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La cestería busca espacios para no morir en el Azuay

Canastos y esteras se venden todos los días en el Plaza Rotary. Estos son elaborados por hábiles artesanas.
Canastos y esteras se venden todos los días en el Plaza Rotary. Estos son elaborados por hábiles artesanas.
Fotos: Cortesía Víctor Aucapiña
26 de mayo de 2018 - 00:00 - Lileth Tipán Barrera. Club de Periodismo

Al noroeste de Cuenca se levanta la parroquia San Joaquín, conocida por su potencial agrícola y su invaluable aporte en el campo de la artesanía, a través de la cestería.

Antes de los años 50, las labores agrícolas en esta parroquia se dirigían al cultivo de maíz, arveja, cebada y otros productos destinados, únicamente, a la subsistencia de los trabajadores.

Posterior a esto, las mejoras en la vialidad y la capacitación sobre plantaciones impartida por voluntarios del Cuerpo de Paz de Estados Unidos motivaron la producción de nuevos elementos como flores y hortalizas, que fueron comercializados en todos los mercados de la ciudad y zonas aledañas.

Los frutos se convirtieron no solo en el distintivo de esta parroquia, que hoy se conoce como “la despensa hortícola del Austro”, también marcarían el surgimiento de otro de los atractivos del lugar: la cestería.

Precisamente, el labrado de la fibra vegetal se originó como una solución para el transporte de los productos que luego se comercializarían, ya sea mediante canastas o como herramientas para sujetar la mercadería.

Poco a poco la agricultura se convirtió en la forma de sustento por excelencia. No obstante, las ganancias eran escasas, razón por la cual los habitantes combinaron esta actividad con el tejido de canastas y elementos afines.

Con el pasar del tiempo, la demanda incrementó, convirtiendo a la cestería en una artesanía de renombre en la ciudad.

Según un estudio realizado por Gustavo Duche y dirigido por Efraín Sigcha, a finales de 1981, San Joaquín contaba con poco más de 4.000 habitantes, y la mitad de ellos se dedicaba a la cestería, el otro 50% labraba la tierra.

El material esencial de la cestería en esta parroquia es la duda, un elemento parecido al bambú. También se emplean, en menor escala, la paja toquilla, totora y carrizo.

La duda, una planta silvestre conocida popularmente como chaclea o chaklla, fue usada como material de construcción en viviendas elaboradas con bahareque, pero su maleabilidad le transformó en materia prima de artesanías. Se caracteriza por su altura, pues podía medir hasta 15 metros; su forma es cilíndrica y crece en zonas montañosas.

Hace algunos años este material se obtenía al noroeste de la parroquia Sayausí, en el cerro Cabogana. Lamentablemente, la extracción frecuente acabó con toda la reserva.

Hoy la duda proviene de las provincias de Loja y Chimborazo. En términos generales, los costos de producción de esta son mínimos, pero al momento de ofertarla, el valor aumenta rápidamente.

Dos bultos que contienen alrededor de 120 tallos, comúnmente denominados mulas, alcanzan un costo de $ 20 a $ 25.

Las artesanías son muy utilizadas aún por los cuencanos. Muchas de estas son confeccionadas en el sector de San Joaquín, en la parte sur de Cuenca.Las artesanías son muy utilizadas aún por los cuencanos. Muchas de estas son confeccionadas en el sector de San Joaquín, en la parte sur de Cuenca.

Preparación de la duda

Si bien es cierto, elaborar un canasto o una pañalera podría tomar un día, el proceso de preparación es mucho más largo y complejo.

El primer paso se conoce como hojado y consiste en cortar el tallo de la duda con el propósito de obtener cuantas láminas sea posible. Estas láminas se dividen en duda tierna y madura.

Luego se cortan estas tiras para sacar hojas, sin desprender el “shungo” o parte interna de la duda. De este proceso se obtienen la duda blanda o lisa y la duda tiesa.

Posterior al primer paso, es preciso tener la duda completamente seca, fase que toma hasta 15 días. Las denominadas dudas lisas pueden ser teñidas empleando anilina.

Una vez que los materiales están listos inicia la etapa denominada tendido, aquí tiene lugar el tejido. Se aplican técnicas diferentes para productos planos, rectangulares y redondos.

Talleres que se mantienen

A lo largo de la ruta de turismo rural “San Joaquín y el río Yanuncay” aún es posible encontrar espacios que buscan perpetuar esta labor. Taller de cestería “Artesanías Don Gerardo” y “Artesanías Sacaquirín” son un ejemplo de ello.

Alcira Minchala, propietaria de “Artesanías Sacaquirín”, ha dedicado cerca de 30 años a esta profesión. Relata que heredó los conocimientos de una vecina del sector y estos le permitieron fundar su propio taller en compañía de su esposo, ahora difunto.

En su local se ofertan canastas, paneros, portacubiertos, centros de mesa, bases de arreglos florales, y más.

Sus principales clientes provienen de Quito, Ibarra y varias zonas de Perú. Los valores oscilan entre $ 2 y $ 28 (la docena). “Con esto han estudiado mis hijos”, afirma Minchala.

Esta artesana considera que la tradición de la cestería se terminará con ella pues, aunque sus hijos conocen del oficio, no planean ponerlo en práctica.

Alcira Minchala, quien trabaja por más de 30 años en este negocio de la cestería, indica que sus hijos no tienen interés en aprender.Alcira Minchala, quien trabaja por más de 30 años en este negocio, indica que sus hijos no tienen interés en aprender.

La multicolor Plaza Rotary

Es posible adquirir artículos de cestería en este lugar, ubicado entre las calles Sangurima y Vargas Machuca. Micaela Aguilar aprendió a tejer a los 11 años gracias a las enseñanzas de sus padres.

Hoy, con 81 años, continúa en el oficio. Aunque oferta una variedad de productos, se centra en la producción de esteras, cuya materia prima es la totora. “El tejido es fácil, lo duro es conseguir la totora. Uno tiene que estar metida en la laguna para sacar el material”.

Con nostalgia comenta que ninguno de sus hijos tiene interés en continuar con su legado; las escasas y hasta nulas ganancias figuran como el motivo principal. “Hay días en los que no se vende nada y uno mejor acaba el día endeudado”. (I)

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