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Cuenca enfrentó, a inicios del siglo XX, la disyuntiva entre encierro e influencia externa

Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
23 de noviembre de 2014 - 00:00 - Gabriela Neira Escudero, Cátedra Abierta de Historia Universidad de Cuenca

La primera mitad del siglo XX estuvo marcada por la presencia de nuevos procesos históricos sobre viejas estructuras del siglo XIX que todavía estaban presentes en muchos procesos y relaciones de inicios del siglo.

Es innegable que el contexto mundial y nacional tuvo gran influencia en las dinámicas económicas, políticas, sociales y culturales en este período, aunque, de cierta manera, la situación que inquietaba a los cuencanos, y de la cual manifestaban constantes quejas, se refería a una suerte de encierro que dificultaba su relación con espacios externos.

El Ecuador, bajo el gobierno de Carlos Arroyo del Río, vivía importantes procesos de institucionalización económica y social: la formación de la clase obrera, un marco de expresión cultural –artístico y literario– de innegable trascendencia, la creación del Banco Central que inició en 1927 y cuyas reformas alcanzaron la mitad de la década de 1940. Por otra parte, el Ecuador también estaba afectado fuertemente por la importante pérdida de territorio a consecuencia de la guerra con el Perú, hecho que tuvo gran impacto en la sociedad de la época, más aún, con el Tratado de Río de Janeiro de 1942. Este conflicto afectó a la construcción de la identidad del Estado nacional y generó grandes cuestionamientos por las decisiones políticas.  

En la década de 1930, muchos espacios a nivel mundial vivieron las consecuencias de la fuerte crisis producida por la caída de los mercados en 1929; sin embargo, Cuenca y su región se encontraban, en cierta medida, a salvo de esas condiciones por los importantes movimientos comerciales a través de las exportaciones de sombreros de paja toquilla, especialmente durante los primeros años de la década de 1940.

La región centro-sur vivió un lento proceso de urbanización, de ser una sociedad sumamente rural, pasa a tener un desarrollo semindustrial iniciando un proceso de crecimiento medido. Mantenía una visión muy religiosa de la vida en muchos los aspectos, más la falta del ferrocarril y de una red de comunicaciones efectiva, hizo que se encontrara aislada en muchos sentidos, el ferrocarril se había constituido ya como un importante medio de comunicación, tanto en la Sierra Norte como en la Costa y, esa falta en la región, perturbó a los cuencanos, quienes permanentemente manifestaron su molestia por la situación de encierro en que vivía la zona.

Además de esa queja, la prensa de la época recogía otros reclamos a propósito de la desatención y constante despreocupación hacia Cuenca y su región por parte de las autoridades, haciendo de este tema una afirmación que se convirtió en una constante en la historia de Cuenca durante ese período.

La sociedad de la década de 1940 se desenvolvía entre la tradición y la modernidad, una sociedad que enfrentaba la contradicción de verse hacia adentro y, también, con una mirada puesta hacia el exterior, especialmente los miembros de la clase exportadora de sombreros de paja toquilla recibían una considerable influencia de las modas externas, cuya materialización es visible en la arquitectura del centro de la ciudad, muchas de las viviendas en el casco urbano fueron parcialmente destruidas, manteniendo su estructura y reconstruidas con nuevas fachadas a la usanza francesa.

Esta bonanza económica también se vio revertida en la instalación de un sinnúmero de servicios que beneficiaron notablemente a la sociedad cuencana, en principio, los proyectos de implementación de los mencionados servicios respondieron a esfuerzos e iniciativas privadas de los grupos que habían acumulado capital por los recursos de la exportación toquillera.

Desde los primeros años de la década de 1940, Cuenca comienza a superar un enclaustramiento territorial y económico, se da una lenta construcción de ciertas carreteras y la incorporación de la producción local y el comercio internacional, a través de la producción de sombreros de paja toquilla y su venta en mercados internacionales.

En ese contexto citaré un interesante recuento que realiza Leonardo Espinoza sobre algunos de los cambios significativos y novedades que aparecen en Cuenca en esta década que fueron conformando la ciudad y sus manifestaciones, de cierta manera se puede reconocer en este período el inicio de una modernidad como la conocemos hoy.

Los aspectos económicos, como la creación del Banco del Azuay, responden a la necesidades financieras propias de un economía dinámica de la región por la exportación del sombrero de paja toquilla; en ese sentido, esa misma bonanza permitió que la ciudad viera el crecimiento e implementación de muchos servicios en gran parte de Cuenca: los sistemas de agua potable y alumbrado eléctrico; la llegada con cada vez más frecuencia de vehículos motorizados a las calles de la ciudad; la proliferación de medios de comunicación como periódicos y radios locales y la señal de otros de fuera que retransmitían noticias y música: el diario El Mercurio y la primera emisora local, La Voz del Tomebamba.

En lo cultural había salas de cine y teatro que proyectaban películas dando un giro a las actividades tradicionales en la ciudad. La literatura y otras manifestaciones se encontraban muy difundidas, más todavía por la riquísima producción que se había dado en el país y en la ciudad en la década anterior y en esta misma con exponentes nacionales y locales como Arturo Montesinos Malo, Arturo Cuesta Heredia, Carlos Aguilar Vázquez, César Dávila Andrade, entre otros; y aunque sus obras tuvieron apogeo en la década de 1930, la influencia que estas tuvieron continuó vigente durante la década de 1940 y aun después.

No menos importante será hacia el final de la década la incorporación de la trasportación aérea que generó una nueva forma de comunicación, cambiando radicalmente las relaciones para nuestra ciudad y región.

LA AUSENCIA DE TRANSPORTE AFECTÓ EN ESE ENTONCES

La ciudad de Cuenca y su región de influencia durante la década de cuarenta del siglo pasado, evidencia un crecimiento y evolución importante que se constituye a partir de un complejo de dinámicas de transformación y continuidades de importante recordación.

La región, todavía muy ligada a la ruralidad, se debatía entre el compromiso de mirar hacia afuera con una fuerte crítica de lo establecido y una constante búsqueda por cambios urgentes y, la permanente situación de encierro y relego que sienten los cuencanos por la falta de servicios y conexión con el exterior de la región, en especial por la ausencia de medios de comunicación como el ferrocarril, que ya funcionaba en otras regiones de la Sierra y Costa del Ecuador y servicios que eran prioritarios para su desarrollo.

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