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El Telégrafo
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Proyecto hídrico trae esperanza a Sube y Baja

Hasta esta zona no llegan buses. Para ingresar se deben alquilar motocicletas o camiones.
Hasta esta zona no llegan buses. Para ingresar se deben alquilar motocicletas o camiones.
19 de julio de 2015 - 00:00 - Omar Jaén Lynch

Llegar no es sencillo, tanto por ubicación geográfica como por incomodidades en el trayecto. Quebrando a la derecha en la vía hacia Santa Elena, cruzando la comuna El Azúcar y a 17 tortuosos kilómetros de una carretera en mal estado, emerge Sube y Baja, agreste, rústico aún y con un dejo a pueblo congelado en el tiempo.

Acá no hay tantos cantos de gallos, pero sí se escucha en cada recodo del poblado la aguda voz de Isidro Suárez, que se replica a través de un parlante ubicado en lo alto de la casa comunal.

Este ingeniero comercial es el presidente de la comuna y es el encargado de difundir las noticias de la localidad. Sus anuncios van desde la suspensión de reuniones de síndicos hasta la llegada de ‘extraños’ al sitio.

Sube y Baja se llama así sencillamente porque los antiguos pobladores cuando iban hasta Santa Elena a ganarse la vida tenían que recorrer una subida para salir del sitio y una bajada para retornar al hogar.

El principal problema de la comuna es que no existe ni un centímetro de terreno asfaltado, peor la vía de acceso que complica la entrada y salida de los habitantes.

Pero el problema de la carretera no solo es algo de comodidad, afecta directamente a los bolsillos. En un cálculo apresurado, los vecinos fijan en $ 5 la ‘aventura’ de salir de la comuna hacia Santa Elena.

Desde octubre del año pasado la población goza de agua potable por gestiones con autoridades seccionales, pero sobre todo al renovado motor que tiene la zona: el trasvase Chongón-San Vicente y sus distintas ramificaciones. El proyecto hídrico ha permitido a Sube y Baja dar el salto de su antigua actividad comercial que era la producción de carbón para llegar a la agricultura. Ahora los vecinos fijan sus esperanzas en la producción de maíz, papaya y melón.

Lo que sí es aquí es que puede faltar brea en la tierra, pero jamás se mezquina una sonrisa.

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