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La preparación, clave en la inserción laboral de personas con discapacidad

En una de las actividades que realiza la Fundación El Triángulo, los chicos aprenden oficios y labores de la vida cotidiana.
En una de las actividades que realiza la Fundación El Triángulo, los chicos aprenden oficios y labores de la vida cotidiana.
Foto: Álvaro Pérez / EL TELÉGRAFO
28 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Sociedad

La sonrisa casi nunca se aparta de sus rostros y con esta revelan la satisfacción que tienen cada vez que cumplen con éxito la actividad encomendada.

Los colores, la lectoescritura y los oficios son parte del aprendizaje que a diario se imparte a 160 niños y adolescentes con discapacidad intelectual que forman parte de la Fundación El Triángulo, en el norte de Quito.

A este espacio, sin límite de edad, llegan y se quedan los infantes desde los tres o cuatro años.

Actualmente cuentan con 50 chicos que tienen vinculación laboral, pero sin dejar la institución formadora.

“El momento en el que ellos abandonan la entidad automáticamente deben renunciar, porque nuestro compromiso es darles asesoría durante todo el tiempo que permanecen en las empresas”, expresó Sonia Mancheno, vicepresidenta de la Fundación.

El Triángulo brinda tutoría laboral para que los seleccionados se acoplen sin mayores inconvenientes a las compañías. Designan una persona para que se mantenga pendiente de posibles inconvenientes que puedan presentarse y junto con la empresa crear el ambiente idóneo para un desempeño exitoso.

Por ello, no se envía a una sola persona por empresa, sino a un grupo de siete o más integrantes y en su totalidad van a cumplir tareas como, archivo de documentación o mensajería interna.

“No podríamos tener una tutora por cada chico que labora, eso representaría un alto egreso económico que no lo tenemos”.

Tienen convenios con multinacionales como la petrolera Schlumberger a la que constantemente entregan nuevo personal para el área administrativa y de mensajería interna.

Los muchachos que tienen una dependencia laboral lo hacen solo por medio tiempo porque deben capacitarse más y mejorar en sus respectivas áreas.

Ellos llegan todos los días a la institución a las 08:30 y desde allí salen en buses guiados hasta los trabajos, cumplen su jornada y nuevamente retornan a la institución para la capacitación en talleres donde potencian sus habilidades.

“La metodología que se maneja aquí es muy buena, sobre todo porque les permite a los jóvenes vincularse al campo laboral que hoy es tan complicado”, expresó Luis Terán, padre de familia.

Cada aula tiene un máximo de 12 alumnos y siempre dos maestras para atender todas las necesidades de los pequeños y mantenerse atentos. Cuentan con psicólogas, terapistas de lenguaje y físicos.

Una de las áreas preferidas por los chicos de 10 años es la cocina, donde aprenden a elaborar sencillas recetas que luego pueden practicarlas en sus casas. En las visitas preparan sánduches de atún.

Con un cuchillo plástico en mano las chicas cortaron algunas verduras con facilidad y otras, como los tomates, con algo de dificultad. Los alumnos Pablo y Jesús se encargaron de extraer el jugo de las naranjas que sus maestras partieron.

Pablo lo hizo con emoción porque sus pequeñas manos vibraban en el exprimidor de cítricos eléctrico.

Al principio le causó miedo, pero enseguida aprendió la técnica y, con la experiencia, en 30 segundos sacó el zumo de cada cítrico.

Jesús en cambio intentó hacerlo en el extractor manual, pero no lo consiguió; en su lugar optó por disfrutar la  naranja, mientras la profe Gaby se encargaba de abrir el atún y de poner la mayonesa.

“Cada semana aprovechan el taller de las profesiones en donde aprenden las labores que se realizan en cada actividad y así descubren sus preferencias”, dijo la docente Tatiana Herrera. (I)  

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