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El Telégrafo
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La danza fluye en escenarios independientes

Foto: Santiago Aguirre
Foto: Santiago Aguirre
28 de septiembre de 2014 - 00:00 - Daniela Moina

La comunicación, para el ser humano, se convirtió en una necesidad imperiosa; el lenguaje hizo que cada comunidad pueda estructurar un conjunto de paradigmas compartidos y que las subjetividades, de alguna manera, se relacionen. La danza —también como lenguaje— ha aportado al conocimiento del cuerpo y de la estética.

En países latinoamericanos, con frecuencia, se ha procurado imitar los modelos europeos o norteamericanos en el arte de hacer danza. Sin embargo, cada región tiene sus propias formas de expresión, cuya riqueza no siempre es valorada. En este sentido, la búsqueda de nuevos espacios de creación y de enseñanza es un camino para dar a conocer esta disciplina.

Para Fausto Espinoza, bailarín y maestro de danza contemporánea, los espacios independientes son primordiales dentro de las artes en general, sobre todo, como una forma de apelar a la creatividad sin encasillarse en los modelos foráneos. “Nos hemos pasado 40 años dándonos la vuelta en lo que no corresponde”, afirma.

En este sentido, la danza ha experimentado una inclinación eurocentrista, sin tomar en consideración los paradigmas y cualidades ecuatorianos. Advierte que “no hay una forma específica de hacer danza”. Se trata, en todo caso, de una búsqueda personal, a través del cuerpo. En esta búsqueda, Fausto abrió un nuevo ciclo de talleres que encajan en el terreno de lo independiente. El objetivo es conformar más espacios de acercamiento a la danza. De esta manera, son una opción frente a las escuelas formales en donde suelen sobresalir los talentos extranjeros.

El propósito de estos talleres es que cada estudiante descubra sus propias capacidades corporales, así como sus limitaciones. “Se debe enseñar lo que uno es, no lo que uno aprendió” sostiene sin descartar los estudios académicos que apoyan la experimentación dentro de una sala de ensayos.

Quizá hallar el equilibrio entre la experimentación corporal y la aplicación de la técnica sea el reto de los artistas. Según Fausto, la educación formal —que aún es incipiente en este campo— genera licenciados en arte y no artistas.

“Un artista se forma a partir de los valores y de la entrega de cada persona. Sin embargo, es conveniente que tenga conocimientos académicos” reitera.

En este sentido, las clases se plantean como una suerte de ruptura. Es un conjunto de propuestas alejadas de la idea de sincronía que, con regularidad, muchos están acostumbrados a ver en las grandes compañías de danza. Este concepto tan arraigado busca nuevos movimientos que se acerquen a la vida y a la identificación con el otro, más allá de la técnica.

“Ya es hora de apelar a otras cosas, el unísono no siempre es sinónimo de calidad. La colectividad se expresa en el ritmo de la respiración y de la energía”, asevera.

Hallar los espacios para estas actividades ha sido una lucha constante y aunque se han logrado varios de ellos en sitios como el Centro de Artes Contemporáneas o algunas de las salas de la Casa de la Cultura o bien en lugares privados, para Fausto queda más por hacer. “Hemos traspasado la frontera de la tolerancia, pero aún no conseguimos un medio óptimo para este trabajo”, reitera.

El costo del aprendizaje

Fausto, como muchos otros maestros, se ha encontrado con una problemática: la gente no paga por aprender a bailar. Si bien es cierto que el acceso a los espacios públicos debe ser gratuito, aún no se ha tomado en cuenta lo que invirtió el maestro en aprender este arte. “Es una irresponsabilidad decir que no hay plata para estudiar danza”, comenta enérgicamente. Es por eso que, por ejemplo, el espacio utilizado en el Centro de Arte Contemporáneo es gratuito. Aun así, los maestros han fijado una colaboración en retribución a su trabajo.

Hoy por hoy, los espacios independientes buscan ampliar su alcance con el afán de que el arte no se perciba como un ‘bien de lujo’, sino como una necesidad intrínseca del ser humano de comunicarse de diferentes maneras. “Una comunicación que permita definirse desde adentro y no desde la perspectiva ajena. “Soy ecuatoriano, este es mi cuerpo, estas son mis capacidades y mis limitaciones”, concluye.

Para muchos artistas, el arte de la danza consiste en vivir, a plenitud, una disciplina que consigue mantener la conciencia sobre el cuerpo, el espacio y el tiempo del individuo en la sociedad. De esta manera, se da paso a un cambio de pensamiento y de sensibilidades.

Sobre las tablas:

Los espacios dentro del Centro de Arte Contemporáneo son: clases de danza contemporánea para avanzados: lunes, miércoles y viernes de 10:00 a 11:30.

Las clases de creación en danza no convencionales se realiza de martes y jueves de 17:00 a 19:00.

Está previsto que del 29 al 3 de octubre se realice un seminario intensivo de Danza Contemporánea de 11:30 a 14:00.

La danza es un arte que configura nuestra identidad cultural. Allí radica su riqueza y, por lo tanto, requiere apoyo. El bailarín no busca una pieza finalizada. Hay un deseo de exploración.

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