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“Los sueños se hacen con disciplina y pasión”

“Los sueños se hacen con disciplina y pasión”
05 de junio de 2013 - 00:00

En un pasillo cercano al Teatro Nacional Sucre, la directora de una de las coreografías más laureadas a nivel mundial disfruta de unas rodajas de papaya y piña colocadas en una bandeja. Tiene el cabello rubio y desordenado; su voz se percibe alegre. En 1993 creó la Compañía de Danza Deborah Colker, en su larga trayectoria fue laureada en escenarios neoyorquinos, bogotanos, singapurenses y ahora ecuatorianos. Llegó al país para presentar la coreografía ‘Velox’, en  la inauguración del Festival Internacional de Danza.

En sus orígenes está presente la diversidad, atributo que destella en sus coreografías híbridas. Los padres de la coreógrafa brasileña fueron judíos rusos que se afincaron en Río de Janeiro. Motivo que le ha llevado a definir que su trabajo es como Brasil: “lleno de colores.”

Con serenidad medita sobre cuál debe ser la ética de un bailarín. Piensa. Formula bien sus expresiones: “el bailarín debe saber lo que busca en la danza, necesita técnica, debe construir su propio cuerpo y personalidad, ser responsable y comprometido con la danza, y  tratar de hacerlo con perfección creativa y perfección profesional”.

DATOS

El Festival Internacional de Danza Contemporánea, que se desarrolla en la capital, continúa hoy, desde las 19:30. El Colectivo gatos en la barriga, de Ecuador, presenta “63 mañanas”, en el Teatro Variedades Ernesto Albán. La entrada costará $ 5.

Mañana
, a la misma hora, el grupo Federica Folco, de Uruguay, presenta “Periférico”, en el Teatro Variedades. El acceso costará $ 5.

El viernes
, a las 19:30, Tamia Guayasamín, de Ecuador, presenta la coreografía “Danzadensa”, en el teatro Variedades. Entrada: $ 5.
‘Velox’ es una obra que involucra danza y acrobacia para expresar la cotidianidad de la ciudad, la fauna de la selva, los deportes y las alternancias  de la conciencia, a través de una combinación de ritmos musicales que van desde el Bossa Nova hasta canciones de Bjork. La obra que fue creada hace diecinueve años implica riesgos. Los bailarines  han sufrido lesiones en los entrenamientos; “es parte del trabajo”, indica Colker.

Para alcanzar el estilo de movimiento que el cuerpo requiere en este baile, entrenaron siete horas seguidas por dos años, lapso en que  el cuerpo se pone a punto para asumir este desafío. “La danza exige muchísimo trabajo, entrega; para ser un buen bailarín tiene que ser una buena persona, tiene que ser un artista con los ojos abiertos, con la cabeza abierta, con el cuerpo preparado e inteligente para todo”, recalca.

Su trabajo adopta la visión de aquel poeta estadounidense Theodore Roethke: “lo que necesitamos es más gente que se especialice en lo imposible”. En ese sentido ha fabricado su propio lenguaje corporal que dialoga con las ideas, los estados mentales, las prácticas culturales.

No es casual que haya dirigido el “Cirque du soleil” en 1999, en donde montó  la obra ‘OVO’, que representa al reino de los insectos.

Su afán por unir elementos indisolubles: usar muros de escalada como espacio dancístico, por ejemplo (‘Velox’); desemboca en la consecución de nuevos territorios y sentidos artísticos, es decir una evolución de la danza. Agrega: “para mí es difícil decir que existe un solo camino que tomar. No puedo renunciar ni un segundo a lo inimaginable. Para lograrlo hay que trabajar con placer, pasión...”.

De pronto, en el pasillo, la aborda una de sus amigas, quien presume haber ido a la Iglesia de San Francisco. Deborah sonríe. Hace tres años intenta disfrutar de su tiempo libre y de las festividades que el trabajo le ha privado. Ahora mismo no podrá visitar las islas Galápagos como programaron otras compañías que también  actuarán en el Festival. Sobre estos impedimentos manifiesta “que es muy disciplinada, la disciplina gobierna mis decisiones y mis éticas”, y se abandona en su trabajo completamente. En su carácter no hay cabida para las lamentaciones.

También reconoce que es importante aceptar que el cuerpo tiene límites. “Aunque podemos empujarlo hasta el tope. A veces pensamos que hay un linde pero no”, dice con un tono de advertencia.

¿Cuál es el aspecto más relevante en la danza? “La técnica”, dice, sin pensarlo. La técnica viene a ser una especie de brújula para el bailarín, porque, según Deborah, ella guía cómo mover o usar el cuerpo, cómo usar la mecánica del movimiento, adiestrar la geometría corporal. “La técnica es un conocimiento en el que a veces se usa el cuerpo, a veces la inteligencia y a veces una intención o la perfección”.

Ha estudiado psicología, es escritora, directora teatral y artística, y lleva 17 años sin jugar voleibol -una de sus pasiones-. En el presente está enamorada, con los dedos menciona que esta es su cuarta pareja y vive en Río de Janeiro.

Se apasiona cuando habla de la cantante brasileña Elis Regina; de ella recuerda las canciones ‘ Nossos pais’ y ‘Falso brilhante’. Admira a tres artistas: Leonard Cohen, Tom Jobim  y Aleksander Pushkin, de este último adaptó al ballet su novela Eugene Onegin.

Entre sus manías Deborah señala que está la “infaltable cachaza” -bebida alcohólica más popular en la ‘Tierra del rey Pelé’. No para de beber mucho (hace un énfasis aquí) café  con leche. La coreógrafa cree al igual que  su compatriota y poeta, Manoel de Barros, que “la belleza es un estado de ánimo”.

Con mucha dedicación produjo la obra ‘Crueldad’, en la que emplea espejos durante la interpretación dancística para mostrar el lado surreal de la mente, habitado por la malignidad humana en la forma de autodesmovitación. Está contenta con  sus 10 producciones.

Uno de sus bailarines cubanos (quien prefirió no revelar su nombre) admite que, a pesar de tener treinta años de trayectoria bailando,  aprendió sobre la danza, la disciplina y la vida por intermediación de Deborah.

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