Guerreros Terracota: el ejército que aún vigila bajo tierra
Pese al murmullo de la gente y al clic constante de los celulares, un silencio se torna en la fosa funeraria donde reposan los Guerreros Terracota. Ellos observan en calma. Inmóviles, pero dispuestos a proteger al emperador en vida y más allá de ella. O tal vez de los intrusos de carne y hueso que irrumpen su descanso con miradas de asombro.
Y es que su promesa quedó plasmada en figuras elaboradas con arcilla cocida (terracota) hace más de dos mil años. Ocurrió en la época de Qin Shi Huang, el primer emperador y unificador de China.
Su morada yace muy cerca de su tumba en el distrito de Lintong, en Xi’an (centro norte del gigante asiático) y el descubrimiento fue una sorpresa. Tras la Revolución Cultural de Mao Zedong, en 1974, campesinos buscaban agua para soportar la sequía. Sin embargo, encontraron una reliquia que años más tarde sería considerada Patrimonio de la Humanidad y la Octava Maravilla del Mundo Moderno.
Zhao Kangmin, un agricultor local que se convirtió en curador del museo en la localidad de Shaanxi, recibió una llamada para comentarle sobre el hallazgo. Un frío recorrió su cuerpo, ya que tenía una ligera idea de que encontraron al ejército de Qin.
La excavación comenzó de forma inmediata. Pronto dos estatuas de 1,78 metros de altura se erigieron frente a Zhao. Después de eso no se detuvieron y en una superficie de 56 kilómetros cuadrados se encontraron las más de 8.000 figuras. Soldados de tropa y de alto rango, arqueros de pie y arrodillados, carros de guerra, caballos eran parte de su ejército. No podían faltar acróbatas, bailarines, músicos, cisnes, patos y grullas.

El recorrido sigue ante la mirada de los Guerreros Terracota. Algunos están parados y, al parecer, en posición previa al ataque, con sus armas bajadas; aunque actualmente ya lucen sin ellas, porque han sido guardadas en otros espacios. Lo mismo ocurre con quienes están arrodillados con sus brazos ligeramente levantados.
Pese a que están en posición de batalla, los visitantes no parecen temerlos. Se acercan desesperadamente a tomarles una foto o hacerles un video. Buscan inmortalizarlos aún más, como si fuera poco el recinto funerario al que fueron confinados para proteger al emperador.
La tumba de Qin nunca ha sido abierta… Probablemente, los soldados están cumpliendo bien su tarea de no dejar que nadie perturbe su viaje al más allá.
Misterios rondan la tumba sellada del emperador
Envenenado y a corta edad murió Qin Shi Huang; presumiblemente fue envenenado con mercurio. Pero, ¿por qué no se ha abierto su última morada?
La primera respuesta que se vendría a la mente es que hay alguna maldición como en las películas hollywoodenses, pero no es así. Abrir la tumba podría convertirse en un “desastre”, porque la exposición al aire dañaría los objetos que Qin guardó tan celosamente.
Con los guerreros ya ocurrió. En solo 15 segundos, la laca se borró de las caras y de los uniformes; perdieron su brillo natural por la exposición al aire. Incluso los rojos, verdes y azules se están opacando. Solo los rayos de sol imprimen luz ante el polvo que cubre cada figura.

En el interior de la cámara funeraria del emperador puede haber una concentración de mercurio 100 veces superior a lo normal. El historiador Sima Qian, en su libro ‘Registros del Gran Historiador’, describió textualmente:
“La tumba contenía palacios y torres panorámicas para cien funcionarios, así como numerosos objetos raros y preciosos. Se ordenó a los artesanos que fabricaran ballestas y flechas automáticas para disparar a cualquiera que se acercara. Con mercurio se hicieron los cien ríos, el Yangtsé y el Amarillo, y el gran mar, que mecían e fluían automáticamente”.
Y en el ámbito médico, el mercurio puede afectar a los miembros de las excavaciones porque es un mineral mortal y hay riesgo de contaminación del ambiente.
Si nos remitimos al simbolismo espiritual, el mercurio se asociaba con la búsqueda de la inmortalidad -según las teorías taoístas-.
También se relaciona con la vida eterna, es decir, muy acorde al pensamiento del emperador Qin: perdurar después de la muerte. ¿Solo? Nadie lo sabe.

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