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El regidor respalda al expresidente Lula y dice que es atacado por haber defendido los intereses del país

Alcalde de Sao Paulo: “No sabemos si las élites quieren que a Brasil le vaya bien”

Fernando Haddad es criticado por convertir a Sao Paulo en una urbe donde el automóvil pierde relevancia contra la bicicleta. Foto: brasil247
Fernando Haddad es criticado por convertir a Sao Paulo en una urbe donde el automóvil pierde relevancia contra la bicicleta. Foto: brasil247
04 de agosto de 2015 - 00:00 - Pablo Giuliano. Corresponsal desde Sao Paulo, Brasil

Fernando Haddad, ‘El Tranquilo’, como le dicen, está en calma pero sorprendido. Atiende a EL TELÉGRAFO y otros corresponsales de medios extranjeros en la sede de la alcaldía de Sao Paulo apenas algunas horas después del atentado con una bomba contra el Instituto Lula, dirigido por su jefe político, el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva, ocurrido el viernes pasado. “Esto forma parte de la cultura de la intolerancia, que en forma inédita hoy se ha introducido en la sociedad brasileña. En estos momentos los demócratas debemos estar unidos. Aún existen resquicios autoritarios en 30 años de democracia”, dice Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT). Hace dos semanas estuvo en el Vaticano con el Papa Francisco para abordar asuntos urbanos: “La encíclica de Francisco rescata lo que es el debate actual de las ciudades, el abordaje social y ambiental, los dos juntos y al mismo tiempo”.

En 2012 ganó las elecciones municipales de la mano de Lula, del que fue ministro de Educación y responsable por las acciones afirmativas que permitieron el ingreso a niveles masivos de negros, pobres e indígenas (la mayoría del país), pero desde 2013 fue el epicentro de las protestas juveniles -a causa del transporte público- que luego se extendieron por todo Brasil y reforzaron a la oposición derechista. “En educación estábamos en 2003 en la cola de América Latina, ahora estamos arriba del promedio”, subraya el exministro de Lula.

La gestión de Haddad y su candidatura a la reelección el próximo año están bajo la sombra de aspectos externos a su figura: el escándalo de corrupción en Petrobras que afecta al PT, a sus aliados, al gobierno de la presidenta Dilma Rousseff y la crisis económica. “Tenemos una sobreposición de crisis, política, económica y una tercera asociada a la lucha contra la corrupción”.

Pero también Haddad, un intelectual graduado en Derecho, Economía y Filosofía de la Universidad de Sao Paulo (USP) es criticado por convertir a esta colosal metrópoli en una urbe donde el automóvil pierde relevancia contra la bicicleta y el transporte público y crecen los modelos solidarios de gestión en vivienda y en conflictos metropolitanos. Por eso, gran parte de los medios conservadores lo tienen contra las cuerdas.

“No deja de ser espantoso que muchos medios de comunicación se hayan puesto en forma violenta del lado de la barbarie. Estar en contra de estas medidas es estar a favor de la barbarie”, dice, al criticar a quienes no se sentían shockeados al ver las fotografías de los autobuses presos en el infernal tránsito de 6 millones de vehículos en Sao Paulo y ahora critican las ciclovías y los corredores de autobuses. “Es una campaña sistemática”, sostuvo. Al punto que 3 de sus competidores opositores serán presentadores de televisión, uno de los cuales reclama la pena de muerte desde su programa de amarillismo policial.

Haddad enumera sus logros: su gestión aplicó métodos de transparencia reconocidos internacionalmente que ya recuperaron unos 70 millones de dólares en dinero desviado, redujo la publicidad oficial un 30% y la deuda de la mayor ciudad del país, generalmente dominada por los conservadores, en un 40%. Además de los cambios de movilidad urbana, aplicó planes similares a los de Holanda para los adictos al crack y ocupación de estacionamientos de automóviles de espacios para la convivencia, llamados parklets, como en San Francisco. El otro punto es la mayor contratación mundial de iluminación pública de Led, con 600.000 artefactos. Y Sao Paulo fue elegida como la número 1 de América Latina en el ecosistema para la creación de empresas de innovación tecnológica o start-up. La ciudad aporta el 12% del PIB a Brasil.

La ciudad de Sao Paulo es uno de los mayores escenarios de la desigualdad brasileña y de la lucha de clases clásica: allí se pergeñó la industrialización del país a inicios del siglo XX dando fin al ciclo del café, con lo cual se creó una burquesía que se colaba a la vanguardia del país, pero a la par nació la mayor clase trabajadora y sindical de tipo urbana. En términos estéticos se la comparó con New York, Frankfurt. Es una usina de cultura y de la idea de ‘progreso’ en medio del concreto de un país cuya cultura varía entre el mar y la selva. Y es el mayor destino turístico del país, sobre todo por la cultura y negocios, superando a la maravillosa Río de Janeiro, ubicada a apenas 420 kilómetros.

Dice Haddad sobre las críticas que recibe por parte de los medios opositores y la clase dominante: “La élite es complicada, todavía no sabe si quiere que a Brasil le vaya bien o no. Es una lucha constante. Yo prefiero tomar las medidas que considero correctas sin mirar encuestas. Porque la política es hacer lo que las personas aún no saben que quieren. De otro modo deberíamos gobernar pidiendo encuestas”.

“Si uno es rehén de las encuestas y de lo que dicen en la radio o en la tv, no se podría gobernar”, sostiene y cita sus políticas de inclusión de travestis, la ampliación del presupuesto educativo y las acciones para proteger a las mujeres de la violencia de género.

El alcalde ha analizado la ola conservadora que se ha instalado en el país desde 2013. Ante una pregunta de EL TELÉGRAFO explica que es momento de “radicalizar la lucha contra la corrupción”, el tema que domina la agenda del país con la causa judicial de sobornos en  Petrobras y en la eléctrica Electronuclear por parte de dirigentes de empresas constructoras como Odebrecht y Camargo Correa que alimentaban legal o ilegalmente campañas electorales con dinero sospechoso.

“El combate a la corrupción debe radicalizarse”, y explica lo que ocurre en Brasil, con ondas que piden la destitución de Rousseff pese a que no hay acusaciones en su contra: “Existe una sobreexposición de crisis, con lo cual es difícil discernir. Hay una crisis de naturaleza económica que puede ser superada con medidas, una crisis  política con la alianza de gobierno que no está bien coordinada, y una crisis asociada a la lucha contra la corrupción, con personajes prominentes y de varios partidos. Es necesario que el comité de crisis sea eficaz. Es cierto que la visibilidad de este caso es mayor que los escándalos que afectan a otros partidos y gobiernos. Y de hecho afecta al gobierno federal porque se asocia a la empresa estatal, con quien gobierna el país. No hay cómo no enfrentar fuertemente a la corrupción. Lo estamos haciendo”.

Haddad sostiene que el expresidente Lula está siendo atacado por haber defendido los intereses de Brasil. Se refiere a la apertura de una investigación de un fiscal de Brasilia que considera que hizo lobby para empresas constructoras en el exterior. “Si eso fuera un delito, todos los presidentes de Estados Unidos deberían estar presos. Lula llevó a la promoción de Brasil en general a cumbres de integración en América, con los africanos”.

- ¿Y el PT va a sobrevivir a esta crisis?

- El PT va a sobrevivir porque tiene raíces muy fuertes, es un producto de acción de millones de personas que forjaron el partido, es el único partido grande que nació en las bases. Y esas bases van a preservarlo. Puede ser que por un tiempo pierda importancia, como ocurrió en España con el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), pero la base social del PT es muy sólida.

Haddad, el profesor ‘Tranquilo’, convive en una ciudad con cultura del automóvil, al estilo Detroit, con movimientos artísticos gigantescos, más de 1.000 favelas en torno al centro de la ciudad y una clase media y alta dominada por el discurso neoliberal. Esa puja distributiva formó parte de las manifestaciones de 2013 que llevaron millones a las calles. Para Haddad, los conservadores han vencido en las calles contra los movimientos sociales que reclamaban asuntos concretos. “Algunas manifestaciones tenían una impronta de la última década del PT. Muchos pedían más derechos, pedían que la política pública se abriera más para conquistar más derechos. Y otros salían para decir que Brasil había ido demasiado lejos, que los negros estaban en la universidad por primera vez, que no podía ser que los pobres llenaran los aviones viajando,  que la inclusión fuera una realidad. Este segundo grupo llevó la mejor parte y así se reflejó en el actual Congreso”.

Haddad sostiene que esta élite que no sabe si quiere que a Brasil le vaya bien “tuerce la nariz” en Sao Paulo, ciudad afincada en la inmigración europea, con la llegada de nuevos inmigrantes de África o Haití, en el marco de la política de acogida del gobierno. “El ambiente -analiza- está revuelto. Es necesario trabajar para reforzar la democracia. Hay una suerte de histeria de muchos que es propia de una histeria de estar solo. Por falta de un amigo. Por eso hay que dialogar dentro de la democracia”, narra, en clave, sobre cómo las redes sociales se corporizan en las calles cuando no existe tendencia al diálogo.

Ante la ola de intolerancia y de cierto ‘macartismo’ contra todo lo que pueda sonar de izquierda o progresista, para Haddad no alcanza con la educación formal, sino con profundizar el debate político. “La cuestión es política. La educación formal te puede llevar a un desastre si la política es equivocada, la política puede promover la destrucción más allá de la educación formal”. (I)

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