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El Telégrafo
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El jurado recomendó convocar a los participantes a un seminario de guión

El fomento fílmico a la producción intercultural genera discusión

Foto: Daniel Molineros/El Telégrafo
Foto: Daniel Molineros/El Telégrafo
21 de junio de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

Quito y Guayaquil.-

Kalera, cerca de Cotacachi (en la provincia de Imbabura), destaca por su peculiar celebración del Inti Raymi. Para el cineasta Humberto Morales, “allí hay un ritual que se debe recrear en la gran pantalla para comprometer a los participantes a que sean conscientes de lo que significa la mayor festividad de los pueblos andinos”.

Con esa motivación, Morales, quien estudió cinematografía en la Universidad San Francisco de Quito, presentó el proyecto Kalera Inti Raymi en la subcategoría “Realización audiovisual de pueblos y nacionalidades”, parte de un Fondo pionero en cuanto a tomar en cuenta a los pueblos y nacionalidades, el del Fomento a la producción intercultural.

El cineasta quiere “mostrar los pormenores que hay detrás de esas celebraciones, su cosmovisión a través de un relato histórico, de seguimiento” y, la mañana del viernes, dos años después de que tuvo la idea inicial, el realizador se enteró, en la sala de Flacso Cine, en Quito, de que su proyecto fue uno de los elegidos por el jurado que conformó el Consejo Nacional de Cinematografía (CNCine) para tener un incentivo del Fondo de Fomento Cinematográfico (FFC). El monto que obtendrá es de $ 10 mil y tiene un plazo de 547 días para la producción de su largometraje de no ficción.

El documentalista ecuatoriano Pocho Álvarez, el escritor y cineasta boliviano Alfonso Gumucio y la actriz y cantante peruana Magaly Solier conversaron con 13 autores de los proyectos preseleccionados, el martes y miércoles de esta semana. El proceso de evaluación (recibieron 21 planes al inicio) duró 4 meses y la deliberación asignó incentivos económicos a 9 participantes.

Más de medio centenar de productores le propusieron al CNCine crear esta categoría, sobre la cual Morales considera que estuvo cerca de un proceso de “competencia” al ser concursable. “En esta primera edición —explica el realizador— hubiéramos querido hacer coproducciones, subir el nivel de cada proyecto, empezar a hacer algo en conjunto, sin perder el sentido de comunidad y no tanto de la forma que comúnmente se ve en Occidente, desde el desarrollo personal”. La colaboración mutua es una de las señas particulares del cine comunitario e indígena e, incluso, de nacionalidades con menor nivel de organización, como negros o montubios, quienes están conformando la Asociación de Realizadores Indígenas mediante diálogos en que se socialicen estos procesos.

Otro de los proyectos beneficiados, en la subcategoría “Telefilme de Pueblos y Nacionalidades”, fue Warmi Pachakutik (Tiempo de Mujeres) de Alberto Muenala, con un monto de $ 15 mil. El proponente ganó hace dos años parte del FFC en una categoría que nada tenía que ver con lo intercultural. El monto que le asignaron para la realización de su película Killa fue de $ 40 mil, cantidad que Morales describe como “insuficiente” (él también participó en esa producción), y toma los $ 10 mil que le asignaron el viernes como un apoyo, una ‘tarjeta verde’ para continuar con su actual proyecto, incluida la distribución y envío a festivales. La contribución de empresas privadas y el método de crowdfunding (micromecenazgo) —le contó Morales a este Diario— ha permitido que avance la posproducción del filme que empezó con Muenala. En un momento se quedaron con la incertidumbre de poder concluir, pero ya están trabajando sobre nuevos proyectos.

Este año la producción intercultural disponía de $ 200 mil (el total del FFC es de $ 1’800.000), de los cuales el jurado entregó un total de $ 127 mil a 9 proyectos. El saldo es de $ 73 mil, los cuales, según el Director Ejecutivo del CNCine, Juan Martín Cueva, volverán al FFC para futuras ediciones.

En la convocatoria para presentación de proyectos, el Consejo había publicado una tabla de montos fijos, mínimos y máximos (ver infografía) para cada categoría, los que fueron modificados en la deliberación.

Sobre este tema, el cineasta Pocho Álvarez le dijo a EL TELÉGRAFO que la calificación que hizo el jurado fue en función de lo que significa la producción de cine de los pueblos originarios y del cine comunitario. “Lo que se ha hecho es dar un incentivo para que el proceso continúe, pero eso no quiere decir que hemos arribado a una madurez. Recién estamos dando los primeros pasos y lo que hizo el jurado no es calificar el proceso –porque ese no es el trabajo del jurado– sino calificar los méritos de los proyectos”.

La cineasta Eliana Champutiz (integrante de la Corporación de Productores Audiovisuales de las Nacionalidades y Pueblos) considera que ese proceso —de consolidación del cine indígena— sí debió tomarse en cuenta. Ella postuló el cortometraje Hijos, y en “Realización Audiovisual”, el documental Las Mujeres que me habitan, y sostiene que “los criterios de evaluación del jurado fueron de la mano con legitimar el cine de bajo presupuesto, en el sentido de que producimos igual con $ 10 mil que con $ 100 mil. Algo que seguiremos haciendo, por el compromiso que asumimos, pero no queremos que se siga desvalorizando el trabajo. También hubo criterios técnicos del cine tradicional a través de los cuales no se reconocía que los pueblos estamos en un proceso de construcción de la narrativa audiovisual, otras formas de hacer y pensar el cine”.

Para Álvarez, a los beneficiados “les toca desarrollar otros aspectos de la producción que significa convocar otros apoyos, concitar la minga, no solo con las comunidades, sino también deben interesar a los gobiernos locales. (I)

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