El final de MTV: ¿hacia dónde va la música tras el apagón de la televisión musical?
El último día de 2025 no solo despide un año, sino también una era. Ese 31 de diciembre, MTV apagará definitivamente sus canales dedicados exclusivamente a la música en Europa y otros territorios, incluyendo España. Señales emblemáticas como MTV Music, MTV 80s, MTV 90s y Club MTV dejarán de emitirse, sellando el cierre simbólico de la televisión musical tal como fue concebida durante más de cuatro décadas.
La medida responde a la reestructuración de Paramount Global tras su fusión con Skydance Media. Aunque el canal principal de MTV continuará al aire, lo hará enfocado en telerrealidad y entretenimiento generalista, muy lejos del espíritu que convirtió a la marca en una referencia cultural global. El apagón de sus canales temáticos funciona como el acta de defunción definitiva de un formato que, durante años, dictó qué se escuchaba, quién era una estrella y cómo debía verse la música.
La relevancia histórica de MTV es indiscutible. Desde aquel 1 de agosto de 1981, cuando inició sus transmisiones con “Video Killed the Radio Star” de The Buggles, el canal transformó la industria. En sus pantallas, Michael Jackson rompió barreras raciales, Nirvana canalizó el desencanto de una generación y Madonna se consolidó como un ícono cultural. La televisión musical fue, durante los años ochenta y noventa, el centro de gravedad del consumo juvenil y un punto de encuentro colectivo que unificó conversaciones a escala global.
Sin embargo, aquel videoclip inaugural contenía una advertencia involuntaria: así como el video desplazó a la radio, la inmediatez digital y los algoritmos terminaron por devorar a la pantalla lineal. Hoy, el público ya no espera una programación curada; elige a demanda. Spotify, YouTube y TikTok ofrecen control absoluto, consumo instantáneo y bibliotecas infinitas, vaciando de sentido a los canales musicales tradicionales.
La música dejó de ser un evento programado para convertirse en una experiencia fragmentada y personalizada. Los canales temáticos pasaron de prescriptores culturales a espacios de nostalgia con audiencias cada vez más reducidas. En este nuevo ecosistema, el artista ya no necesita intermediarios televisivos: las redes sociales se convirtieron en su principal vitrina.
El mercado musical avanza hacia una era de saturación de contenidos y, al mismo tiempo, hacia una preocupante pérdida de contexto. Sin programas que expliquen la música, todo está disponible, pero nada parece perdurar. El videoclip, antes concebido como una pieza cinematográfica, se ha transformado en fragmentos verticales de segundos pensados para el consumo efímero. El éxito ya no se mide por impacto cultural, sino por reproducciones inmediatas.
El adiós de MTV representa el final de una etapa romántica en la que imagen y sonido crearon un lenguaje común. Su desaparición deja un vacío difícil de llenar: se pierde la sorpresa, el criterio editorial y la experiencia compartida frente a una pantalla. El futuro será digital y móvil, pero difícilmente replicará la magia de aquel momento en que una canción descubierta al azar podía cambiarlo todo. Se apaga la señal, y con ella, una forma de ver —y vivir— la música.