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Kamchàtka: juglares del espacio público que defienden la libertad

El actor Santi Rovira se lanza sobre los brazos de un grupo de espectadores y parte del elenco de Kamchàtka en las afueras de la Alcaldía de Loja
El actor Santi Rovira se lanza sobre los brazos de un grupo de espectadores y parte del elenco de Kamchàtka en las afueras de la Alcaldía de Loja
Foto: Cortesía / Ricardo Centeno
25 de noviembre de 2018 - 00:00 - Luis Fonseca Leon

La plataforma de un camión que lleva a la docena de artistas del colectivo Kamchàtka pasa frente a la Catedral lojana. Son mujeres y hombres ataviados con trajes de época, que improvisan y a quienes se pega una niña del público que bebe agua con ellos en medio de la extrañeza silente que muestran por llegar a una ciudad que desconocen.

En la esquina que forman las calles Bernardo Valdivieso y José Antonio Eguiguren, los actores que encarnan a migrantes interrumpen el tránsito vehicular y sus espectadores sobrepasan el centenar. Se encuentran con un trío de policías, montados en sus caballos, que los siguen con una venia repetida.

En plena función los actores se ponen en fila con los caballos, que seguirán sus venias. La improvisación es la base técnica del elenco catalánEn plena función los actores se ponen en fila con los caballos, que seguirán sus venias. La improvisación es la base técnica del elenco catalán. Foto: Cortesía / Ricardo Centeno

Entre risas el tumulto rodea a los artistas que irrumpen en el espacio público. De repente, junto a la Alcaldía de Loja, el elenco sube por las rejas cerradas. Como espiando algo lejano, se lanzan a los brazos de sus compañeros desde la altura y abren un camión sin techo, al que invitan a subir a una decena de curiosos. El recorrido es lento y con pitadas, pasan la calle Sucre, en la que toman una manguera en las afueras de un hotel para mojar a los ocupantes del camión.

Uno de los actores sube un muro que da a una ventana abierta y un joven la cierra desde dentro, sin soltar al perrito que tiene en sus brazos. El último acto pone al elenco en la calle, en doble fila, que muestra fotografías antiguas que saca de sus maletas. Se muestran a los viandantes, distraídos unos, sonrientes otros y se despiden subiendo a una camioneta desconocida en la que se pierden de vista.

Viajeros. Caminantes. Incansables. Los integrantes de Kamchàtka han paseado su trilogía (Habitaculum, Fugit y Taller Migrar) por más de 30 países.

“La idea inicial ha evolucionado porque nuestra sensibilidad y capacidad artística también lo han hecho”, dice el actor americano-israelí Gary Shochat, quien interpreta a un migrante en corbata, sin barba. “El mundo cambia, pero la migración es algo recurrente, de siempre”.

La consigna del colectivo, que presenta un espectáculo atemporal, es que la realidad supera a sus representaciones. Lo dicen en medio del III Festival Internacional de las Artes Vivas de Loja, que ha recibido a artistas de nueve naciones a lo largo de 11 días.
En esta célebre compañía teatral hay sangre catalana, israelí, italiana, francesa y estadounidense.

La actriz Judit Ortiz da de beber agua a una niña del público que ha convocado el espectáculo itinerante de Habitaculum, en la Plaza Central.La actriz Judit Ortiz da de beber agua a una niña del público que ha convocado el espectáculo itinerante de Habitaculum, en la Plaza Central. Foto: Cortesía / Ricardo Centeno

Itinerancia que provoca

La calle es el escenario de Kamchàtka, sea en Buenos Aires, Madrid, Moscú o Loja. Y siempre está habitada, con gente que pasa a prisa o permanece expectante. Nuestra base técnica es la improvisación, explica la artista italiana Prisca Villa con el cabello aún revuelto por la puesta en escena que terminó.

“La relación con el espacio y las personas hace que cada función sea diferente a la otra y, al cambiar de país, cada imagen y situación creadas tienen  connotaciones en el presente, pero también en el pasado; hay matices y una fuerza distinta en cada lugar”, sonríe la intérprete, cuyo vestuario es una blusa con botones, bajo un abrigo largo.

Shochat recuerda que llegaron al aeropuerto de Catamayo y los transportaron a Loja, por tierra, dos funcionarios del festival que les contaron que tienen familiares ecuatorianos residentes en Europa. “La migración nos dirige”, suelta sobre el elenco, “se trata de representar la sensación del ‘otro’ que llega a un sitio desconocido y siente que se enfrenta con una cultura y costumbres que no entiende. Cualquier persona que va, incluso de lo rural a lo urbano, vive eso”.

El papel de cada actor de Kamchàtka es el del extranjero. Y mientras el elenco hace maletas -en las que guardan las de artificio-, en España el comediante Dani Mateo es citado a declarar en un juzgado, el lunes 26 de noviembre, por haber hecho como si se limpiara la nariz con la bandera española, durante una transmisión del programa El Intermedio.

¿Los integrantes catalanes de Kamchàtka han tenido límites a la hora de actuar? El actor Santi Rovira apostilla que en Japón el límite de la función en plena calle fue de espacio: hubo calles que no les permitieron pisar; en Corea del Sur, la seguridad en el espacio público era tal que impidió que se movieran a sus anchas; en San Diego, Estados Unidos, los restringieron luego de presentar la primera parte de la trilogía.

No se presentó el resto en el downtown de esa ciudad, porque la Policía no podía “controlar todos sus movimientos”. También hubo un registro escrito de cada cosa que hicieron, admite Adrian Schvarzstein, quien dirige el elenco. Hay espacios en los que montar un espectáculo callejero resulta un riesgo para Kamchàtka.

“Que acorten o no el uso del espacio público depende de las leyes de cada país, se trata más de eso que de una cuestión de libertad. No van contra la dramaturgia sino contra la interrupción del tráfico, de las formas de interactuar”, recuerda Shochat, “y eso también nos jode”.

Teatro sin banderas

“Es evidente que lo de Dani Mateo en TV fue una provocación”, sostiene Schvarzstein, para quien “sabiendo los sentimientos que iba a despertar su acto (sonarse la nariz con un símbolo patrio), me hubiera hecho preguntarme qué conseguía al hacerlo”.

Rovira discrepa. Dirá que el acto permitió subrayar un tema, una idea. Villa coincide en que un giullare (bufón, ella lo dice en italiano) “puede permitirse cualquier cosa, será la reacción del Estado la que dé cuenta de su fuerza; y estamos para criticar el poder, para ir contra él, esa es nuestra posición”.

Santi Rovira recuerda que el actor Pepe Rubianes (1947-2009) fue juzgado por decir “me cago en España”. Hay materiales sensibles, incluso para los jugares.

El problema es que uno puede ‘cagarse en una u otra cosa’ (dios o la madre), pero hay algunas en las que estará vetado; lo hacen un problema judicial. Lo es para las Pussy Riot o Willy Toledo, pero que sus actos hagan más escándalo y noticia que las muchas cosas terribles que pasan es lamentable. Lo grave es que hay muertes en el Mediterráneo, barcos que no pueden desembarcar porque sus tripulantes no son aceptados”, dice Schvarzstein.

Villa insiste en que es triste ser indiferente ante las tragedias e hipersensible con las bufonadas, con la escena, con las artes.

El asfalto, las paredes y los autos en movimiento integran el escenario de Kamchàtka que ha recorrido todos los continentes, recibido aplausos y portazos.El asfalto, las paredes y los autos en movimiento integran el escenario de Kamchàtka que ha recorrido todos los continentes, recibido aplausos y portazos. Foto: Cortesía / Ricardo Centeno

Las tablas no tienen frontera

En la calle Valdivieso hay una ventana que se cierra desde el segundo piso. La reacción es crispada, porque los actores de Kamchàtka han transgredido un espacio privado.

“Pasa en todos los lugares”, sonríen los artistas al terminar la entrevista; “pero también nos abren las ventanas en muchos lados; es parte de la historia”.

“La provocación no es gratuita, está dentro de la dramaturgia aunque nos lancen tomates, huevos o agua, que lo han hecho. Pero también nos acogen, como aquí y eso es muy bonito”, suelta Rovira, de vuelta a su hotel lojano. (I)

Kamchàtka
Cierre de temporada
Antes de su descanso habitual de los inviernos europeos, la compañía catalana Kamchàtka visitó Ecuador para presentar su espectáculo. Retomará la escena con sus inquietudes de siempre: la injusticia, falta de libertades y vicios del nacionalismo.

30 países fueron testigos de la trilogía de Kamchàtka. Su espectáculo lleva 400 funciones.

El elenco de juglares
En 12 años en la trilogía participaron Lluis Petit, Maika Eggericx, Eduardo Rodilla, Judit Ortiz, Claudio Levati, Sergi Estebanell, Andrea Lorenzetti, Cristina Aguirre, Josep Roca Canal y los artistas entrevistados. (I)

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