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El Telégrafo

De la alegría al llanto. estos aficionados vieron el partido en el parque bicentenario de quito

La derrota de la Tricolor entristeció a los hinchas con discapacidad auditiva

Arriba: Luis Arce, Jaime Carmilema, Natalia Ferández y Gloria Bravo lamentan el triunfo suizo. Abajo sufren: Gabriel Escobar, Darwin Achig y Alberto Carrera. Foto: Fernando Sandoval.
Arriba: Luis Arce, Jaime Carmilema, Natalia Ferández y Gloria Bravo lamentan el triunfo suizo. Abajo sufren: Gabriel Escobar, Darwin Achig y Alberto Carrera. Foto: Fernando Sandoval.
16 de junio de 2014 - 00:00 - Javier Tamba

Los ojos se le nublaron, dio media vuelta y se marchó. Al partido le quedaba un minuto, pero el segundo tanto de Suiza había sentenciado la derrota de Ecuador. Luis Arce y sus compañeros caminaron con el peso de la decepción, no entendían cómo el último ataque ecuatoriano se convertía en el contragolpe que les dio la victoria a los helvéticos.

Hablaban con las manos, frunciendo el ceño, sacando a relucir las arrugas de la frente. Jaime Carmilema lucía triste, molesto por la poca efectividad de Ecuador, no únicamente en la definición, sino también en la marca.

Luis y Jaime son 2 de las 5 personas con discapacidad auditiva que ayer vivieron las incidencias del partido Suiza-Ecuador a través de la pantalla gigante que se instaló en el Parque Bicentenario de Quito, en medio de la casa abierta que organizó el Ministerio del Deporte.

Algarabía pura

Antes de que el árbitro uzbeko Ravshan Irmatov diera la orden de mover el balón, Luis Arce (50 años) y Jaime Carmilema (33 años) tomaron posición frente a la pantalla. Junto a ellos estaba Natalia Fernández, coordinadora técnica de la Federación Nacional de Deporte Adaptado para Personas con Discapacidad de Audición y Lenguaje (Fedepdal), en la exposición.

El astro rey pegaba fuerte e impedía tener una visión total de las acciones. Luis y Jaime hicieron visera con las manos, su única forma de saber lo que ocurría en la cancha era mirando. Una corrida de Énner Valencia en franca posición de remate y un disparo del volante suizo Shaqiri que pasó cerca del arco ‘tricolor’ les impulsó a saltar de los asientos. Jaime señaló con la mano, no se explicaba por qué Énner no pasó la pelota a algún compañero; Luis le pidió paciencia.

Su concentración fue interrumpida por Gloria Bravo (36 años) y Alberto Carrera (60 años), quienes se sumaron al grupo. Jaime y Luis los saludaron sin quitar los ojos de la pantalla. Constantemente se restregaban las manos.

La ansiedad subió de nivel cuando el réferi decretó una falta a favor de Ecuador a un costado del área. Walter Ayoví se paró tras la pelota, lanzó el centro, Énner Valencia cabeceó, la esférica ingresó al arco. ¡Goool! Gloria, Luis, Jaime y Alberto pintaron en sus bocas un grito silencioso que hicieron sonar con aplausos, brincos y abrazos.

Los comentarios gestuales no se hicieron esperar. Con cara de “te lo dije”, Luis dibujó la jugada con las manos. Jaime sonrió, asintió con la cabeza. Gloria no dejaba de aplaudir. Darwin Achig (36 años), otro compañero, se unió a su algarabía. No apreció la conquista de Valencia, pero bastaba saber que la ‘Tri’ ganaba para estar contento.

Nudos en las gargantas

No pasaron 3 minutos del segundo tiempo y los sentimientos comenzaron a cambiar. Por la misma vía, de cabeza, Admir Mehmedi puso la diana de la igualdad. Gloria se cubrió el rostro con las manos, Jaime se tomó el mentón, Darwin se cogió la cabeza.

Luis trató de levantarles el ánimo. Volvió a pedir paciencia. Movió las manos, Natalia Fernández tradujo sus frases: “Dice que Ecuador debe seguir intentando. Les pide confianza. Como negro, se siente orgulloso de que la mayoría de jugadores sea de afrodescendientes. ¡Vamos a salir adelante!”, exclamó. Los rayos solares disminuyeron, la transmisión se apreciaba mejor.

El dominio del elenco ‘cruzado’ preocupaba a los aficionados. Los ingresos de Michael Arroyo y Joao Rojas por Felipe Caicedo y Jefferson Montero no eran comprendidos ni compartidos.

Luis observó su reloj, el tiempo reglamentario había terminado. El empate no era mal resultado. Pero la esperanza le volvió al cuerpo. Un servicio de Antonio Valencia dejó en posición de definir a Michael Arroyo, mas la defensa despejó el balón. La jugada terminó con la diana de Haris Seferovie. Al parecer, un escalofrío erizó la piel de Luis, quien solo atinó a refregarse los brazos, a la vez que Gloria, Jaime, Alberto y Darwin tragaban saliva.

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