos. La película me los trae a la memoria con la misma fuerza con la que me recordó a mi gata convulsionando.

La película como fuente de trabajo
Mientras Elías y Simón sostienen la historia, detrás hay otro sostén invisible: la gente que hizo posible el rodaje.
'Viejos Malditos' movió cámaras, luces, arte, vestuario, transporte, comida, edición, producción. Cientos de personas trabajaron durante meses para que esta historia exista. Ver cine nacional es, también, reconocer que toda esa cadena vive de cada entrada vendida.
No es discurso patriótico barato. Es realidad: cuando un largometraje ecuatoriano logra llegar a cartelera, ya sobrevivió a la falta de fondo.
La película existe porque alguien insistió en contarla.
Y porque, quizá sin querer, nos pone frente a los dos descuidos más normalizados del país: los adultos mayores y los animales callejeros.
Por qué ver 'Viejos Malditos'
La respuesta no se agota en “porque es cine nacional”. Va más allá.
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Porque sostiene trabajo local
Esta película movilizó a decenas de profesionales ecuatorianos y argentinos: técnicos, actores, productores, transportistas, montajistas. Forma parte de una industria que lucha por mantenerse en un mercado saturado de estrenos extranjeros. Tu entrada financia futuras historias contadas desde aquí. -
Porque pone a los adultos mayores en primer plano
No como abuelitos tiernos de comercial, sino como personas completas: iracundas, cansadas, vulnerables. En un país donde el 9% de la población ya supera los 65 años y la cifra se triplicará en pocas décadas, resulta urgente mirar a la vejez con honestidad, sin filtro suave. -
Porque cuestiona el abandono y el maltrato
'Viejos Malditos' vincula dos formas de desecho: el humano y el animal. La vecina que pone veneno en el plato del gato se parece demasiado a esa sociedad que deja a millones de adultos mayores solos, pobres o maltratados. -
Porque rescata la potencia de los gatos
Simón no es un accesorio tierno, es motor narrativo. Representa a los cientos de miles de gatos sin hogar que la ciudad ignora. Verlo en pantalla invita a una pregunta incómoda: ¿cómo trato yo a los animales que me rodean?. -
Porque duele y también provoca risa
La cinta combina humor negro con escenas que abren el pecho. No sermonea, no da lecciones morales, se limita a mostrar a un viejo y su gato en un barrio cualquiera. Y en ese retrato se cuelan nuestras propias contradicciones.
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