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El Telégrafo
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Los habitantes de este cantón no quieren regresar a sus hogares por el temor a las réplicas

Entre parques y veredas los choneros intentan descansar

En el portal de la familia Moreira duermen más de 10 personas, quienes encuentran mayor seguridad al descansar en un colchón en el piso que en sus camas.
En el portal de la familia Moreira duermen más de 10 personas, quienes encuentran mayor seguridad al descansar en un colchón en el piso que en sus camas.
Foto: Miguel Castro / El Telégrafo
20 de abril de 2016 - 00:00 - Mario Rodríguez Medina

El molestoso sonido de una planta eléctrica portátil irrumpe en la madrugada chonera del martes. El cantón estaba hasta ayer sin energía y este generador abastece a más de 200 personas que pernoctan en la plaza Sucre, tras perderlo todo en sismo del pasado sábado.

El funcionamiento del generador significa para esta gente una señal de vida, pues los saca de las tinieblas. A la planta se conecta un congelador, en el que estas personas tienen agua y alimentos. Además está un foco, que en la penumbra de es visible a varios metros.

Es tarde y más de uno no puede dormir. Quienes logran conciliar el sueño se despiertan varias veces. A partir de la 01:00 recién hubo tranquilidad en este refugio forzado que hicieron estas personas. Para ellos, dormir en su casa no es una opción, dice Tito Triviño, quien cuenta que su casa no tuvo mayores daños, pero que está pernoctando en el parque central de Chone para cuidar su negocio: un bar de venta de batidos y tostadas ubicado diagonal a la iglesia. Aunque la localidad está calmada y resguardada, teme los saqueos.

Por su parte Arturo Castro y su familia temen que su casa caiga, ya que la estructura quedó debilitada tras el terremoto. Él también está en un refugio, ubicado en otro parque del cantón. El lugar no es un albergue provisional autorizado, pero las personas prefieren dormir a la intemperie.

Luego de 3 días del terremoto, los habitantes de Chone siguen en  ‘shock’, pero unidos. “Más unidos que nunca”, aseguró Wilmer Muñoz, quien mientras el párroco Vicente Saeteros daba la misa a las afueras de la iglesia San Cayetano dialogaba con sus compañeros de lucha en Ángel Rodríguez y Wilmer Moreira. Aunque ya han dicho su historia de cómo fue el momento del sacudón, la repiten entre sí una y otra vez. Es que para ellos fue volver a vivir.

A ello se agrega que todos sienten las réplicas. “Yo pensé que se venía de nuevo un terremoto, pero ahora ya estaba preparada y listo ante todo”, comentó Rodríguez.

Los tres se quitaron la tensión con un cigarrillo. Se mostraban todavía nerviosos. “Nunca en mi vida me había pasado algo tan feo”, dijo Muñoz, quien tenía en su cabeza su casco para moto, para estar más protegido.

Tras el acto religioso, más de una persona se acercó al sacerdote para recibir la bendición.

Triviño, por su parte, expresó que existe unión entre quienes están en el parque. Los niños, cansados de jugar, se duermen temprano. Pasadas las 22:00, un grupo de alrededor se toma tiempo para orar.

De vuelta a la madrugada, tras escasas horas de descanso, a las 04:38, ya hay personas de pie, dando rondas en el sector. Uno de ellos es José Zambrano. Su casa está con las paredes cuarteadas.

“Un terremoto no da chance de nada”, dice este chonero, quien acota: “A mis 67 años nunca había vivido algo igual. Frente a mi vivienda murió una señora y yo no quiero pasar lo mismo”.

Cuenta que durmió inquieto por la posibilidad de que haya una réplica fuerte. “Ayer (el lunes) hubo dos temblores fuertes”. En Chone el servicio de agua potable se restablece de a poco. La energía eléctrica, cuando son las 05:47 ha vuelto a escasos sectores, pero a la zona céntrica no.

En el barrio San Felipe, a pocos metros del río Chone, la situación es similar a la de la plaza Sucre. 25 integrantes de la familia Robles y Acosta durmieron en el portal de su casa. Kimberly, de 20 años, no afloja su maleta para nada. “Yo confío en que Dios me cuidará, pero tengo mi mochila con ropa y artículos de primeros auxilios para ayudar a alguien en caso de emergencia”, precisó.

Su hermana, María Alejandra Robles, lo perdió todo en su casa, ubicada en el sector de Las 2 Bocas. En su desesperación por salir con sus 4 hijos, resbaló y se fracturó la pierna derecha. “Estaba desesperada, tirada en el suelo y sin ver a mis hijos; además estaba lloviendo fuerte. Ya cuando supe que mis hijos estaban bien, me tranquilicé un poco”, cuenta.

En primera instancia, esta madre de familia de 28 años no tenía cómo ser trasladada a un hospital, para que su lesión sea atendida. Después de dos horas del terremoto, miembros de la Policía la sacaron en una hamaca.

“Nos reunimos con la familia desde el primer momento para soportar esta catástrofe”, indica Kimberly. “Los negocios están destruidos, la situación es lamentable. Hay comida para pocos días. Nosotros tenemos una carnicería, pero ya hay productos que se han perdido. Saldremos adelante, confiamos en Dios”. En San Felipe se han caído 5 casas y otras están por colapsar. Una de ellas es la de Jacinta Moreira. El suelo se hundió unos 60 centímetros. Empieza a amanecer  y los ciudadanos esperan la hora de volver a la normalidad. (I)

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El servicio eléctrico de a poco empieza a normalizarse en Manta

Bomberos rescatan 3 sobrevivientes más en el centro comercial Felipe Navarrete

57 horas estuvo atrapada Katty Rezabala entre los escombros del segundo piso del centro comercial Felipe Navarrete de Tarqui. La edificación colapsó el pasado sábado en que ocurrió el terremoto entre Pedernales y Muisne. Su rescate se dio la madrugada de ayer.

“Sigue acostada, no te levantes”, eran las palabras que los bomberos de Quito le decían a Katty. La joven de 21 años, mientras la sacaban, habló y les indicó: “Ñaño, ñaño, allá abajo hay cuatro...”. Luego de segundos dijo: “Por donde tú me sacaste, allí están los otros chicos”.  

Los socorristas sacaron en la misma madrugada a Yadira Reyes (30 años) y Nicolás Pincay (33).

Ellos fueron trasladados hasta el hospital Rafael Rodríguez Zambrano, mientras Katty dormía en una de las camillas. Su madre Obita Rezabala, a un costado, sentada en una acera la contemplaba. La progenitora pidió que no le pregunten nada a ella porque se desespera. “Recién tenía una semana de trabajar en el Felipe Navarrete”, dijo la mujer que habita en el sector El Prado.

Desde la noche del terremoto Obita estuvo preocupada, porque ya eran las 21:00 y su hija no llegaba. Entonces fue cuando el enamorado de la joven llegó a la casa diciendo que el edificio se desplomó.

Desde ese momento la madre se mantuvo en los alrededores de la zona del desastre. “Ya no soportaba, me quería volver loca. Ya no era nadie; incluso con las réplicas yo gritaba el nombre de mi hija… me llevaron a donde mi mami, lloraba”.

La madrugada de ayer le indicaron que su hija había sido rescatada. “Ella solo tiene golpes. Es un milagro; se la recomendé a la Virgen de Monserrate y a la de Guadalupe”, sostuvo.

A esta zona también llegó el presidente de la República, Rafael Correa, para solidarizarse con las personas asiladas en las casas de salud.  El gobernante se dirigió hasta el coliseo de la Liga Cantonal de Manta junto con el vicepresidente Jorge Glas.

Hasta el centro médico local están llegando las medicinas e insumos, así como las donaciones de otras regiones.

El día del terremoto, las autoridades ordenaron la evacuación de los pacientes del edificio. La casa de salud estaba al 80% ocupada de enfermos de distintos cantones.

Desde la gerencia del hospital se informó que se estableció un área a la intemperie para atender las emergencias, lugar que había sido identificado antes en simulacros. En el sitio se cuenta con apoyo de dos clínicas móviles quirúrgicas donde se hacen cesáreas, cirugías primarias y algunas de traumatología.

En el área de farmacia se activó como contingencia la unidad de cuidados intensivos y la unidad de cuidados neonatales. Además, por razones de seguridad, se transfiere a Quito y Guayaquil a los ciudadanos que presenten fracturas más complicadas. Las donaciones siguen llegando, incluso de personas de escasos recursos, entre ellos Luis Zambrano, quien fabricó con sus manos cerca de 500 panes y ayer los dio a un grupo de mantenses. (I)

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