La Mala Noche (Gabriela Calvache, 2019) fue la película que tuvo la preferencia de los espectadores que asistieron al Festival Latinoamericano de Cine de Quito (FLACQ), que se realizó entre el 19 y 23 de junio pasados.

Junto al largometraje que cuenta la historia de una mujer inmersa en una red de trata de personas y explotación sexual, se estrenaron otros dos filmes ecuatorianos: Panamá (Javier Izquierdo) y Azules Turquesas (Mónica Mancero).

La selección del certamen fue de 13 películas de la región, y tuvo como sedes para este año a la Sala “Alfredo Pareja Diezcanseco” de la Casa de la Cultura (CCE) y el cine Ochoymedio.

También habrá funciones en los Núcleos Provinciales de la CCE de Los Ríos, Manabí, Napo y Loja. Pero los asistentes a las jornadas en la capital fueron 7.000, la mitad que en ediciones pasadas (en 2017 fueron 14.000, y en 2018, con menos días, fueron 10.000), que han contado con mayor presupuesto y mayor cantidad de sedes.

La CCE entregó $ 12.000 de presupuesto y la Prefectura de Pichincha $ 7.000. Pedro Orellana, uno de los organizadores del FLACQ, indicó que en 2017 el presupuesto de realización fue de $ 45.000; en 2018, de 25.000 y este año se redujo a $ 22.000.

Las embajadas de los países participantes financiaron los traslados y derechos de difusión. El recorte también incidió en la cantidad de obras que se proyectaron, sin embargo, por primera vez se pagó a todas por derechos de exhibición. Hubo realizadores invitados, como el colomboecuatoriano Alejandro Landes, que comentó Monos, en la función inaugural del miércoles pasado (Teatro Nacional).

Pese a tener un público definido, este festival −al igual que el de cine documental “Encuentros del Otro Cine”− no cuenta con un presupuesto fijo ni una política pública para su continuidad, que cada año depende del trabajo de la Cinemateca Nacional “Ulises Estrella”.

Azules Turquesas llenó una función en la sala Pareja Diezcanseco (allí las funciones son de libre acceso), al punto que hubo espectadores en los pasillos y sentados en mesas de la cafetería de la Cinemateca. Otras de las películas que destacaron por la preferencia de los asistentes, que dieron su voto al final de cada función, fueron la brasileña Benzinho (Gustavo Pizzi) y la nacional Panamá.

El premio único incluyó una estatuilla, al igual que la que se entregó a los mejores cortos y largometrajes. La pieza fue realizada por la escultora Natalia Espinosa, que se inspiró en los perros callejeros de la ciudad. Durante la clausura, Orellana destacó el trabajo autónomo e independiente de los cineastas y el aporte de quienes van a las salas en un país que carece de políticas sólidas para la cinematografía.

En la Competencia Latinoamericana, la categoría Mejor fotografía de largometraje fue para la película chilena Tarde para morir joven, de Dominga Sotomayor. Y entre los 14 cortometrajes nacionales exhibidos, la Mejor actriz fue Ayleen La Torre, quien actúa en Ana, de Cristina Arias.

El Mejor actor de los cortos fue Pablo Aguirre, por su trabajo en La trivia espacial aleatoria, de José Andrés Aguayo. Y la Mejor fotografía en este formato fue para la misma obra.

El Capulí, de Carlos Sosa, obtuvo una mención especial por su fotografía, y obtuvo el premio a Mejor guión y Mejor cortometraje. (I)

Lea una entrevista con Alejandro Landes, y la reseña de su película, Monos que se estrenará a mediados de agosto en Colombia: "Monos" recoge lo íntimo de todas las guerras