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La recolección fue significativamente alta en el sur de Ecuador, especialmente en el sector de malacatos

Cascarilla en Loja, explotación y costos de un milagro de la naturaleza

El árbol del que se extraía solo crecía en determinadas zonas climáticas y su recuperación, luego de retirada la corteza era imposible. Foto: Álvaro Pérez/El Telégrafo
El árbol del que se extraía solo crecía en determinadas zonas climáticas y su recuperación, luego de retirada la corteza era imposible. Foto: Álvaro Pérez/El Telégrafo
23 de agosto de 2015 - 00:00 - David Sánchez Ramírez. Cátedra Abierta de Historia. Universidad de Cuenca

A mediados del siglo XVII la cascarilla fue reconocida en todas partes por sus propiedades curativas, fue un árbol único en la región que necesitaba de condiciones climáticas especiales y difíciles de encontrar, como por ejemplo, temperaturas entre 13°C a 21°C, precipitaciones poco abundantes sin épocas de sequías, laderas entre 640 a 3.200 m.s.n.m, suelos volcánicos ricos en materias orgánicas o suelos arcillosos impermeables, entre otras condiciones.  Fuente: La ciudad de Loja, los pueblos de Malacatos, Vilcabamba y Solomaco. Siglo XVIII.ANE, Quito, Mapoteca, 1769

La quina por lo general crecía lejos de la ciudad en zonas inaccesibles, esto no favoreció su búsqueda, debido a que durante esos tiempos no hubo caminos despejados, por lo tanto su recolección tomaba horas, inclusive días.

Según Galo Ramón Valarezo la recolección de cascarilla, se realizó a partir de mediados del siglo XVIII en la zona comprendida entre Malacatos y el Alto Chinchipe, especialmente en Cajanuma y Uritisinga en Loja, y en los flancos orientales de Ayabaca, Huancabamba y San Felipe. La recolección de la corteza se produce antes de la temporada de lluvias, desde abril a agosto alrededor de Malacatos, es un período propicio para la recolección. Según Martine Petittjean e Ives Saint Geours la cosecha la realizaban peones establecidos en ranchos, alrededor de la zona de crecimiento, para dormir y también abrigar las cortezas al otro día, se les proveía un machete y una bolsa de lona que podía almacenar una arroba de cortezas frescas.

Los métodos de recolección que se empleaban para el siglo XVIII consistían en la extracción de las cortezas del todo el árbol, desde las ramas hasta el tronco, ésta podía ser mediante la tala de los árboles que a su vez permitía la extracción de las raíces o dejándolos en pie, cualquiera de los dos métodos causaba que el árbol no vuelva a crecer más. Posteriormente para que la corteza funcione correctamente necesitaba un secado rápido o perdería las propiedades curativas; sin embargo, durante los inicios de la recolección de la cascarilla, la corteza se exponía por mucho tiempo al sol y muchas veces perdía sus propiedades antes de llegar a su destino; por lo tanto se desarrollaron varios decretos para aumentar la explotación, una desecación más adecuada y transporte especial tiempo después.

La forma de embarque de las cortezas se realizaba después de una desecación correcta, los embalajes tenían el objetivo de proteger el traslado de la corteza debido a su duración corta; sin embargo no siempre se realizaba el mismo embalaje para todas las cortezas; habían dos tipos de embalaje: el embalaje real (cajón) y el zurrón.

En el embalaje real la quina se colocaba en una bolsa de lienzo para que no se partiera o reduzca a polvo en el camino, lo que le haría inutilizable; luego se la colocaba en medio de tablas de madera seca para su transporte. Según Petittjean & Saint Geour el peso del embalaje real varió entre 68 a 85 libras, pero no fue proporcional al peso de las cortezas. El precio de un solo embalaje  real podía variar entre 56 a 68 reales. Debido al costo de las cajas reales los terratenientes que organizaban las cosechas en sus haciendas prefirieron un embalaje más sencillo y económico; este consistió en provisionarse unos pellejos de bovinos para dividirlos en paralelogramos iguales, luego se cosían con solidez y se dejaba el lado superior abierto; entonces se introducía la corteza apretándola y se terminaba de coser.

La superficie de la piel se secaba, contraía y se comprimía tomando la forma de un paralelepípedo y se producía así el zurrón. Un zurrón era más económico en cifras que el cajón real: (3,5 reales el zurrón) (68 reales el cajón). La economía de la Provincia de Loja dependió en buena parte de la cascarilla para su desarrollo mediante su explotación y comercialización, esta actividad se pudo comparar económicamente con la actividad agropecuaria y se acercó a los beneficios de la explotación minería, según Ramón Valarezo es difícil establecer el logro para la región  por la exportación de la cascarilla, para aproximar una cifra, sobre la base de una exportación 14.000 arrobas a un precio oficial de tres pesos establecido por la Real Botica, en los años pico se logró una producción de 42.000 pesos anuales.

Crisis y devastación

A pesar de incentivar una migración importante, reactivar la economía e iniciar un corto período de prosperidad para la provincia de Loja también causó la progresiva desaparición de bosques “chinchoneros”. El auge de la corteza de Loja, lamentablemente, no se prolongó por muchas décadas. En 1765, el Corregidor de Loja Ignacio Checa dio la voz de alarma y denunció la explotación desmedida del árbol. En los años siguientes, a partir de 1815 en Loja hubo sequías y la explotación de cascarilla cesó por la sobreexplotación y su extracción pasó a territorios de Cuenca.

Las causas de la penuria son varias; sin embargo, el factor humano es el principal. Los bosques son talados por cientos para obtener una arroba y no se respeta la forma de extracción ni el tiempo que le toma al árbol recuperarse. Cuando el árbol está desprovisto de su corteza se muere. La práctica predominante en el s. XVIII no contemplaba técnicas adecuadas para extraer la corteza y por lo tanto se destruyen bosques en la región. Según Petittjean & Saint Geours de 1000 árboles talados, unos 100 retoñan. Se necesitan 100 retoños para producir una arroba y hay que cortar más de 300.000 árboles para obtener 20.000 arrobas.

El período de esplendor de la cascarilla en Loja llegó a su fin a partir de principios del siglo XIX con la prohibición de la extracción y recolección del producto, esto estuvo acompañado por la devastación en los bosques de quina, un alto costo para un desarrollo y esplendor temporal, un daño irreparable para la región. (O)

¿Qué es la quina o cascarilla, cuál es su origen?

La quina es un medicamento febrífugo, tónico y antiséptico. Se emplea su corteza principalmente como tónica en forma de polvo, extracto, tintura, jarabe, vino, etc.; y al exterior en infusión o cocimiento para el lavado de heridas y úlceras.

Según Pío Jaramillo Alvarado, en 1630 el Corregidor de Loja don Juan López de Cañizares cayó gravemente enfermo con fiebre intermitente, y un amigo suyo, un jesuita, le sugirió tomar un remedio aborigen, empleado contra el mal de la fiebre desde mucho siglos atrás. El corregidor tomó el remedio que resultó ser cascarilla en polvo o macerada en aguardiente y la curación fue rápida y definitiva.

Jorge Juan, Antonio de Ulloa, Juan de Velasco, Jussieu también cuentan diferentes leyendas sobre el origen de la cascarilla o quina. Pero concuerdan en que fue descubierta en el Corregimiento de Loja, cerca de Malacatos. Utilizada en Europa desde mediados del siglo XVIII, esta corteza se impuso como “remedio milagroso”, antifebril absoluto, cien años más tarde.

La fama alcanzada por los beneficios de la cascarilla indujo al gobierno español enviar instrucciones, de organizar localmente el comercio de la quina a don Miguel de Santisteban, Director de la Moneda en Santa Fe. (O)

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