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Ecuador, 28 de Marzo de 2024
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El Telégrafo
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No-violencia para niños

Con cierto didactismo la película Ferdinand (2017) de Carlos Saldanha ilustra la cuestión de la no-violencia para niños. Es verdad que este es un filme para niños, aunque también apele la atención de adultos. Alrededor de la historia del toro Ferdinand, en el contexto de los animales de lidia, que luego son enviados al ruedo para morir como parte del espectáculo taurino, el director va por la tangente: su toro es amante de las flores y de la vida.

Una presunción sería que la película desmonta el discurso de la tauromaquia. Los elementos están presentes: un lugar donde se “educa” a los toros para acudir prestos al espectáculo donde se les sacrifica; una cultura de lucha y de agresividad permanente a la que son sometidos; un público consumidor de la corrida de toros.

El giro está en que el toro no cumple con su “destino” impuesto, lo cuestiona, desbarata el lugar donde es educado, induce a sus compañeros a mirar el lado oscuro de la institución a la que prestan sus oídos, hasta lograr que ellos se rebelen. El tono es jocoso y hasta chocante, más cuando el discurso varonil de los toros es visto desde el lado de los afectos, de lo sensible, representado en la relación del toro con una niña y el toro con las flores.

Para quien quiera, Ferdinand podría ser un alegato contra las corridas de toros, aunque a la final se admita que estas podrían existir donde el toro no muera y más bien sea homenajeado con flores. En otras palabras, cultura hippie posmoderna, donde la cultura de la paz se funda reconociendo siempre que hay violencia y, aunque no se la pueda desterrar, se debe convivir con ella.

Pero quitemos la piel del relato antitauromaquia y miremos más bien lo que conlleva Ferdinand: el machismo es consecuencia de una educación establecida donde sus educandos adquieren los valores que les hacen “guerreros”, donde la violencia es sinónimo de orden establecido y una sociedad que, por más que reclame lo contrario, convalida ese tipo de comportamiento.

En palabras sencillas: el “bruto” es formado como tal y es necesario para que funcione el statu quo. La película entonces refleja este sistema y lo proclama como fuera de lugar porque en el mundo actual lo que vale es la singularidad, los afectos, lo sensible…

¿No es acaso, su discurso de la no-violencia una respuesta al modelo del triunfalismo empresarial gobernante norteamericano? (I)

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