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Ecuador, 29 de Marzo de 2024
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El Telégrafo
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28 horas por una de oro

Esta historia no es mía pero merece ser contada. Me llamó la atención porque el tenista Roberto Quiroz, luego de ganar la final de dobles masculino en los Juegos Panamericanos de Lima 2019, le dedicó la medalla de oro a Kenny Castro:

La decisión estaba tomada. Llegó a las 14:00 del domingo a la terminal de buses en Guayaquil para embarcarse en un largo viaje. Le esperaban 1.400 kilómetros en bus, una travesía que en su vida había realizado.

Sería su primera vez en un trayecto de 28 horas. Lo máximo que había estado eran 10, de Guayaquil a Quito. Castro se guiaba por un presentimiento, una ligera premonición que lo animaba. Sentía que Ecuador se llevaría el oro panamericano en tenis y no quería perdérselo.

Toda su vida la dedicó a cubrir el 'deporte blanco', desde grand slams en el exterior, como Roland Garros, hasta challengers juveniles en su ciudad. Así conoció a un niño llamado Roberto Quiroz.Tenía 11 años, pero demostraba condiciones pese a su corta edad. Castro asistía a torneos juniors porque, de seguro, entre 50 niños que competían, al menos uno haría historia. 

Una vez dentro del bus, el periodista deportivo se preparaba mentalmente para soportar el lento paso del tiempo. Su rival era la desesperación. Debía distraerse de tal manera que el abrasador desierto peruano no lo enloqueciera en su larga espera. Para complicar las cosas, al cruzar la frontera y entrar en territorio extranjero, el internet le dijo hasta luego.

Era previsible. No contaba con roaming para mantener conexión fuera del país. Pero así tuvo su primera victoria, pues llevó un libro que lo entretuvo hasta llegar a Lima a las 18:00 del lunes. Trataba sobre el tenista argentino Juan Martín Del Potro y estaba autografiado por el autor Sebastián Torok.

Ya en la capital peruana, sin mucho dinero, Castro se hospedó en un hotel cerca al Club Lawn Tenis, aledaño al centro de la ciudad. Caminaba cada día hacia la sede de competencias. Era un activo fijo del lugar.

Lo veías sentado en una esquina de la tribuna, con lentes y gorra negra, una chompa deportiva y una libreta en su mano. Anotaba todo. 

Mi primer contacto con él fue en la zona de entrevistas. Ese hombre introvertido y callado me dijo con su acento costeño "voy primero", para dialogar con Gonzalo Escobar.

Días después conversamos más a fondo. Ahí supe que es freelance y que no consiguió el patrocinio suficiente para la estancia en los Panamericanos. Dividió el dinero que traía entre los pasajes de bus y el hotel. No le alcanzó para un avión.

Sus ojos se abrieron bajo el cristal de sus lentes al observar el video de Quiroz felicitándolo. "Qué verguenza", dijo. Sintió pena, quizás por su carácter humilde, lejano a la soberbia. 

Sé que en la universidad te enseñan a que los periodistas no deben ser la noticia. Pero esta es la historia de un ser humano que recorrió un país entero durante más de un día, con tan solo dos paradas en todo el camino, solo por seguir el aroma a oro panamericano. Y cómo es la vida, no se equivocó.

Le restan 28 horas más para volver a casa. Buen viaje Kenny Castro. (D)

. (I)

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