Vanessa Aráuz lo pensó. Cinco días después de que avisara que no aceptaría la dirección técnica de la Selección Ecuatoriana de Fútbol femenino, cambió de decisión y asumió el desafío. Bajo su mando tendría un cuerpo técnico conformado únicamente por hombres y la responsabilidad de manejar, además, a los elencos juveniles.  

Corría septiembre de 2012 y uno de los más felices por la respuesta de la entrenadora era Antonio Pozo, presidente de la Comisión de Fútbol Femenino y de la Comisión de Selecciones Femeninas de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF).  

Pozo -quien la tachó de cobarde luego de que en primera instancia rechazara la propuesta- la creía apta para manejar a la Tricolor femenina, sobre todo por la capacidad demostrada en calidad de asistente técnica del estratega César Zambrano, que prefirió dedicarse por completo a la docencia. Lo mejor, sin embargo, fueron las condiciones de Aráuz. Ella no tomaría el mando si no existían jugadoras activas, surgidas de alguna competencia. No quería organizar un proceso selectivo de una semana, como se acostumbraba antes.

Estos requisitos empujaron a que Pozo y el titular de la Comisión de Fútbol Aficionado (Confa) de la FEF pidan al Ministerio del Deporte la inclusión de torneos femeninos de balompié en las 4 categorías de Juegos Nacionales y le presenten el proyecto del Campeonato Ecuatoriano de primera A. Ambas solicitudes se concretaron en 2013.

“A Vanessa le hemos cumplido el 80% de lo que nos solicitó, lo único que no pudimos cumplir fue organizar partidos amistosos internacionales”, afirma Pozo, quien califica a la timonel como una persona apasionada y dedicada, que, pese a su falta de experiencia, ha demostrado ser una mujer  sagaz.

Con esta opinión coincide Ligia Moreira (22 años), capitana del conjunto abanderado, que admira de la “profe” la inteligencia con la que se desenvuelve. Pese a tener apenas 25 años, Aráuz aprendió a liderar grupos, en el caso del plantel absoluto, con chicas mayores, menores o contemporáneas a ella.

En cuanto a las juveniles, alguna vez Aráuz aceptó lo difícil que resultó consolar a varias exponentes del combinado Sub-17, quienes lloraban porque no podían ver a sus familiares luego de permanecer semanas concentradas.    

Es en esos momentos donde surge la otra Vanessa, aquella que intenta motivar a sus deportistas. Moreira asevera que la personalidad de Aráuz es muy dúctil y se adapta a lo que las jugadoras necesitan. “Pasa de estar muy seria a muy payasa. Es bastante divertida”, cita.

Ligia recuerda que poco antes de presentar la convocatoria final para la Copa América de 2014, ella y Vanessa imitaron una coreografía de las otras integrantes del representativo. Ambas, intencionalmente, bailaban feo y desgarbado... Rieron hasta más no poder.

Claro, también existen esos momentos de tensión y frustraciones, esos que excitan la ira y provocan impotencia, llanto, zozobra... Como la sufrida clasificación al cuadrangular final frente a Uruguay en Latacunga. En aquellos instantes, Aráuz prefiere alejarse, evita mencionar algo que no debe.

Hija intermedia de Ana León y Jorge Aráuz, Vanessa pasó de ser la chica que en 2008 casi se queda sin cupo para ingresar al Instituto Superior de la FEF, a ser la primera mujer en ser DT de la Selección Femenina y, en general, la adiestradora más joven en ganar la posibilidad de inscribir a Ecuador en un Mundial absoluto.

Por ahora, su nombre está en alguna parte de la historia. Si clasifica a la ‘Tri’ a ‘Canadá 2015’ logrará que el balompié de mujeres consiga en 19 años, lo que a la Selección de varones le costó 41.