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Cacao y maracuyá no faltan en Sal si puedes

La iglesia, de 6 metros de ancho por 8 de largo, permanece cerrada.
La iglesia, de 6 metros de ancho por 8 de largo, permanece cerrada.
02 de agosto de 2015 - 00:00 - Elías Vinueza Rojas

Salir del lugar hace 25 años era cosa seria. Había que escalar montaña tras montaña para poder llegar a El Salto, desde donde se podía movilizar por carretera a la playa de Muisne u otras poblaciones.

Los caballos y los burros no aguantaban el trajín del viaje y sus jinetes debían seguir a pie. A veces tocaba parar y pasar la noche en medio de la oscuridad de los matorrales hasta que amaneciera para retomar el recorrido. El lodo alcanzaba las rodillas.

Llegar a El Salto, localidad que ahora queda a 13 kilómetros de distancia y a solo 15 minutos en bus gracias a la carretera que se construyó hace casi 15 años, demandaba un día de recorrido.

Por esas dificultades, cada vez que un poblador avisaba que saldría del sector, los vecinos le desafiaban: Sal si puedes.

A este lugar, cuando no tenía pobladores ni nombre y al cual ya no es difícil trasladarse ni entrar y menos salir, llegó Juan Macías hace más de 30 años.

Había vendido su finca en El Empalme, en la provincia del Guayas, para cuidar otra en la parroquia de San Gregorio, del cantón Muisne, lo que ahora es Sal si puedes. “Me gustó mucho el sector y le compré 23 hectáreas a los Cuzme por 120 sucres”, recuerda Juan, ahora de 64 años.

Recuerda que solía juntarse con amigos que cuidaban otras fincas del sector para ir a cazar guanta, guatusa o tatabra.

En ese grupo estaba Wilson Moreira (+), quien llegó a ser el fundador del pueblo en 1989 y luego concuñado de Juan.

Moreira construyó la primera casa y ayudó a que otras personas hicieran las suyas. Así comenzó el recinto al que ahora se puede llegar en 3 líneas de bus (Costeñita, River Pacífico y Tabiazo), que van para Chamanga o Mompiche. Desde Sal si puedes se pagan $ 0,50 hasta El Salto y $ 1 hasta el malecón de Muisne.

La tranquilidad del recinto, compuesto por una decena de familias y la misma cantidad de casas, solo se ve afectada por los campeonatos de indorfútbol, ecuavóley, los juegos de billar en la casa de Rocío Rodríguez (35 años) y su esposo Manuel Macías —hijo de Juan—, las fiestas de la Virgen de Fátima, en septiembre, y cuando juega Barcelona.

De lunes a viernes hay poca actividad. Los jefes de hogar viajan a otros pueblos con fines comerciales. Los sábados por la tarde, en cambio, los vecinos se reúnen en la casa de Rocío, más conocida como la ‘Patucha’, para jugar indorfútbol en una cancha de tierra.

En Sal si puedes, a 45 minutos de Atacames, por la Ruta del Spondylus, pasando El Salto, El Ojal y Bilsa, las familias se dedican a múltiples actividades para subsistir, pero la cosecha y venta de cacao, maracuyá y palma es común en todas.

La escuela, que se inauguró hace 20 años, dejó de funcionar hace 2 porque no podía cumplir con los requisitos que exige el Ministerio de Educación, así que los niños y jóvenes de la comunidad estudian en poblaciones que quedan a 20 minutos en bus.

No hay agua potable y la energía eléctrica falla todos los días por un par de horas.

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