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El Telégrafo

¿Cómo empezó la rivalidad entre Barcelona y Real Madrid?

¿Cómo empezó la rivalidad entre Barcelona y Real Madrid?
25 de octubre de 2014 - 00:00 - Adriá Soldevila Rovira

La dura rivalidad entre el Barcelona y el Real Madrid nace exactamente durante el mes de junio de 1943 en el transcurso de las semifinales de la Copa del Generalísimo (antiguo Campeonato de España). Decimos en el transcurso porque la mala relación empezó con el partido de ida en el campo de Les Corts y porque ya no cesó hasta unas semanas después de haber disputado el partido de vuelta en Chamartín.

Pongámonos en situación. El 6 de junio de 1943 el Barça recibía al Real Madrid en el estadio de Les Corts, en la ida de las semifinales. Los blaugrana ganarían ese partido por 3-0, un buen resultado que de nada serviría para la vuelta, en un estadio lleno hasta la bandera y una animación desmesurada desde el principio hasta el último segundo, con cánticos y gritos contra los futbolistas blancos. Los medios de comunicación, en ese momento dirigidos por el régimen franquista, no digirieron la derrota de los blancos y la pitada al equipo de la capital del Estado.

En las crónicas del día siguiente se podía leer frases como “En la gran masa que llena hoy Las Corts hay sectores francamente peligrosos para el mismo equipo. Son clásicos fanáticos que desorbitan las cosas y a los que hay que recomendar calma y serenidad” (Mundo Deportivo) o “No deseamos más que el mismo apasionante e igual encendido aliento que atronaba. ¿Será posible esto en Madrid?” (Eduardo Teus, Diario Ya).

El periodista Eduardo Teus siguió, durante los días posteriores, lanzando más leña al fuego y publicando que, en Les Corts, los jugadores del Madrid habían sido maltratados e insultados, comparando la pitada al club blanco con los actos de 1925, dónde se clausuró el estadio blaugrana por la sonora pitada al himno español. Ante el cariz que tomaba el partido de vuelta, el presidente del FC Barcelona, Enrique Piñeyro, envió una carta a su homónimo de Madrid, Antonio Santos Peralba, en el cual negaba una pitada organizada des de el club en el partido de ida y pedía “que su público enseñe al nuestro a tolerar errores y violencias que puedan producirse”.

Pero de nada sirvió. Los ánimos para el partido de vuelta ya estaban demasiado caldeados. Motivados por la prensa, la afición madrileña tenía claro cómo debía actuar en el partido y su club, también. Ángel Mur sénior, en ese momento masajista del primer equipo, describe cómo se vivió la previa del partido: “Después del partido en Les Corts, la prensa madrileña empezó a criticar a la afición catalana, diciendo que había sido una encerrona con trampas. El periodista Eduardo Teus escribió mucho sobre ello y calentó el ambiente. En la vuelta nos concentramos dos días y, por la noche, no podíamos salir del hotel porque nos apedreaban”.

El Real Madrid obsequió a cada uno de sus aficionados con un silbato en la entrada de Chamartín y, después de pedir asistencia masiva, el estadio se llenó. La victoria de los blancos y la eliminación de los blaugrana se había convertido ya en una cuestión de Estado.

Y, tanto fue así que, minutos antes de empezar el partido, el General Moscardó irrumpió en el vestuario blaugrana, acompañado por el Director General de Seguridad y otros Guardia Civiles, para recomendar a los catalanes que no se acercaran a los límites del terreno de juego, dónde no podrían ser protegidos, y que no disputaran un gran encuentro, ya que, en caso de victoria, se podían producir avalanchas y disturbios de difícil control y terribles consecuencias. También fue avisado el árbitro, que no dudó en entrar en el vestuario blaugrana amenazando con “no tolerar ningún incidente”.

Resultado de las visitas: 8-0 al descanso, con un Barcelona que no pudo actuar y con un portero, Luis Miró, que se había pasado el rato lejos de la portería sin poder acercarse. El ex jugador Marià Gonzalvo lo recuerda así: “Fuimos recibidos con fusiles y cartucheras y recuerdo perfectamente como se repartían los silbatos entre todo el público y cómo nuestra área, minutos antes de comenzar, ya quedó inundada de monedas de 5 y 10 céntimos, que ya no eran de curso legal”.

Durante el descanso, los jugadores blaugrana se plantearon no saltar al terreno de juego e irse a casa sin disputar la segunda parte. Así lo comunicó el entrenador Pep Nogués al árbitro del partido, pero pocos minutos después, un Coronel del Ejército entró en el vestuario con una orden clara: “O salen al campo, o de aquí van directamente a la cárcel”.

En una entrevista a La Vanguardia, los ex jugadores Francesc Calvet y Josep Valle recuerdan esa situación. Después de haber vivido un infierno, quisieron abandonar el partido, pero con la entrada del Coronel decidieron continuar: “No estaban los tiempos para según qué bromas y solo deseábamos que aquello acabase, cuanto antes mejor”. De esa manera, los futbolistas tuvieron que volver al césped.

El Madrid puso el freno de mano y sólo consiguió tres goles durante la segunda parte. Ya en el minuto 89, el Barça marcó el único gol visitante, hecho que provocó las risas del público de Chamartín y la posterior invasión de campo para celebrar la clasificación.

En las crónicas posteriores, silencio absoluto por los actos ocurridos en el estadio. Únicamente elevación del juego madridista y de la gran victoria blanca sobre el Barça. El único periodista que se atrevió a valorar los hechos fue un joven declarado seguidor del RCD Espanyol y afín al régimen franquista, Joan Antoni Samaranch.

Esa crónica, escrita en el diario La Prensa, le costó a Samarach la retirada del carné de periodista. Pese a eso, después sería una de las personas más importantes dentro de las instituciones deportivas del régimen. Y, por si no fuera poco con la humillación, llegaría poco después la sentencia por los incidentes, tanto de la ida, como de la vuelta.

El Real Madrid fue multado con 5.000 pesetas por la invasión de campo. En cambio, al Barça le fue impuesta una sanción mucho más dura. 2.500 pesetas por la pitada de Les Corts y 25.000 pesetas por las “provocaciones” que ocasionaron los actos del estadio madridista.

Justo después de esa sentencia, el presidente del Barcelona Enrique Piñeyro, se vio obligado a presentar la dimisión irrevocable de su cargo.

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