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Leo Moyano desdibuja los límites de la vigilancia

Trabaja con los significados de elementos intangibles, como el cielo o el mar, para cuestionar las fronteras.
Trabaja con los significados de elementos intangibles, como el cielo o el mar, para cuestionar las fronteras.
Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo
11 de mayo de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Leonardo_Moyano (1992) mira las formas de vigilancia que hay en Guayaquil, mientras recorre el sur de la ciudad. Cuando pinta su tránsito, escucha documentales acerca de la Segunda Guerra Mundial y del pelotón de presos españoles que se quedó en los campos de concentración de Siberia sin que los rescaten; asimismo, se detiene en las estéticas que aún hoy se sostienen fuera de esos sistemas de extorsión, como el panóptico o las casetas de los guardias, para sacarlos de su contexto original y delatar su ambivalencia.

El artista, que ganó el segundo lugar del Salón de Julio en la última edición, inauguró la muestra Gulag, una serie de 14 obras en las que trabaja su obsesión por las imágenes históricas de los campos de concentración, principalmente rusos, y las pone en diálogo con señales similares del presente._

La muestra estará abierta hasta el 13 de mayo, a pesar de que la venta de su obra le dejó un cuadro menos. Gulag está compuesta de pinturas en acrílico sobre lienzo en las que el autor juega con el impresionismo: la forma que fija se halla en la proximidad y no desde la distancia. Esta idea podría también pensarse como una analogía sobre la distancia que establece el hombre con los sistemas de vigilancia, pues de cerca hay una serie de detalles que no se distinguen.

La exposición está acompañada del trabajo del escritor Salvador Izquierdo, quien seleccionó una serie de frases referentes al Gulag, con la idea de que estas vinculen otras obras ya escritas sobre estos espacios. Más que trabajar en un texto curatorial, Izquierdo presenta una lista de referencias que se  alejan de una idea central.

Gulag es, en realidad, un acrónimo para Glavnoe Upravlenie Lagerei que quiere decir, muy llanamente, ‘Dirección General de los Campos de Trabajo”, dice una de las citas.

Este texto acompaña una serie de 24 cuadros en pequeño formato que recrean el paso de las horas en una caseta de vigilancia, en el sur de Guayaquil, lugar de tránsito del artista. Con el movimiento de las nubes, el autor representa el paso del tiempo y las horas de trabajo y vigilia.

Elementos como el cielo, las formas de las nubes o el agua, se repiten en los cuadros tanto como el rojo, un color al que el artista le da un uso ideológico para señalar a los vigilados.

“Los países están divididos por fronteras, fijadas en mares y el cielo, con líneas ficticias que solo se ven políticamente. En la obra que abre la muestra he dejado la brocha que traza una línea amarilla en el piso para simular la idea de que quien la hizo sigue trabajando en ella”, dice Moyano.

Gulag nos enfrenta a temas que involucran problemáticas históricas, y permite al espectador hacer un recuento de los sucesos en el mundo. Además, plantea inquietudes desde la idea de una sociedad dominada por una vigilancia omnipresente, lo que recuerda a 1984, de George Orwell. Moyano, con una paleta de cromática fría, contrasta sobre el soporte elementos visuales que navegan entre lo figurativo y lo abstracto, y generan una sensación de extrañeza”, dice el artista guayaquileño Luis Chenche.

Juan Carlos Vargas, compañero de Moyano en el Colectivo Los Chivox, dice que el autor de Gulag trabaja en “un encierro del que no busca salirse, le gusta divagar en él, reconocer los límites que encuentra pero no le agrada transgredirlos. Le encanta jugar con su encierro. Con Gulag no se refiere específicamente a estos campos de vigilancia, sino que busca que el espectador sienta los límites de su libertad a través de los muros que se van articulando en su obra”. Vargas agrega que Moyano siempre habla de la idea del panóptico. “Para él es un hábitat estar vigilado y en su obra genera una especie de contrarrespuesta”. (I)

Leonardo Moyano toma la idea del panóptico para generar un diálogo con sistemas de vigilancia contemporáneos. Se nutre de sus recorridos por la ciudad. Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo

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