Estar en el gran centro financiero de Londres, o en la famosa plaza Picadilly Circus rodeada de las intensas luces de los teatros y publicidades de las marcas más grandes del mundo, o en Oxford Street en donde las compras no se detienen, son los atractivos más comunes de la ciudad inglesa. Tienen su encanto, sí, pero cuando uno vive allí, y lo hice durante un año, se vuelven zonas agobiantes.

Pero Londres guarda otros lugares únicos, pequeños y escondidos que no están las guías turísticas.

La tranquilidad del Thamesis es iniguable en su extremo sur, una brisa fresca acompañaba los atardeceres de los días de primavera y había sorpresas en el camino como un restaurante de pescado y cerveza, o de repente aparecía un túnel subterráneo histórico que permitía cruzar al otro lado del río. Desde allí se observaban edificios abandonados, construcciones del antiguo reinado y modernos edificios de multinacionales. Otro tesoro de un barrio del sur era una pequeña sala de cine que  cada miércoles pasaban películas gratuitas de diferentes épocas, con el fin de mantener viva la historia del séptimo arte. “Lo que el viento se llevó” fue una de las películas que vi allí acompañada de una taza de té con leche. Este lugar es aún más particular: tiene una biblioteca fotográfica y allí elaboran el vestuario para películas sobre todo que recreen la antigua Inglaterra. Nunca habría imaginado que en un rincón así habían confeccionado la ropa para “Orgullo y Prejuicio”.

Encontrar un servicio gratuito en Londres es casi imposible, pero caminando por el barrio Greenwich, también al sur, encontré algo totalmente inesperado: cortes de cabello gratuitos para clientes que hablen español; era la forma como el estilista dueño de peluquería buscaba practicar el idioma. Al menos en eso ahorré algo de dinero.

Finalmente la magia de las tiendas de  libros usados que costaban una libra esterlina y las ferias de antiguedades son otras características del sur de Londres. (O)