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El Telégrafo

Madrid y una final esperada en demasía

El delantero de 30 años comandará el ataque de River Plate esta tarde en el Bernabéu. El 9 “millonario” marcó el primer gol en la final de ida de la Libertadores en La Bombonera.
El delantero de 30 años comandará el ataque de River Plate esta tarde en el Bernabéu. El 9 “millonario” marcó el primer gol en la final de ida de la Libertadores en La Bombonera.
Fotos: AFP
09 de diciembre de 2018 - 00:00 - Agencia EFE

Cuatro semanas después del partido de ida y medio mes más tarde de lo previsto, River Plate y Boca Juniors deciden hoy sobre el césped del estadio Santiago Bernabéu -si nada lo impide-, cuál de los dos es el rey de Sudamérica, y de la Copa Libertadores más polémica y, quizá, también la más popular de la historia. Un diluvio, un ataque al autobús de Boca, sucesivos aplazamientos y, finalmente, la sorprendente decisión de trasladar la definición del título a Madrid... Cuando hace un mes, el músico Andrés Calamaro aseguró que esta final era “tan importante como el hundimiento del Titanic”, pocos imaginaban que se iba a acercar tanto a la realidad. Porque lo que comenzó como la “final del siglo”, por el choque entre los dos grandes buques argentinos, fue derivando a “la final más larga del mundo”.

Parafraseando el cuento de Oswaldo Soriano fue “la Copa Conquistadores”, al ser trasladada a Madrid, o “la final de la vergüenza”, por la decisión de sacarla del continente. Nadie ha quedado indiferente ante esta final que prometía emociones fuertes y ha superado todas las expectativas. Desde presidentes de gobierno a artistas, las máximas instancias del fútbol, exjugadores o técnicos, todos airearon su opinión.

Un estruendo que no atenuó, siquiera, el desplazamiento a Madrid, puesto que River siente que le “robaron la localía”, al no permitirle jugar en su estadio repleto de sus aficionados. Boca reclamó hasta el final y ayer  el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS por sus siglas en francés) rechazó la solicitud urgente de medidas provisionales presentada el viernes por los “xeneixes” con la que pedía la suspensión del partido de vuelta de la final de la Copa.

Y, con tanto ruido, pocos recuerdan que la ida deparó un gran espectáculo futbolístico que, tras un magnífico intercambio de golpes, dejó todo por resolver (2-2).

River fue más equipo y llevó la iniciativa, pero Boca demostró un enorme poder ofensivo que le permitió adelantarse en dos ocasiones.

Ahora, Marcelo Gallardo, técnico de River Plate, espera sacar ventaja del exaltado estado anímico de los suyos, que se sienten perjudicados.

“Nos dañaron el espíritu, pero eso nos hará más fuertes”, dijo tras el último partido de la Liga argentina.

El “Muñeco” recupera respecto a la ida a Leo Ponzio, un valor seguro en el centro del campo, pero tiene problemas en el ataque, donde no podrá alinear por sanción al colombiano Rafael Santos Borré -autor de dos goles el domingo contra Gimnasia- y prácticamente ha descartado a Ignacio Scoco, que parece que no llegará a tiempo tras sufrir un desgarro en el gemelo derecho.

River sabe que su baza se jugará en el centro del campo.

Allí acumula el talento de Exequiel Palacios, quien pasa examen en el que puede ser su estadio dentro de poco, y la llegada al área rival de Gonzalo “Pity” Martínez, quien parece que vive sus últimos momentos en el club, antes de emigrar al fútbol estadounidense. Por lo mostrado en los últimos entrenamientos, la duda es si jugará con cinco al fondo, lo que daría opciones a Martínez Quarta, o con cuatro, con lo que podría entrar Ignacio Fernández en la zona de volantes. El ataque para Boca no parece un problema. El aplazamiento de la final le ha servido para recuperar a Cristian Pavón, lesionado en la ida, y el técnico Guillermo Barros Schelotto cuenta con suficientes variantes para sorprender al rival.

Con el argentino Wanchope Ábila en estado de gracia (14 goles), Darío Benedetto se ha convertido en el factor sorpresa desde las semifinales (4 goles).

El “Mellizo” puede recurrir a Sebastián Villa y Pavón, tirar de la experiencia de Carlos Tévez y el oportunismo de Benedetto o incluso de Edwin Cardona, que destacó el domingo contra Independiente.

En un encuentro declarado de alto riesgo, con 4.000 policías encargados de la seguridad y un estadio Bernabéu repleto -con la reventa en precios desorbitados-, River y Boca, Argentina y, toda Sudamérica, se juegan algo más que un título, en una final con alargue y definición por penales en caso de empate.

Está en juego la credibilidad de su fútbol y la posibilidad de cambiar la imagen que quedó dañada camino al estadio Monumental. (I)     

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