Grandes plumas: José Santiago Castillo C.
Los ecuatorianos en la guerra
A la larga lista de compatriotas, que, arrastrados por sus simpatías e ideales han combatido y combaten en los campos de batalla de Francia, hay que agregar hoy un nuevo nombre: Víctor Manuel Egas. Hijo de nuestras montañas, nacido en Otavalo, salió muy joven de la patria para entrar en un seminario de Santiago de Chile, que solo abandonó después de haber celebrado su primera misa…
Cuando en 1917, los Estados Unidos declararon la guerra al imperio alemán, el doctor Egas hacía nueve años era cura párroco de una pequeña población de Texas, donde construyó la primera iglesia católica. Pronto llegó hasta su apacible parroquia el eco del clarín de guerra y presenció el desfile de sus feligreses que, uno a uno, se enrolaban voluntariamente a las tropas expedicionarias.
Hace una semana me escribió una carta de despedida. Ese mismo día salía para el frente de batalla a cumplir el más humanitario de los deberes: Cerrar los húmedos párpados del esposo…, del hijo…, del hermano.
París, abril 29 de 1918. José Santiago Castillo (Josancas)
Algo más del personaje
Nació y murió con el arte del periodismo
Inició sus estudios en los mejores centros de enseñanza de Guayaquil: la escuela San Luis Gonzaga y el colegio Vicente Rocafuerte.
Por sus conocimientos fue llamado por el Gobierno para desempeñar funciones en el Consulado de Ecuador, en París en 1916.
En 1919, una vez finalizada la Primera Guerra Mundial, retornó a Guayaquil.
Dos años más tarde, en 1921, EL TELÉGRAFO se constituyó en compañía anónima, él fue designado gerente editor.
Para 1933, creó la revista Semana Gráfica con la ayuda de Adolfo H. Simmonds.
La radio de Diario EL TELÉGRAFO se inauguró durante su administración. Recibió el premio María Moors Cabot de la Universidad de Columbia por su labor en el diario en 1935. (I)