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El Telégrafo
Magdalena León T.

Columnista invitada

Memorias, mujeres y feriado

09 de marzo de 2017 - 00:00

La celebración del Día Internacional de las Mujeres ocurre este año en nuestro país en medio de la agitación de la segunda vuelta. En el ambiente está el desafío de trascender el entramado de distorsiones, ‘post verdades’ y marketing que contamina la agenda electoral, semejante al desafío de recuperar el sentido de una celebración del 8 de marzo cada vez más capturada por intereses y lógicas de mercado.

Estos desafíos simultáneos no son solo una coincidencia ocasional o coyuntural. Al contrario, su obvia interrelación nos lleva a apelar a la memoria, de más o menos larga referencia. Es preciso recordar, primero, que la celebración del 8 de marzo se instauró a inicios del siglo XX por empeño de mujeres socialistas actuando y pensando en torno a transformaciones históricas para nosotras y para la humanidad. El inicial Día de la Mujer Trabajadora ha devenido, luchas y complejidades de por medio, en el Día de las Mujeres. Se ganó mucho en el camino, al punto que la potencia de esta conmemoración ha llegado a ser codiciada por el mercado, que procura capturarla comercialmente desnaturalizando su sentido y proyección revolucionaria.

También cabe recordar que las propuestas feministas, en el país y en la región, han buscado siempre trascender lo sectorial, lo acotado, planteando cambios integrales para nuestras sociedades, actuando con ese horizonte y compromiso. Ya es un dato irrebatible la feminización de las resistencias al neoliberalismo: las mujeres presentes en la primera línea de defensa de lo público, del bien común, de la sostenibilidad de la vida amenazada por los procesos de mercantilización que avanzan en el globo. Con renovadas iniciativas de movilización se encaran hoy las nuevas amenazas a la paz, los derechos y la vida que resultan de la derechización en el Norte y el Sur.

Esto, a su vez, va de la mano con los aportes de las mujeres en todos los planos pero de manera singular en la economía, considerada en el amplio sentido de generación de medios de vida, de la materialidad y complejas relaciones que la hacen posible.  

Así, como protagonistas de hechos económicos sustantivos, la experiencia del feriado bancario fue crucial para las mujeres ecuatorianas. Las denuncias y análisis de esos tiempos ponían énfasis en los drásticos impactos en las condiciones de vida y en el trabajo: en solo un año el Índice de Desarrollo Humano retrocedió 15 puestos, el empobrecimiento de las mujeres recrudeció, cayó su empleo y aumentó su trabajo precario y no remunerado; los problemas de cuidado de menores y dependientes se agudizaron, la alimentación bajó de tamaño y calidad y hasta tuvo que reducirse el acceso a anticonceptivos, todo esto en condiciones de Estado y servicios públicos debilitados por el mismo modelo. La subsecuente migración masiva significó esfuerzos y costos múltiples que perduran en la vida de generaciones.

No son solo tiempos pasados, páginas a voltear. Es la evidencia de la incompatibilidad entre neoliberalismo, derechos e igualdad. Son repercusiones que están presentes en una economía prisionera en muchos sentidos de la dolarización, en el riesgo de regresión hacia un esquema socioeconómico marcadamente injusto y desigual.

La conmemoración combinada de este día llama a revalorizar la experiencia colectiva, lo que nos ha legado y los compromisos que deben actualizarse: de las resistencias a los duros años neoliberales surgieron alternativas que en buena parte se plasmaron en la Constitución de 2008 y las políticas derivadas de ella. Seguir y profundizar ese camino es una oportunidad histórica que no se repetirá. (O)

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