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El Telégrafo
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Proceso clave para entender esta coyuntura fue la formación del movimiento estudiantil

Universidad y agitación social en la década del 60

Universidad y agitación social en la década del 60
23 de agosto de 2015 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

En los años 60, Ecuador se incorporó -tardíamente en relación a otros países de la órbita latinoamericana- a una política económica de sustitución de importaciones. No obstante, esta fue una medida forzada, pues por las condiciones de su economía, el país aún no estaba preparado para sostener dicho modelo de desarrollo.  

Los años sesenta fueron de intensa agitación política por la influencia de la Revolución Cubana, proceso que imprimió una profunda huella en la conciencia popular. Los cambios en América Latina y el mundo relacionados con el proceso de descolonización en África y la emergencia de las guerrillas revolucionarias latinoamericanas, constituyeron el punto de partida e inspiración para la formación de nuevos movimientos sociales. Se sucedieron gobiernos civiles y militares de diverso signo ideológico, como uno que intentó un acercamiento a Cuba y la Unión Soviética (presidencia de Carlos Julio Arosemena), hasta una Junta Militar que recibió lineamientos del gobierno de los Estados Unidos. Fueron años de importantes luchas sociales a nivel latinoamericano y Ecuador no permaneció ajeno a estos rumbos.

Proceso clave para entender esta coyuntura fue la formación del movimiento estudiantil en los sesenta, que propició múltiples huelgas y reclamos sobre la gratuidad de la educación universitaria, alto costo de la vida, entre otras problemáticas. El sector obrero y sindical se fortaleció con la creación de nuevos órganos, como la CEOSL (Central Ecuatoriana de Organizaciones Sindicales Libres), la UGT (Unión General de Trabajadores) y la transformación de la Cedoc.

A pesar de las bondades de un proyecto de reforma curricular que diseñó y trató de implementar el ministro Gonzalo Abad Grijalva, en esta década se produjo un deterioro en el nivel de la calidad educativa, básicamente por la politización de los gremios, entre los que se incluye la Unión Nacional de Educadores. Por otra parte, la crisis universitaria que no era nueva se agudizó con medidas populistas como la supresión del examen de ingreso.     

En el pensamiento universitario de los sesenta y setenta del siglo pasado se imponen teorías de inspiración marxista que imaginan a la educación como uno de los más poderosos aparatos ideológicos, siguiendo a Louis Althusser. Así lo describe el sociólogo Tomás Vasconi: “La forma más pura de aparatos ideológicos de Estado, es decir, de aparatos cuya contribución esencial al sistema es el logro de su reproducción por una acción a nivel superestructural, más que como aparatos cuyo funcionamiento se halla más o menos expresamente ligado al desarrollo de las fuerzas productivas”.      

De lo anterior se desprende la idea de que la Universidad es la institución llamada a liderar el cambio revolucionario y se apela a la radicalización de la lucha de los jóvenes para construir la “universidad nueva”. Así lo expresa Manuel Agustín Aguirre, militante socialista e ideólogo de la Segunda Reforma Universitaria: “De pronto, irrumpe un nuevo estudiantado universitario, que es una fuerza que sacude no solo las columnas del viejo edificio sapiente, sino las de la sociedad toda, con sus estructuras orinecidas y vetustas. No solo que exige la intervención, cada vez más directa, en el gobierno de la Universidad, hasta llegar a plantear la autogestión, sino que está dispuesto a la crítica del ‘stablishment’, que se le ha impuesto y dentro del cual está obligado a vivir, sometiendo los hombres y las cosas a un severo cuestionamiento, ya se trate del pasado como del presente, de las estructuras económicas, sociales y políticas, como de los principios morales, educacionales y culturales”.

En la década del 60, con el impacto de la Revolución Cubana (1959), se acrecentaron las luchas por la igualdad étnica en los Estados Unidos y las demandas de los universitarios franceses que desembocaron en las protestas de mayo de 1968, lo que se replicó en varios países de Europa y América.

En nuestro país, a la par con un intenso activismo político, prevaleció la figura del “intelectual comprometido”, en la línea del filósofo Jean-Paul Sartre. Este tipo de intelectual sumó nuevos frentes de lucha como la reivindicación universitaria.

Si bien la Segunda Reforma Universitaria se implementó, en parte, luego de la reapertura de las universidades públicas, en 1971, las dos décadas siguientes (setenta y ochenta) atestiguaron la crisis de un modelo que desde la ideología y la agitación, fue incapaz de responder a la principal demanda que la sociedad ecuatoriana le impuso a su Universidad: la calidad académica como condición de posibilidad para generar y reproducir conocimiento. (O)

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