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El Telégrafo
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Deshielo del Chimborazo, un peligro que va más allá de la Sierra centro

El deshielo del Chimborazo causó un deslave que bajó por la quebrada Cuchara Mama. El torrente de lodo, rocas y ramas continuó hasta la comunidad Chuquipogio, en la parroquia San Andrés en Guano.
El deshielo del Chimborazo causó un deslave que bajó por la quebrada Cuchara Mama. El torrente de lodo, rocas y ramas continuó hasta la comunidad Chuquipogio, en la parroquia San Andrés en Guano.
Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
31 de diciembre de 2015 - 00:00 - Redacción Regional Centro

Más de un millón y medio de personas en las provincias de la Sierra centro están experimentado los efectos del calentamiento global, acentuado en la última década.

Lluvias intensas, granizadas, heladas, descensos inusuales de la temperatura, inundaciones, deslaves, desbordamiento de ríos y derretimiento de los glaciares son algunos de los efectos más evidentes de este fenómeno mundial.

Pero fue en los cantones Guano (Chimborazo) y Patate (Tungurahua) donde, este 2015, se constataron los daños materiales más impresionantes y desgarradores dramas humanos.

Los habitantes de las comunidades rurales Calshi, Silveria y Santa Lucía sufrieron de primera mano los deshielos del nevado Chimborazo la noche del 30 de noviembre de 2015.

“El ruido era horrible, parecía que se venía la montaña encima. Nos asustamos al ver una gran cantidad de agua y lodo que hacía temblar la tierra”, recuerda todavía aterrada Silvia Paca, habitante de la comunidad Calshi de la parroquia San Andrés, en el cantón Guano.

Barro, piedras y ramas bajaron a gran velocidad por las quebradas. La casa de Paca estaba junto a un desfiladero. Los vecinos le gritaban que abandonara su vivienda, y obediente Paca escapó aferrada a las manos de sus hijos.

Lo que vio minutos después le pareció inverosímil: un río de lodo empujaba enormes rocas y destruía todo lo que se hallaba a su alcance.  

Técnicos de la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR) evacuaron esa noche a 5 familias. Días después y tras varios recorridos con expertos y autoridades, se determinó que este suceso, que mantuvo en zozobra a la población, procedía de los deshielos del Chimborazo, una manifestación sin retroceso que está dejando sin nieve a grandes áreas del macizo y que afecta a oficios tradicionales como el que ejerce Baltazar Ushca, considerado el último hielero, cuya carga se disfruta todavía en los mercados riobambeños.

¿Pero qué está ocurriendo actualmente con el nevado que mantiene una altitud de 6.268 m s. n. m.? De acuerdo con los expertos, colapsó su morrena frontal (depósitos de fragmento de roca) y el agua que estaba contenida dentro del hielo bajó abruptamente, se mezcló con la tierra y provocó un río de lodo de 5 metros de alto que arrasó con los camélidos que se encontraban en las laderas.

El material descendió por la quebrada Pucco Machay que atraviesa las 3 comunidades y rompió la tubería de agua que abastecía a unas 700 familias. “Si no hubiera estado esa quebrada, otra sería la historia. El lodo hubiera arrasado con nuestras casas sin darnos tiempo a nada”, reflexionó Pedro Lema, habitante de Silveria.

En el mismo relato, Claudio Saca, que ha vivido 60 años en la parroquia Santa Lucía, dijo que nunca había visto una situación similar.  “Recuerdo que la nieve que cubría al Chimborazo llegaba hasta sus faldas y el frío era intenso en el día y en la noche. Ahora hace un calor terrible y para poder topar la nieve se debe subir hasta más de la mitad del macizo. Antes era rentable vender el hielo porque se lo tomaba de las zonas bajas. Es un sacrificio para los que lo hacen, el nevado está perdiendo su blancura”, añadió Saca.

Para Bolívar Cáceres, experto en glaciares del Instituto de Meteorología e Hidrología (Inamhi), los procesos de ablación (arrastre de tierra y rocas) se han incrementado. “Esto se debe a las altas temperaturas de los últimos meses, la ausencia de lluvias y la caída de ceniza del volcán Tungurahua sobre la superficie del glaciar. Todo esto  incrementó la fusión y provocó los deslizamientos”, señaló Cáceres.

Y añadió que a nivel de los glaciares tropicales el retroceso empezó a partir de la década de los ochenta y se atribuye al calentamiento global. El experto también señala que la reducción de la cobertura glaciar, podría desencadenar a futuro problemas mayores a los presentados en noviembre.

Por ejemplo, los estudios del glaciólogo muestran que es posible que ya no exista el stock suficiente para abastecer a los ríos de alta montaña en época de sequía. Eso en la actualidad no se nota pues el agua acumulada en el glaciar todavía es alta. “Las comunidades aledañas al sector deberán acoplarse a estos cambios y las instituciones deberán tomar acciones para mitigar el cambio climático en esa zona”, finalizó Cáceres.

Al momento ya no se observa la presencia de lodo en la quebrada, su flujo ha disminuido, y   “aunque todavía baja agua, es muy poca, ya no se escucha el ruido estremecedor del arrastre de piedras, pero no bajamos la guardia”, indicó Milton Bravo presidente de la junta parroquial de San Andrés. Las autoridades están en alerta y se  han realizado varios simulacros de preparación, mientras que la maquinaria del Municipio de Guano limpia los escombros.

En el mismo contexto, los habitantes de Patate todavía no han olvidado lo que ocurrió a comienzos de junio de este año en ese cantón turístico y agrícola de Tungurahua.

El 5 de junio, las autoridades provinciales declararon en emergencia vial a este cantón, tras 5  días de los peores aguaceros que se hayan registrado en los últimos 40 años.

Los deslaves e inundaciones obligaron también a evacuar a familias en el sector de Ulba, en el cantón Baños de Agua Santa.

Desde el 1 de junio, las torrenciales lluvias causaron deslaves, inundaciones, cierre de vías, pérdida de cultivos y evacuaciones de familias enteras. “El miedo es parte ya de nuestras vidas. No hay noche que no llueva”, aseguró Berta Benalcázar, habitante de Puñapí.

Unas 60 personas fueron movilizadas a refugios establecidos en la Casa Comunal de Puñapí, San Rafael y el Hotel Municipal de Patate.

Según las primeras estimaciones, más de 15 mil viviendas de las poblaciones mencionadas fueron cuarteadas e inundadas por deslaves y desbordamiento de quebradas y canales.

Cientos de gallinas, patos, cuyes, conejos y peces de criaderos fueron llevados por las corrientes. Los miembros del Comité de Operaciones de  Emergencia (COE) se instalaron en sesiones permanentes y de evaluaciones continuas.

“No recuerdo haber vivido un temporal como este en 4 décadas. En 1975, igual que ahora, la quebrada Chiriacu se desbordó y causó un torrente de agua lodosa cargada con vegetación. Dejó a muchos agricultores en la calle”, dijo el burgomaestre. La ayuda en vituallas, asistencia técnica y maquinaria pesada coordinada con mingas ayudó en la rehabilitación de caminos y devolvió la rutina a decenas de familias.

En Cotopaxi, el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IG-EPN) registró desde 2001 una acentuación en los deshielos del nevado por el aumento en la actividad, y  en este año se aceleró desde agosto. En los últimos 20 años se estima que el coloso perdió el 30% de su casquete glacial por el calentamiento global.

Los expertos señalaron que los glaciares se han vuelto débiles y vulnerables por el resquebrajamiento, debido a que han perdido su compactación. Algo similar ocurre con los nevados Illinizas.

“Cada vez tienen menos nieve”, aseguró Yolanda Masoquiza, habitante del barrio Zumbalica, desde donde se aprecia en toda su majestuosidad a los Ilinizas. Prueba de este deshielo ha sido la reducción en el caudal del río Pumachunchi, afluente de estas montañas. (I)

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