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En la vida cotidiana están las contradicciones macro

En la vida cotidiana están las contradicciones macro
13 de junio de 2012 - 00:00

Estamos en una época en que la realidad es más devastadora que la ficción (véase el caso del narcotráfico mexicano) ¿en qué sentido estas historias superan esa fábula  del texto ficcional que es, asimismo, devastador?

La frase misma lo dice: la realidad supera a la ficción. Por otro lado creo que, como este es un libro planteado desde la idea de construir historias de no ficción, me resulta especialmente interesante  retratar un momento coyuntural y estructuralmente complejo para los Estados Unidos y para los latinos.

Entonces, ajustándome a lo que realmente ocurrió creo que Sam no es mi tío puede dar una lectura que es sólida y le permite a la gente hacerse un mapa  de lo que atraviesa Estados Unidos de un modo que tal vez la ficción no pudiera darle.

Y ese mapa dice que Estados Unidos se enfrentaa la  integración societaria más compleja de los últimos 50 años, que es cómo hace para incorporar a una enorme masa de inmigrantes multirraciales y multiculturales (los latinos) a su ficción orientadora de nación, es decir, qué es lo que soy como nación, en un contexto en el que debe resolver la continuidad o no de un presidente que se presentó, para los latinos, como una promesa potencialmente realista de que las cosas iban a cambiar y, finalmente, no pasó. Y un candidato opositor que representa el neoconservadurismo que no hizo nada bien a la existencia de los latinos en  Estados Unidos.

Para sumar, se da el contexto de unos Estados Unidos, por primera vez en su historia, que enfrentan la discusión de su hegemonía a nivel internacional, tanto a nivel de faro político para las ideas de cómo se construye la sociedad, es decir, los procesos, como a nivel económico dado   que su estructura productiva ha cambiado muchísimo.

... Es claro que el panorama cambia  desde que hubo un auge de las migraciones latinas que empezaron a viajar en los 60...
Si miras, hay una migración latina que es básicamente política, si se quiere, burocrática, que es el momento en que Estados Unidos toma una enorme porción de tierra del norte de México y todos aquellos que vivieron en esas tierras -Texas, Arizona, Nuevo México, California- se transformaron inmediatamente en ciudadanos  norteamericanas,  y eran hispanos.

Luego, en los 60, se produce una migración cubana y un poquito antes, la de España. En los 70 recibe una migración de sudamericanos. Los flujos han   aumentado a  medida que  nuestras sociedades pasaron   malos momentos por las dictaduras militares y en los 80 pasamos por una década perdida.  Algunos países en los 90 no la pasaron  bien. Recompusieron, pero ya hay dos décadas de migración. Mientras tanto el flujo mexicano a Estados Unidos nunca se detuvo.

En el  texto  Las historias son amenas, pero ¿cuál era al apuesta social y política?

La idea central fue no escribir un libro de análisis político. La segunda idea es que no fuera un libro en el que todos sacáramos nuestras banderas y marcháramos por las calles para acusar al imperio de ser imperio. Eso lo hace todo el mundo, es   fácil y no agrega nada a la discusión. La idea fue tratar de contar la historia a partir de la vida cotidiana de la gente. En la vida cotidiana de la gente se ven todas las contradicciones y conflictos que uno puede llegar a  encontrar. Porque en lo micro es que se ve lo macro.

Bajo esa idea las historias terminan por construir ese nivel de tensión y conflictividad que tiene hoy la integración societaria, socioeconómica y política de los latinos en Estados Unidos.

El libro no solo representa  la caída de estas estructuras hegemónicas sino un afán de rompecabezas de historias que configuran un todo. ¿Cómo fue su proceso de elaboración?

El mar de fondo detrás de esto es naturalmente el momento que atraviesa Estados Unidos a nivel económico. Hay una historia, la mía misma, que habla de una crisis económica y cómo le va a una familia latina allí. Pero también habla de las migraciones, como vas a ver en estas historias caleidoscópicas.

Los Estados Unidos, caleidoscópicos como son, tienen  muchísimos temas que se tocan en distintos lugares; en algunos son centrales en las crónicas, en otros son subsidiarios, pero siempre se recorre la idea de que el sueño americano, en el momento en que surge como tal,  genera también su anverso, la pesadilla. Y que en el momento en   que uno idealiza algo, cuando llega se enfrenta con ese reality-check, que en  la realidad no es   efectivamente   como uno se había imaginado.  No importa el país al que vayas, eso va a pasar.

A la hora de seleccionar trabajamos bajo dos parámetros. Yo como editor periodístico construyo, como todo editor periodístico, un rompecabezas en el que todas las piezas, por disímiles que sean, tienen   que encajar. Aquí no podemos hacer eso  porque trabajaba con una académica como coeditora que opera  de otro modo. Optamos por dividir las cosas en sentido de trabajo.

Por un lado sí, cierta estructura de rompecabezas y por otro una más abierta; algunos trabajos los pedíamos sobre ciertos temas. La conversación como editor con el escritor era larga para ver por donde iba la historia, por donde ajustábamos su eje. En otros casos íbamos y les pedíamos a otros autores que nos contaran qué estaban viendo, qué tema les interesaba a partir de la experiencia que tenían ellos como filtro de la realidad.

Al final del día, naturalmente, también editamos el material. Terminamos por construir este caleidoscopio donde las piezas no parecían tener sentido por separado. Pero juntas encajaban en lo que se quería armar.

En una de las historias, la de Santiago Rocagliolo, cuenta que, por sus facciones, lo intuyen argentino más que peruano. ¿Esto concuerda con la idea propuesta: una ausencia de identidad y más bien una  identificación?

... Desde el momento en que vivimos en un mundo interconectado todo el año. Prendo la televisión y veo el movimiento de los indignados en España, veo Libia,   Siria, o el Yosoy132 en México, uno se alimenta de eso. En el pasado, uno   largo y remoto, obtener información tardaba meses. Hoy es instantáneo.

Ese ir y venir de información permanente naturalmente rompe con la idea de una cultura nacional per sé, cada vez más vamos a procesos híbridos en la construcción del individuo. Un individuo reconoce ciertos elementos centrales donde se ha criado, porque allí está, porque el contexto incide pero necesariamente empieza a identificarse con procesos que pasan con otras personas en otros lados.

Vamos en un proceso en el que cada uno elige más aquello con lo que puede identificarse y puede mantener un diálogo, con esa identificación muy distinta a lo que ocurrió en el pasado, en la que, a su vez, el propio aislamiento de las naciones favorecía a la creencia subjetiva de una cultura única, pura, que nunca existió.

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