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El Telégrafo
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Guayaquil se reafirma en sus ritualidades católicas

Guayaquil se reafirma en sus ritualidades católicas
30 de marzo de 2013 - 00:00

Por qué y para qué los ecuatorianos acuden a la procesión del Cristo del Consuelo son dos interrogantes de las que se obtienen respuestas simples y lacónicas, pero a la vez difíciles de expresar con palabras.

En una mañana que a las 06:30 amenazaba con ser soleada, pero que con el pasar de las horas se nubló, miles de católicos concurrieron a la peregrinación más popular de Guayaquil, que partió de las calles Lizardo García y la A.  

En la procesión del suburbio, donde cada año no faltan los afectados por la conglomeración (hasta las 10:00 hubo alrededor de 20 atendidos por asfixia y deshidratación), ayer nuevamente se evidenció que a pesar de que casi no se puede tocar ni ver la tradicional imagen, no mengua la asistencia.  

La escena de Milton Villón sacándose los zapatos deportivos para pisar descalzo el suelo a 31 grados centígrados simboliza la devoción del pueblo católico. ¿Para qué hace eso? “Por la fe. Dios me ayuda después”, trata de explicar Villón, de 45 años; hace 7 concurre, sin falta.

Villón asegura que hace tres años pidió en la procesión que su hijo mayor, que no trabajaba ni estudiaba, sea más productivo para la sociedad, lo cual se le cumplió. “Era lo que se dice un vago. Pero ahora tiene trabajo y una familia. Ahora está intentando tocar la cruz allá atrás. Eso lo hizo Dios”.

Mientras pasa la extensa caravana con la imagen, cuyo recorrido a paso lento se prolonga hasta el mediodía, los moradores desde las ventanas la siguen con la mirada fija.

Otros  asistentes prefieren vivir la experiencia de manera diferente. Antonio Montoya, de 44 años de edad, adquirió hace cinco años una cruz de madera de  1,90 m para cargarla, paralelamente, con su hijo adolescente, durante todo el trayecto. ¿Por qué hace eso? “Devoción, por la salud, por el trabajo, por la familia”, resume su acto Montoya, quien solo en una ocasión ha podido tocar al Cristo. “Es difícil hacerlo”, expresa. Sin embargo, aquello no importa para él, pues considera que lo trascendente es estar ahí.

En la multitud de católicos, que según las estadísticas del censo nacional asciende al 80%, así como los creyentes, abundaron los comerciantes, algunos de los cuales vendieron hasta palmas de cera (a $0,25), cuyo comercio está prohibido por las autoridades ambientales.

No obstante, hubo algunos vendedores que cumplieron con la doble función de comerciante y devoto. Jacinto Aguirre, de 46 años de edad, recorrió la procesión en un triciclo para personas con discapacidad, en cuya parte trasera colocó 24 botellas de agua, para la venta. ¿Por qué está allí? “Por la salud”, responde Aguirre, quien a causa de la polio luce postrado en ese vehículo mecánico de tres ruedas. “Pero puedo pararme”, confiesa este hombre que de acuerdo al pronóstico de los médicos no podría volver a caminar. “Creo que fue Dios el que lo permitió”, agradece al Cristo del Consuelo. Tampoco él ha podido tocarlo en todo el trayecto.

A medida que la imagen avanzaba, chorros de agua eran lanzados por el Cuerpo de Bomberos de Guayaquil para refrescar a los devotos. Con ello también se anunciaba que la imagen se acercaba a su destino final, la iglesia Espíritu Santo (Azuay y Gallegos Lara).  

Entre los que se acercaron primero al templo estuvo Michel Estrada. De su  cabellera ensortijada sobresalían franjas rojas. Ella no había acudido antes al evento religioso. Michel, una trans femenina de mirada esquiva y respuestas escuetas, concretó que acudió para pedir por todos. “Todos somos hermanos. Pido felicidad”.

En cambio Graciela Riera, de 57 años y atuendo indígenas, viajó desde Cuenca con 4 miembros de su familia para estar en la marcha. “Estoy aquí para agradecer a Dios lo que me ha dado. El año pasado, después de que vine por primera vez, el negocio familiar de aluminio tuvo más acogida”, dijo Riera, de llamativa pollera roja y sombrero de paja.

Sin embargo, por primera ocasión, antes de que la procesión llegue a la iglesia,  aguardaba un grupo de evangélicos, quienes -con carteles- calificaron de idolatría la manifestación católica. Para evitar altercados, la Policía Nacional intervino para retirar a los evangélicos.

GUAYAQUILEÑOS "BUSCARON" A JESÚS POR SIETE IGLESIAS

Resultó ser una noche calurosa, típica de este invierno. La humedad fue incómoda, mas no un obstáculo para Joe Espinosa, quien se apostó en la Catedral. El ir y venir de los feligreses fue incesante y el esquivar a los grupos de oración resultó ser la única forma para entrar al templo.

Espinosa se arrodilló por 25 minutos: "Es para pedir un favor especial y dar gracias por las bendiciones recibidas", dijo al cumplir con el recorrido de las siete iglesias.

Al igual que Espinosa, miles de porteños se lanzaron a las calles para recorrer esta cantidad de templos para, de esa manera, recrear pasajes bíblicos que refieren la búsqueda que realizaron los seguidores de Jesús, quien después de ser arrestado, fue traslado de un sitio a otro hasta ser enjuiciado, sentenciado y castigado. "Ahora somos nosotros los que buscamos al Señor. Ahora lo estamos acompañando en su calvario", aseguró Jackeline Endara mientras apretaba con fe su rosario en la iglesia La Merced.

De esta manera no fue extraño ver procesiones improvisadas de personas que querían visitar las iglesias San José, San Alejo, Santo Domingo, San Agustín, y San Francisco, entre otras.

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