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“Algunos hombres que estuvieron en el poder son casos psiquiátricos”

“Algunos hombres que estuvieron en el poder son casos psiquiátricos”
Foto/Cortesía
08 de noviembre de 2020 - 14:30 - Redacción Cultura

El doctor Gustavo Vega, PhD en Historia de América Latina, rector de la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE), presentó su último libro (tiene 27): “Locuras, suicidio, conductas desviadas y personajes extravagantes”.

Él, que tiene varias maestrías, es músico, antropólogo, psiquiatra, conversó con El Telégrafo sobre los locos intelectuales y de la vida cotidiana en este país, además de la locura y el poder.

¿Por qué escribir un libro sobre la locura en Ecuador y con ejemplos de otros personajes en el mundo?

La locura es de parte de la historia y de todos los campos del conocimiento. La locura en la vida cotidiana está cocida de personajes que han tenido situaciones colindantes con la locura, permanentes o transitorias. Muchos de ellos han sido casos de suicidios en todas las ramas del conocimiento, arte, literatura, cine, teatro, opera. Hay otros personajes que no calzan en la locura, pero son extravagantes, exóticos, diferentes, lo que llamo de conductas desviadas. El libro tiene un ámbito histórico desde el siglo XVII al XX de Ecuador. 

¿Cómo se ha visto y tratado la locura en este país?

La locura ha tenido espacios vulnerables, perseguidos, confinados. Los personajes han recibido el estigma de la sociedad, el escarnio, la burla, y varios casos una vergüenza manifiesta por parte de su familia y de los demás. En otros casos, la locura ha sido exuberante y ha ejercido poder en distintos sectores de sociales e incluso de poder político.

Estoy trabajando un perfil de dos mega personalidades de la política de Ecuador: los expresidentes, Gabriel García Moreno, y José María Velasco, que en sus respectivos tiempos fueron apodados como locos del poder.

Hay personajes cuyos dislates han ejercido una capacidad de poder en las masas. En el mundo internacional abundan, por ejemplo, Nikita Kruschev, el primer secretario del partido Comunista de la Unión Soviética, quien tenía una psicosis maníaco depresivo y la enfermedad bipolar, con expresiones que rayan en un momento dado en la locura.

En su libro estudia la locura de escritores y poetas, entre ellos el caso de César Dávila Andrade.

César Dávila Andrade, posiblemente, es el poeta más grande que ha tenido Ecuador del siglo XX. Tiene obras extraordinarias en prosa y poesía, por ejemplo, Boletín y elegía de las mitas, o Catedral salvaje. Rastreo cada una de las obras que investigo y a través de ellas descubro los nexos, los desencadenantes y las correlaciones con los espacios relacionados con la locura.

Dávila Andrade vivió penurias muy duras en Cuenca, Quito y decidió migrar a Caracas. Allí tuvo un precipitante depresivo final que lo llevó  al suicido, sin embargo, nos dejó una obra enorme y valiosa, es uno de los grandes de la literatura universal, no solo latinoamericana.

¿Sin esa locura, él y otros podrían haber escrito así?

A veces se necesita una dosis de locura para ser creativo, hay locuras ilustres. El ecuatoriano Agustín Cueva Tamariz escribió una obra bellísima llamada, “Abismos humanos”, donde rastrea a personajes intelectuales que han sido desquiciados.

La locura egregia, citando a Erasmo de Rotterdam en su ensayo, “El elogio de la locura”, exalta la locura cuando es creativa.

Hay locuras degradantes que llevan a gran deterioro, inclusive en etapas finales un loco puede terminar demente, es decir, que ha perdido sus facultades del todo. No es lo mismo locura que demencia y  hay locos que necesitan tratamiento porque entran en etapa terminal. Por ejemplo, Friedrich Nietzsche, un clásico loco, que en la etapa final estuvo fuera de sí.

Muchas veces la locura lleva al suicidio. ¿Este puede ser hereditario?

Cada vez se ha intentado demostrar en la ciencia que los gérmenes de la locura tienen bases hereditarias. En unos casos más que en otros, pero siempre el factor de la cultura determina  que explote con mayor evidencia el cuadro, o que se edulcore o se mitigue. Cuando hay condiciones  medioambientales o culturales propicias es un gen dormido que resucita y se despierta una conducta desviada. Según estudios bioclínicos y árboles genealógicos, muchas enfermedades de la locura tienen factores hereditarios.

Sin embargo, hay también factores orgánicos, por ejemplo, un tumor cerebral, un traumatismo cráneo encefálico, una epilepsia mal tratada.

¿Cuáles son los velos de la locura?

Hay sucedáneos y transitoriedades donde las personas pueden saltar a un espacio de normalidad y después eclosionar. Por ejemplo, los poetas de la “generación decapitada” ecuatoriana, Arturo Borja, Humberto Fierro o Ernesto Noboa Caamaño. Ellos recibieron influencia de los “poetas malditos” de París: Apollinaire, Mallarmé y Valéry. Los poetas locales hicieron su propia bohemia ligada a las drogas, sobre todo, a la morfina, la heroína o el frasco de veronal.

En ese caso son velos que pueden pasar hacia un estado degradante y terminar con sobredosis y el suicidio. Son disfraces, fluctúan entre la normalidad y anormalidad.

Hay el caso del primer científico y fotógrafo ecuatoriano, Manuel Honorato Vásquez, quien fue de la vida bohemia, ligada a la cultura y al consumo de estupefacientes. Eso puede llamarse un velo porque los sucédenos reemplazan las situaciones caóticas.

Vásquez y su amigo y pariente, Cornelio Crespo Vega, eran autores de los sonetos, llamados puchos en quichua, llenos de inteligencia y creatividad. Escribieron mucho y cayeron en abismos insoldables del consumo sustancias estupefacientes.    

¿Hay un límite que señala la locura y la cordura o no?

Es muy difícil, a veces es una frontera tenue y pavorosa. No se sabe hasta cuándo una persona puede estar totalmente cabal, pero al pasar la frontera se vuelve muy insinuante el cambio. Eso ocurrió con el escritor Pablo Palacios, un lojano brillante, de especiales características en la narrativa y en el ensayo, pero un momento dado empezó a pasar de su creatividad habitual a otro estadio.

Estudié cada una de las obras de Palacio y demuestro como en su productividad ya se empezaba a pasar de una raya a la otra, de una línea de frontera. Su esposa, una escultora bellísima, hizo de todo para ayudarlo, pero ni en los hospitales siquiátricos fue posible salvarle la vida. Al final, alguno en esa situación, toma la opción de terminar su vida con su propia mano.

En la vida cotidiana también hay personajes que pueden considerarse locos. ¿Es así?

En la vida cotidiana nos encontramos en la calle con locos. Por ejemplo, “El Terrible Martínez”, un bufón de la sociedad quiteña, un hombre con una capacidad de humor único, que atraía tanto. Un día compró un revólver en el Centro Histórico y se quitó la vida.

Nadie sabía que atrás de la máscara del bufón había una depresión, una vida que se reveló con una honda crisis existencial. Ese es el caso de Marcel Marceau, mimo francés, cuya máscara importada del teatro japonés, blanca y petrificada, era capaz de llegar al público europeo. Él importó un concepto del bufón, de payaso, con una hondura existencial extraordinaria.

Lorenzo Frías, riobambeño, robaba a los ricos para dar a los pobres. Le dijo al presidente Gabriel García Moreno: usted ha ofrecido precio a la cabeza de Frías y yo soy Lorenzo Frías. Pero hasta que lo busquen ya estaba en Bodegas, así se llamaba Babahoyo en esa época. Con él creció la leyenda de un Robin Hood criollo, como Chucho “El Roto”, en Veracruz, México; o Facundo Quiroga, en Córdova, Argentina, quien también robó a los ricos para dar a los pobres.

Y de la locura y el poder ¿qué puede decir?

Algunos hombres que estuvieron en el poder so casos siquiátricos. Abdalá Bucaram, por ejemplo, es un caso de psicopatía, de una personalidad que usó mucho la figura para hacerse pasar por loco: “El loco que ama”, la locura se vuelve consustancial al populismo.

Cuando un loco es loco un buen abogado puede defender que no es culpable de un delito porque su mente no le permite. Pero cuando se hace loco es responsable de los crímenes que comete. Ese es el caso de los que hacen los locos y al fondo tienen una psicopatía.

Según una lectura psiquiátrica, Correa padece de un trastorno megalomaníaco de la personalidad, es decir, la percepción del yo agrandado. Se convierte en una figura convencida de sus valores y de vanidad. En general, el poder obnubila y produce una pseudo locura.

Pero los juicios en contra del expresidente han demostrado que había corrupción, ahí los diagnósticos ya varían y se trata de una personalidad antisocial, una psicopatía. La una puede ser biológica y la otra cultural.

Sin embargo, son personalidades donde hay pleno acceso a la imputabilidad porque son responsables de sus actos. (I)

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