Publicidad
Conflicto de gobernanza
Una espantosa crisis política tiene al gobierno estadounidense contra la pared. Crisis que ha desembocado en la paralización parcial de la administración federal. La razón: una mayoría de congresistas republicanos –reforzados por los extremistas del Tea Party- intenta frenar la puesta en vigencia de la ley Obamacare (una reforma sanitaria integral).
El presidente Barack Obama ha dicho que esta crisis es el resultado de una “cruzada ideológica” para imponer una concepción por sobre las acciones políticas de un partido –el suyo- que ganó las elecciones, entre otras cosas, por acoger la causa de la salud de quienes no tienen acceso a una justa cobertura. Y no deja de tener razón. El sistema de salud estadounidense es precario en la medida en que las compañías de seguros de la salud dominan el “mercado” de quienes sí pueden pagar lo que ellas cobran y, sin cargo de conciencia y simultáneamente, se muestran impasibles con los cerca de 50 millones de estadounidenses que están postergados, tanto del sistema privado cuanto de un necesario subsidio federal.
Así, habría que señalar el modo como las empresas de seguros de la salud manejan el tope de sus coberturas, pues esto les permite restringir arbitrariamente el aseguramiento de personas que sufren un cierto cuadro de dolencias. Los millones de seres humanos de escasos recursos se ven marginados y, a veces, víctimas mortales de enfermedades que pudieron ser atendidas si el sistema de salud contemplara una protección general.
Es en ese contexto que la presión de los republicanos y su ala ultraconservadora ha trazado una gran sombra de inestabilidad política, oponiéndose a una Ley que intenta asumir una deuda social postergada –en su momento- por otros gobiernos demócratas. Poner en vigencia esa ley implica aumentar el prepuesto con el fin de destinar un rubro al nuevo sistema de salud de cobertura abierta (y en asocio con diversas compañías de salud, pero imponiendo estrictas condiciones de inclusión social y cero excepciones). Semejante medida es algo que los conservadores moderados y radicales no están dispuestos a aprobar y para demostrarlo plantan una especie de extorsión económica disfrazada de habilidad política; no importa si con ello paran servicios o precipitan otra crisis económica, lo de fondo es remarcar y defender una visión conservadora y mezquina de las responsabilidades federales.
La crisis política interna que vive EE.UU. también se dejó ver, hace pocas semanas, cuando Obama esperaba que los congresistas respaldaran su propuesta de intervenir militarmente en Siria –cosa que no logró-, y ahora se nota que ese tema y la Ley Obamacare están supeditados a la temperatura del enfrentamiento entre republicanos y demócratas. Por supuesto, la cuerda se tensará hasta que la economía de la potencia soporte esta cruel apuesta de sus fuerzas políticas que, como se ve, mueven los hilos de un poder superior dentro y fuera de los Estados Unidos. Extraña situación que escenifica un conflicto de gobernanza (o pugna de poderes, como dirían los analistas criollos) precisamente en un país que da lecciones de democracia al resto del mundo.