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El Telégrafo
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¿Dónde dejé el celular?

Al estar sobrecargados de información, las personas son más propensas a perder diferentes objetos.
Al estar sobrecargados de información, las personas son más propensas a perder diferentes objetos.
30 de agosto de 2015 - 00:00

Las llaves de la casa, del carro, el paraguas, el teléfono celular, la billetera ¿Cuántos objetos es posible perder en un solo día? Para ser más precisos, no los perdemos, sino que olvidamos dónde los pusimos. No solo se trata de objetos. Hay quienes incluso pierden, con cierta frecuencia, el hilo de la conversación.

Un artículo publicado en el diario estadounidense The Wall Street Journal señala que las personas podemos perder hasta 9 cosas cada día e invertimos más de 20 minutos buscándolas. ¿Quién tiene la culpa?

Hay más indicios que revelan que los genes, la vida frenética, con múltiples ocupaciones, y el bombardeo incesante de información que recibimos a diario, a través del celular, la televisión, Internet, tienen la culpa de que, cada vez, sea más difícil recordar dónde dejamos la cartera, el celular o las gafas. El hecho es que gastamos tiempo no solo buscando lo que perdemos en casa, sino lo que extraviamos en el trabajo.

Los neurólogos aseguran que olvidar el lugar de ubicación de algún objeto, independientemente de la edad, es más común de lo que parece. Este hábito de perder las cosas, en realidad, nada tiene que ver con enfermedades relacionadas con la memoria.

De acuerdo con el libro Los siete pecados de la Memoria, del investigador Daniel L. Schacter, las personas sufren esta aparente falta de memoria por una razón que él explica en términos científicos: “Es la ruptura en la interfaz de la atención y la memoria”, es decir, una falla entre el instante en el que dejamos el objeto en un lugar y no somos capaces de activar nuestra memoria y codificar lo que estamos haciendo y el momento en que intentamos recuperar esa memoria.

Cuando ponemos el celular en el velador, nuestro hipocampo, una zona del cerebro, toma una suerte de foto de ese momento que después nos sirve como recordatorio. Los médicos coinciden al indicar en que es necesario poner atención a cada una de esas acciones para poder codificarlas y no olvidarnos de ellas.

Una investigación desarrollada en la Universidad de Bonn, en Alemania, sostiene que la mayoría de las personas olvidadizas presenta una variación en el gen receptor de dopamina D2 (DRD2) que las hace más proclives a los fallos de memoria.

Se trata —como señalan los expertos— de un problema de despiste agudo. Aunque para los seres humanos, hay olvidos inexplicables, en realidad, todo tiene una explicación. Son numerosos los estudios que señalan que las momentáneas pérdidas de memoria tienen que ver con el ritmo de vida y eso no excluye a los jóvenes.

Algunos neurólogos lo denominan el síndrome de la vida ocupada y que en el mundo científico se conoce como trastorno de discapacidad cognitiva subjetiva. Los científicos que están involucrados en este campo, aseguran que las personas son más olvidadizas, porque en un solo día reciben mucha información, sobre todo, en el entorno estudiantil, laboral y familiar.

Al estar sobrecargados de datos, los seres humanos son más propensos a perder la memoria transitoria que es, precisamente, aquella que está relacionada con la pérdida de las llaves, de la cartera, del paraguas.

Patricia Ramírez, especialista en ejercicios y terapia de la memoria, indica que esta es tan frágil, que podemos perder un esferográfico en cuestión de segundos.

Por esta razón, ella considera que es crucial ejercitar la memoria y dejar los objetos que utilizamos a diario siempre en el mismo lugar. “Hay personas que suelen dejar las cosas en sitios diferentes. Llegan a casa con hambre y sueltan las llaves en algún rincón de la cocina y luego se desesperan porque no están en el lugar de siempre”, indica.

Esta especialista explica que la cantidad de sueño y su calidad también afectan la memoria. Si duermes muy poco o te despiertas con frecuencia durante la noche, puedes sentirte fatigado. En este caso, el cansancio interfiere con la capacidad de captar la información y de recordarla después.

La mala alimentación es otro de los factores que influyen. Una buena nutrición es importante para el funcionamiento correcto del cerebro. Es vital incluir en la dieta proteínas y grasas de alta calidad.

Según la edición digital de la BBC de Londres, también resulta útil pensar o incluso decir en voz alta: “Estoy guardando mi billetera en el cajón del escritorio” o comentárselo a un familiar para que este nos ayude a encontrarlo cuando lo hayamos perdido.

Actos como olvidarse dónde dejó su billetera o dejar su tarjeta de crédito en el mostrador de un local comercial se consideran solo olvidos. A medida que envejecemos, es común experimentar momentos de olvido, pero cuando estos se repiten con frecuencia pueden ser un motivo de preocupación, por ejemplo, cuando la persona repite las mismas frases, preguntas, historias o chistes con las mismas personas.

El estrés también es considerado un factor importante para perder la memoria transitoria. Los científicos sugieren que los altos niveles de ansiedad, propios de las sociedades modernas, pueden afectar la habilidad de memorizar el lugar donde colocamos la tarjeta de crédito, por mencionar un ejemplo.

Ramírez recalca que uno de los mayores temores que tienen las personas es perder la memoria, “porque los recuerdos nos definen; nos marcan”, pero insiste en que estos olvidos domésticos nada tienen que ver con la enfermedad del Alzheimer. (ARB)

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