El volcán, que se reactivó el viernes pasado, no deja de emitir fuertes rugidos y detonaciones que mantienen en vilo a poblaciones aledañas, como la turística Baños, con 18.000 habitantes.

“No deja de lanzar cañonazos de lava y ceniza que hacen retumbar los vidrios de las ventanas. Parece que se calma, pero con sus bramidos permanentes nos dice: aquí estoy y yo mando”, dijo a la agencia AFP Margoth Reyes, una baneña cuya economía depende de los paseantes que se abastecen en su tienda de alimentos.

José Luis Barrera, del Municipio de Baños, confirmó que se dispuso la suspensión de las labores agrícolas y ganaderas en las partes altas debido al peligro y añadió que las lluvias de los dos últimos días limpiaron la ceniza que había caído sobre pastizales de la zona.

El Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IG) informó, a su vez, que en la madrugada del jueves se registraron explosiones aproximadamente cada cinco minutos, que derivaron, incluso, en la expulsión de material incandescente en forma de bloques y fuentes de lava que descendieron por una quebrada.

El miércoles por la noche, cuando una espesa neblina impedía observar al macizo, el IG indicó que “el escenario más probable es que haya un volumen relativamente grande de magma, que está ascendiendo lentamente hacia el cráter”.

“Este volcán es como una mujer vanidosa: mientras más le quedan viendo, más se cubre la cabeza. Así quién le va a ver la cara”, expresó a la agencia de noticias Carlos Sánchez, vigía de una estación multiparamétrica del IG en Ventanas Runtún, en las faldas del Tungurahua y a 2,5 km del cráter.

Entre tanto, la actividad eruptiva no ahuyenta a todos. Ese es el caso del guayaquileño Luis Dueñas, un traumatólogo guayaquileño afincado en Argentina que intentó observar infructuosamente el proceso eruptivo este jueves. “Por la nubosidad habrá que tener suerte para ver la cima”, comentó el galeno.