Setenta moradores del edificio de viviendas sociales que ardió el miércoles en Londres seguían desaparecidos este viernes, entre ellos familias con niños, mientras crece la indignación con las autoridades por un rosario de aparentes negligencias.

La policía confirmó que hay 17 muertos y, según un recuento de la agencia británica Press Association, hay otras 70 personas desaparecidas en el siniestro de la Torre Grenfell, un edificio de 24 plantas en el que vivían unas 800 personas, la mayoría inmigrantes muy humildes.

El bloque de viviendas fue construido en 1974 en una sección obrera del riquísimo distrito de Kensington y Chelsea, a escasa distancia del barrio bohemio y animado de Notting Hill.

El avance de los bomberos es lento y llevará semanas inspeccionar cada rincón de lo que no es más que un esqueleto carbonizado en el que se da por hecho que no queda nadie con vida.

Dada la voracidad del fuego, "existe el riesgo de que no logremos identificar a todas las víctimas", avisó el comandante de policía Stuart Cundy. "El proceso va a ser muy largo" y podría durar semanas o incluso meses, añadió.

De las 17 víctimas, solo se conoce la identidad de una, el refugiado sirio Mohamed Alhajali, de 23 años, un estudiante de ingeniería civil en la universidad de West London. Su hermano mayor, que estaba con él en el momento del siniestro, sobrevivió y está siendo atendido en un hospital.

Las calles de los alrededores están llenas de pósters con fotos de los desaparecidos, colgadas por amigos y familiares.

El alcalde de Londres, el laborista Sadiq Khan, fue el primer político en experimentar el malestar de los vecinos cuando visitó la zona el jueves. Alrededor de la Torre Grenfell hay tres similares, y sus moradores no se sentían particularmente seguros.

Un hombre lanzó una botella de plástico a Khan y fue constantemente interrumpido por la gente cuando trataba de hablar con la prensa.

La primera ministra Theresa May no se expuso a las iras del público al evitar a los familiares y vecinos. (I)