Apoyada en su andador, Rufina Ochoa da unos pasos y se sienta junto a la entrada de la casa. Busca la luz del día, uno más en su carrera existencial de 93 años.

“Hábleme duro, que ya casi no escucho”, se anticipa la residente de uno de los 118 recintos que componen el cantón Vinces, en la provincia de Los Ríos.

Apenas 2 casas dieron vida al recinto Poza Seca, allá por la década de los cuarenta. Rufina nació en una de estas: en la finca El Guaji, que pertenecía a su padre.

Y fue la apertura de un brazo del río Vinces la que garantizó la subsistencia de la nueva localidad.

En el lugar siempre prevaleció la agricultura. Por eso fue imprescindible zanjar un brazo de río con la vetusta maquinaria de la época. Y del otro lado del afluente se levantaron nuevas comunidades, como el recinto Macho Capón y el caserío Casa Azul.

Lastimosamente, con el transcurso de los años, el caudal se tapó y ahora solo se llena cuando los aguaceros desbordan el río. Raúl Villasagua (64 años), promotor social del Municipio de Vinces, comenta que al arroyuelo lo llamaron Río Chico, pero hace 4 décadas quedó seco por el asentamiento de una platanera.

Esta circunstancia hizo que los comuneros conozcan al recinto como Poza Seca, porque desde entonces el viejo arroyuelo pasa seco en verano y se llena en invierno. Es así que después de 60 años los habitantes han aprendido a sobrevivir los duros inviernos.

Algunos finqueros cultivan arroz, cacao, maíz, mango, zapote, zapallo, aguacate, etc. Otros crían ganado. Las mujeres cuidan a los hijos, acarrean el agua y alimentan a los animales.

En Poza Seca el agua potable es todavía un anhelo, pero no preocupa porque jamás han sentido la comodidad de abrir una llave dentro de casa o el placer de ducharse sin recurrir a cubetazos. Por eso, aún sacan agua del pozo y solo para calmar la sed la compran en botellones.