La imagen que se proyectaba en la televisión era digna de una película de reyes: enormes candelabros de cristal colgando del techo, estatuas de leones de bronce y grandes espejos con detalles antiguos. Allí en el medio del salón estaba Felipe VI, el rey de España reconocido así por quienes apoyan la monarquía en el país europeo.

Fue el segundo discurso que pronunció Felipe tras la abdicación de su padre, Juan Carlos I, en junio de 2014. Esta vez había un tinte especial, era Navidad, España había pasado por unas elecciones más reñidas que la llevarían incluso al punto de la ingobernabilidad, un nuevo grupo de jóvenes políticos ‘amenaza’ con un discurso de república y diferentes, y por si fuera poco los catalanes insisten en llevar adelante su proceso independentista.

Ante este contexto al rey solo le quedaba una opción, que el eje de su discurso navideño sea la tan llamada unidad de España.

“Esta noche quiero reiterar un mensaje de serenidad, de tranquilidad y confianza en la unidad y continuidad de España; un mensaje de seguridad en la primacía y defensa de nuestra Constitución”, dijo Felipe al inicio de su intervención, que de inmediato fue criticada en redes sociales, tanto por los ciudadanos españoles como por políticos.

Sentado en el trono, con su traje azul marino y corbata lila, Felipe dijo que el palacio español era el “símbolo de nuestra historia con la “necesidad de ensalzar todo lo que somos, lo que nos hace ser y sentirnos españoles”.

“Este palacio es de todos los españoles. Solo que no les he hecho copia de las llaves”, ironizó Geardo Tecé, escritor y colaborador del portal independiente español Ctxt.es, sobre las palabras de Felipe.

Sobre las elecciones, el monarca dijo que “aportan sensibilidades, visiones y perspectivas diferentes”. Eso sí dejó claro que en medio de conversaciones para pactar un gobierno, la Constitución no debería tocarse.

Fue allí que hizo referencia a las aspiraciones de Cataluña de ser independiente (sin decir directamente el nombre de la región), una intención que, dijo, “sería un grave error”. De inmediato, los líderes Artur Mas y Gabriel Rufián calificaron las palabras de Felipe de “decepcionantes y hasta de indecentes”.

En declaraciones al diario Publico.es, el cabeza de lista de ERC en las elecciones generales, Rufián, dijo que se debería hacer una república, “donde los únicos reyes que reconozcamos sean nuestros hijos”.

En otra intervención, Mas dijo que el rey debería ser más sensible a los derechos de los catalanes, “estoy de acuerdo con la apelación al diálogo, al pacto y a la concordia, pero no estoy de acuerdo con la visión de que la voluntad de unos pocos pretenda imponerse a la decisión de muchos”.

Mientras que, en el portal eldiario.es, el secretario de Política de Podemos, Íñigo Errejón, expresó que el discurso de Navidad del rey “no estuvo a la altura” porque tuvo “más atrezo que sensibilidad social”. Para él, Felipe no hizo mención a los problemas reales de los españoles. ¿Cuáles son estos? El desempleo, la desigualdad y la crisis económica que todavía no supera este país europeo.

Errejón en sus declaraciones al diario español dijo que Felipe “habló mucho del nombre de nuestro país, pero muy poco de las condiciones de vida de la gente de nuestro país, que es en última instancia lo que garantiza su unidad”.

Concretamente sobre la situación social de España, Felipe solo atinó a decir: “Todos deseamos un crecimiento económico sostenido. Un crecimiento que permita seguir creando empleo -y empleo digno-que fortalezca los servicios públicos esenciales”.

Para los representantes de Podemos, incluido su líder Pablo Iglesias, el discurso de Felipe estuvo plagado de generalidades, alejado de las necesidades de la gente y sin menciones concretas sobre la corrupción en los partidos políticos y el gobierno de Mariano Rajoy. (I)