Bañados en puro chocolate, con trocitos de nueces y almendras, rellenos de vainilla, cubiertos con crema batida y adornados con frutillas. No importa cuántas calorías pueda tener un cupcake, lo que realmente interesa es saborearlo hasta que no quede ni una sola miga. Nadie en sus cabales podría resistirse a uno de estos minipasteles de colores chillones cuya masa es más jugosa y esponjosa que la de las tortas tradicionales. Todo cupcake suele llevar una cobertura decorativa, por lo general cremosa, que los hace aún más tentadores. Su traducción literal es pastel de taza, una tarta dulce de tamaño individual.

Aunque aparecieron en el siglo XIX, hoy en día hay una auténtica fiebre por estos pasteles. Su éxito se atribuye a sus decoraciones provocativas, pero también al hecho de que se pueden elaborar al gusto del cliente. Mario Andrade, aficionado a la pastelería, advierte que gracias al boom de los cupcakes ha habido también un renacer de la repostería y, en especial, de la casera. No hace falta tener una gran pastelería para elaborarlos ni tampoco un ejército de reposteros. Mario considera que con poco dinero y con poca experiencia es posible hacer cupcakes para regalarlos o, incluso, venderlos. “En ese sentido, se va generando una economía alternativa”, dice.

Mariana Castro los prepara en su casa, ubicada en el sector de Tumbaco. Es una emprendedora joven que ha sabido aprovechar su habilidad en la repostería. En un inicio, elaboraba sola los cupcakes, pero cuando se incrementó la demanda tuvo que pedir ayuda a sus familiares. Todos se involucraron en el negocio familiar.

Sus cupcakes son apetecidos por su sabor y textura. Su empresa Pasteles y Cupcakes MR se ha especializado en la elaboración de cupcakes, pasteles y minitortas. Estos postres —explica— se caracterizan, sobre todo, por sus diferentes sabores, esencias y rellenos. “En la decoración hay diversas coberturas para añadirles, como colores y sabores”. Mariana no lleva un cálculo de cuántos pastelillos ha preparado para cumpleaños, aniversarios o bodas, incluso ha creado cupcakes con logotipos empresariales y de equipos de fútbol. Pamela Ruales también empezó su negocio de manera informal. Al principio, preparaba estos postres para obsequiarlos a sus mejores amigas, pero con el tiempo, se dio cuenta de que podía venderlos. Su madre Nora Álvarez comenta que su hija siempre fue golosa, pero sobre todo, hábil para la preparación de postres. En junio de 2013, abrió su primer local The Cupcake Factory.

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Pamela se vio obligada a tener una fábrica para la elaboración de estos dulces, ya que su casa estaba invadida de estos dulces. En una ocasión, recibió un pedido de mil pastelillos, pero solo tenía 8 moldes. Salió del apuro con la colaboración de sus amigas que le ayudaron en la preparación. Su madre, quien, además, es su socia, recuerda una vez cuando casi a las 02:00, su hija comenzó a contar los cupcakes y le faltaban 250. Ese día no durmió. Era un pedido que recibió antes de abrir su local. Ahora cuenta con el apoyo de un equipo de reposteras que se ha especializado en la preparación de estos bocados. Sus padres también se involucraron con su negocio. Su madre la apoya con la recepción de los pedidos y las ideas creativas, entre otras múltiples tareas. Su padre es el responsable de la imagen corporativa.

Ahora recibe pedidos de Ibarra, Cuenca y Esmeraldas, entre otras ciudades del país. Cuando tienen que trasladarlos de la Sierra a la Costa, Pamela les recomienda optar por aquellos cupcakes con fondant porque tienen menos posibilidades de deshacerse en el camino. Álvarez dice que siempre hay una ocasión para obsequiar uno de estos postres. “A mi hija le suelo decir que mientras exista amor, no faltarán los pedidos”.

Lorena Almache, una joven graduada en la Escuela Ecuador Gourmet de Riobamba, forma parte del equipo encargado de la decoración de estos dulces. Aunque sus manos son hábiles para estos menesteres, confiesa que los diseños en 3 dimensiones son más complejos y exigen más tiempo. Mientras sus compañeras preparan la masa, ella le da unos pincelazos al rostro de una muñeca que acompañará la decoración. Es simplemente agua, pero funciona como si se tratara de un barniz.

Mercedes Castro, una de las especialistas en cupcakes del local Sweety Cupcakes, indica que antes de decorarlos es importante definir el diseño. Comenta que el principal requisito para tener éxito es la paciencia. “Hay que dedicar a cada preparación el tiempo necesario”, comenta. En esta tienda, los clientes pueden elegir entre diferentes diseños; hay más de un centenar y todos pueden verse a través de una tablet.

Mercedes revela que uno de los secretos para conquistar con un buen cupcake es prepararlos con frutas frescas. En el local tienen algunos sabores, como limón, naranja, mora, frutilla, coco y manzana. Comenta, además, que los sabores más apetecidos son aquellos que combinan chocolate con jengibre, o zanahoria y coco. Y cómo no solo de cupcakes vive el hombre, esta pastelería también vende otros dulces que son apetecidos en diferentes épocas del año. A diferencia del típico pastel, estos cupcakes tienen, sin duda, un toque de glamour que puede enloquecer a cualquiera.

La Historia

Los orígenes del cupcake

La receta de este postre data del año 1796, en los Estados Unidos. Fue creado por Amelia Simms y publicada en su libro de cocina American Cookery con el nombre de tartaleta cocinada en pequeñas tazas.

De hecho, al no existir moldes para hornear se solía hacerlo en recipientes de barro individuales o en copas, aunque también el origen del vocablo se remonta a la manera de calcular los ingredientes que se emplean en su elaboración.

Los cupcakes para los estadounidenses son como el dulce de leche para los argentinos o como el flan de caramelo para los colombianos. De hecho, es un postre que nos remite inmediatamente a la infancia. En la actualidad, los cupcakes se han convertido en un auténtico fenómeno tanto, que hasta hay muchos programas de televisión enfocados en estos panecillos. Matrimonios, cumpleaños, primeras comuniones, casi todos los eventos y celebraciones están demandando los pastelitos de colores.