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El ADN de la lectura y la neuroeducación

El ADN de la lectura y la neuroeducación
Ilustración: El Telégrafo
11 de octubre de 2020 - 00:00 - Fausto Segovia Baus

La importancia de la lectura va mucho más allá de enseñar a leer. El reduccionismo, a veces, ha matado la lectura y por extensión a la calidad de la educación. En las siguientes líneas una aproximación al mundo de la lectura desde otra mirada: el cerebro, que cumplió 200.000 años

Los educadores enseñamos a leer –y es un mérito relevante- bajo sistemas que aprendimos en los normales y en las universidades. Pero hoy, en el siglo XXI, el tema de la lectura ha superado los modelos tradicionales centrados en la lectura mecánica, orientados a adquirir una serie de automatismos que permiten a los estudiantes a interpretar signos gráficos, mediante una percepción visual y darles una identidad oral. Se insiste más en la lectura comprensiva, que tiende a asociar las letras con los sonidos y las palabras con su significado, y lograr, en última instancia, la lectura crítica.

  • Métodos de enseñanza de la lectura

Como se sabe existen varios métodos de enseñanza de la lectura. Los más conocidos son el método fónico, el método global y el método constructivista. El primero se fundamenta en el principio alfabético, que implica la asociación entre fonemas y grafemas, y de las vocales a las consonantes. El segundo se centra en las palabras, que deben ser memorizadas inicialmente, como base de la creación de los primeros enunciados, cuyos significados son aprendidos con la ayuda de dibujos, conocimientos previos y más. De esta manera, las palabras antes desconocidas sobran sentido. Por último, el método constructivista, creado por Jean Piaget, sugiere la enseñanza de la lectura a partir de las hipótesis implícitas que el niño desarrolla del aspecto fonológico.

El debate entre estos modelos de enseñanza de la lectura no ha terminado. Pero existen evidencias empíricas que muestran la importancia de la conciencia fonológica en el proceso de alfabetización, y que es posible integrar los métodos fónico y global.

  • Cerebro lector

Lo anterior sería imposible entender sin considerar la existencia de un cerebro lector, de acuerdo con la terminología de Stanislas Dehaene; es decir, de la arquitectura cerebral que hace posible las relaciones entre las neuronas que explican las neurociencias, que permiten, según Max Weber: saber pronunciar las palabras escritas; saber identificar las palabras y el significado de cada una de ellas; y, saber extraer y comprender el significado de un texto.

El tema es complejo y fascinante. Para algunos investigadores estamos todavía en la “madrugada” de la palabra escrita, porque recién comienza a descifrarse en el ADN de la lectura y algunos campos específicos de la neuroeducación: el aprendizaje, la memoria, la atención, la dislexia, entre otros asuntos, donde la bioingeniería, la computación y la biología molecular se han unido para cambiar para siempre a la pedagogía y la medicina.

Las ciencias aplicadas a los aprendizajes están, por lo tanto, en “pañales”. Pese a ello, en los últimos 20 años, la pedagogía y la psicología, con el apoyo de las neurociencias, han podido generar mapas preliminares del cerebro, en los cuales se identifican los circuitos cerebrales de la lectura, a través de neuro imágenes o imágenes cerebrales, que revelan las áreas que se activan cuando desciframos palabras escritas.

  • La ciencia de la lectura

Stanislas Dehaene, autor del libro “El cerebro lector: últimas noticias de las neurociencias sobre la lectura, la enseñanza, el aprendizaje y la dislexia”, considera que “una persona promedio sabe más sobre su auto, que sobre el funcionamiento de su cerebro”.

Esta declaración es impactante y muy cierta. La nueva ciencia de la lectura es desconocida en varias partes del mundo, y peor aplicada. Las razones son obvias: la mayoría de los modelos de enseñanza y aprendizaje –y en general de las ciencias- son lineales, mecanicistas-funcionalistas, que reducen los fenómenos a mecanismos limitados o reduccionistas; por ejemplo, células, moléculas o modelos de conducta de los seres vivientes. Cuando el enfoque dinámico de los sistemas considera al mundo a partir de vínculos e integración.

Todo es sistémico y sus estructuras específicas resultan de las relaciones entre las partes o subsistemas. En este contexto, la lectura es un sistema complejo cuyo eje es el cerebro, que es la central de manejo, que actúa también como centro de la memoria.

El ser humano tiene entre 12 y 15 mil millones, aproximadamente, de células nerviosas o neuronas. Cada neurona, a su vez, puede construir millones de conexiones, que se forman al usarse el cerebro. Así, cuando son más estimuladas se construyen más conexiones y más capacidades del ser humano para pensar. Porque la lectura es pensamiento en acción.

  • Las neurociencias

En esa línea de pensamiento, un punto en discusión –todavía intocado en el Ecuador- es la necesaria conexión de la escuela con las ciencias, como núcleo central de la educación  inicial y continua de los docentes y específicamente de los sistemas neuro lingüísticos asociados a la lectura, que es el tema que motiva este ensayo.

En el Ecuador existen pocos estudios sobre las neurociencias y sus relaciones con los procesos de aprendizaje de los estudiantes.  Las escuelas –salvo excepciones- actúan sobre sistemas formales, anclados a modelos tradicionales, donde la gestión del currículo –lo administrativo- supera a las teorías pedagógicas, así como a los fundamentos curriculares, que deberían formar parte de la actualización de los docentes, y a los estándares de aprendizaje de los estudiantes, sobre la base de sistemas de evaluación y calidad sustentados en parámetros científicos.

Tracey Tokuhama-Espinosa ha identificado las interconexiones entre la psicología, el cerebro y la educación como ejes de sus investigaciones y publicaciones, que contrastan con los intentos de innovación desde el aparato escolar dirigido por el Ministerio de Educación, en el que prevalecen las estadísticas en financiamiento y cobertura, mientras que la calidad de la educación todavía es una deuda pendiente.

Y cuando nos referimos a la escuela nos encontramos ante un vacío no solo legal sino conceptual y pedagógico. La escuela responde a una cultura organizacional, que privilegia la cantidad de “materia”, en nombre de un currículo rígido, y donde los sistemas de evaluación compulsivos  fomentan la incertidumbre, unidos a la falta de programas de investigación asociados a la educación, la pedagogía y la didáctica, para la toma de decisiones. Las neurociencias y la programación neurolingüística no pasan de ser espacios que se estudian en cursos especiales, sin mayor incidencia en las políticas públicas. El ADN de la lectura está, entonces, en veremos.

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