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Las escuelas entrenan a los estudiantes

La rutina de los franceses cambia tras los atentados del 13-N en París

Soldados patrullan en la Catedral de Notre Dame en París, ciudad que lucha por recobrar la normalidad tras los ataques yihadistas.
Soldados patrullan en la Catedral de Notre Dame en París, ciudad que lucha por recobrar la normalidad tras los ataques yihadistas.
Foto: AFP
11 de noviembre de 2016 - 00:00 - Agencias AFP

Los atentados yihadistas perpetrados en París la noche del 13 de noviembre de 2015, en los que murieron 130 personas, modificaron profundamente la vida cotidiana de los franceses que viven en alerta máxima desde entonces.

Con las heridas del atentado de enero de 2015 contra el semanario Charlie Hebdo aún abiertas, el terror yihadista se volvió a apoderar 10 meses después de la capital francesa con ataques simultáneos en lugares de ocio y en una sala de conciertos. Era el escenario que más temían las autoridades.

El ataque de Niza del 14 de julio que terminó con la vida de 86 personas, incluidos niños, y el asesinato días después de un cura en una iglesia de una pequeña localidad

del noroeste de Francia dieron una dimensión nacional a la amenaza.

“La repetición de los ataques acentuó el efecto traumático entre los franceses. Pero sin duda, los atentados del 13 de noviembre marcaron un antes y un después”, señala el neuropsicólogo Francis Eustache, codirector de un programa sobre el impacto de estos atentados en la memoria.

“Después de los atentados de París comencé a evitar los lugares con mucha gente o los monumentos emblemáticos”, cuenta Yhoan, de 31 años, quien confiesa “sentir ansiedad” cada vez que escucha sirenas.

Desde los atentados del 13-N, los policías y los militares invaden la rutina de los franceses, lo que exacerba el sentimiento de amenaza. Unos 100.000 policías, gendarmes, militares y reservistas están desplegados en el país, incluso en playas desertadas por los turistas. “Aunque están allí para hacernos sentir seguros, su presencia termina siendo agobiante, porque nos confronta a un peligro potencial”, señala Julie Subiry, madre de tres niños de 5 a 11 años.

Las escuelas -uno de los objetivos potenciales del Estado Islámico (EI)- reforzaron su seguridad. Los niños, incluso los más pequeños, hace un año se preparan para saber qué hacer en caso de atentado.

Ante el riesgo de un ataque, las autoridades tomaron la polémica decisión de autorizar el cigarrillo en los patios de los institutos secundarios para evitar que los jóvenes se agrupen frente a los establecimientos para fumar.

Otros gestos son comunes en Francia: pasar por un detector de metales o abrir el bolso a un guardia al ingresar en el cine, una tienda o un museo. “Si hace unos años me hubieran dicho ‘abre tu bolso para ver qué hay dentro’ me habría sorprendido, ahora yo lo abro de forma natural”, cuenta Isabelle, una parisina de 53 años.

Agresiones racistas

Otra consecuencia de la masacre del 13 de noviembre fue la instauración del estado de emergencia, una medida de excepción bajo la cual las autoridades pueden realizar registros y aplicar el arresto domiciliario sin necesidad de una orden judicial.

La Policía desarrolló más de 4.000 redadas bajo este régimen y 89 personas siguen bajo arresto domiciliario. Mientras que asociaciones denuncian un retroceso de las libertades individuales en el país.

Por otra parte, los atentados agravaron la estigmatización de la comunidad musulmana francesa que tiene cinco millones de personas en el país. (I)

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